Alberto, cuidá YPF

Alberto, cuidá YPF

por Jairo Straccia

Es increíble que no se hayan viralizado todavía los videos del secretario de Energía, Sergio Lanziani, cuando en la campaña para intendente de Posadas en 2011 mostraba su innovación misionera: un mate cocido soluble con leche incluida con el que, afirmaba, soñaba llegar a todo el país (http://bit.ly/lanziani-mate-leche). El largo recorrido del ingeniero nuclear terminó con la decisión de su amigo el presidente Alberto Fernández de ubicarlo como referente del área, aún cuando tiene poco conocimiento del palo petrolero según los interlocutores de ese mundo que se han juntado con él. La tradición indica que cuando el área de Energía de un gobierno está medio dudosa lo importante es qué hace la petrolera estatal YPF. Más ahora que en sociedad con multinacionales lidera la inversión en el yacimiento no convencional de Vaca Muerta e influye en el precio de los combustibles con más del 55% del mercado de la nafta. Por ahora la compañía no tuvo el mejor arranque con la conducción del financista Guillermo Nielsen, quien intentó aumentar las naftas 5% como señal a los inversores, pero tuvo que guardarse la manguera en el bolsillo: la Casa Rosada priorizó la estabilización macroeconómica y postergó el incremento. Mañana cuando desembarquen en la torre de Puerto Madero dirigentes del Instituto Patria que encabeza Cristina Kirchner para hacerse cargo de por lo menos las áreas de comunicación, asuntos públicos y publicidad se abrirá un interrogante sobre el rumbo de la firma icono. ¿Habrá un plan posta o será una lucha libre por la caja y la vidriera que puede arruinar las proyecciones de exportación de crudo y además generar juicios de fondos de inversión que aspiran que la cosa se maneje como una empresa que cotiza en Wall Street? Todo esto habilita un pedido: Alberto, cuidá YPF. Mirá, tu gente lo debe saber mejor que nadie. Mauricio Macri nunca le dio bola y la hizo torta. Puso a un ex Shell como Juan José Aranguren de ministro de Energía quien creía que la petrolera tenía que competir en el mercado como una más y tardó una bocha en definir a su conducción. Armó una esquema de subsidios a la producción de gas que no priorizó a YPF y que fue el trampolín de la petrolera de Techint. Imaginate que hasta terminó contratando como consultor a Ignacio Peña, hermano del entonces jefe de Gabinete, Marcos Peña, que encima habló mal en público sobre Vaca Muerta. Todo esto sin contar el impacto del quilombo macroeconómico que le pegó como a todos. Por eso, ahora que te toca a vos, Alberto, cuidá YPF. Es cierto, después de que Néstor la eskenazeó feo, durante el segundo gobierno de Cristina Kirchner arrancó a moverse la producción en Neuquén, con mucho despilfarro al principio, sí, aplicando técnicas que eran inviables y que salieron una fortuna, pero que implicaron un punto de partida. Si estás pensando en técnicos como Nicolás Arceo y su equipo, avanzá. Es gente seria. Pero si estás abriendo la puerta a los que vienen a tratar de morder groso en despachos vidriados que dan al río, ojo. Consultá. Ya sé, Cristina habla seguido con Miguel Galuccio, la cabeza de aquella gestión, pero la chance de que todo sea un desbande está. Llegan incentivos para empresas software que no crecen porque no consiguen gente Cuando el año pasado un ejecutivo top de YPF como Pablo Bizzotto explicaba en el yacimiento todo lo que unos nerds ingenieros argentinos de veintipico y treintaypico habían avanzado desde 2014 más allá de los cambios políticos y contaba cebado que así en cinco años la producción de la compañía se puede duplicar y entonces hay chances de cambiar la ecuación de dólares que nos mata siempre, le pregunté: —Pero esto es Argentina, ¿podemos cagarla? —Es muy difícil, me dijo. No hagamos la prueba, Alberto. Cuidá YPF. Lenguajes. Porque aunque parezca mentira Vaca Muerta es una política más o menos de Estado que se mantuvo en los últimos ocho años y puede ser una llave para solucionar problemas viejos y así mirar los nuevos. En estos días se está reglamentando la ley de economía del conocimiento, que actualizó la ley del software, esa de los beneficios fiscales que ponen loco a Juan Grabois por lo que ha crecido Mercado Libre. El Gobierno suscribe ahí más la tesis de Marcos Galperín que la del líder de la CTEP y de hecho le asignará al sector una subsecretaría específica. Pero hay un temón: se va a incentivar el crecimiento de un rubro que hoy no puede crecer más porque no consigue gente calificada. Hay unos 5 mil puestos vacantes todo el tiempo porque no hay más programadores o ni siquiera pibes que hayan hecho una secundaria con una orientación cercana. Suena un problema de re de nicho, pero para los que miran un poco adelante la programación es el inglés que te mandaban a estudiar hace veinte años, lo que tiene que aprender tu pibe si no quiere ser un analfabeto en un par de lustros. Y una formación que tendría que estimular el Estado mientras la educación pública es una fábrica de psicólogos, sociólogos, abogados y comunicadores que terminan en Uber. De lo contrario, habrá que apostar a pegar una buena concesión de un servicio público y listo. Mercado cautivo y chau. Basta ver este enero la pelea del verano entre dos de los principales empresarios de la Argentina a los que les asoma un 2020 mucho mejor de lo que podrían haber imaginado cuando explotaba la causa de los cuadernos de la obra pública kirchnerista, donde reconocían pagos non sanctos al Estado. El actual concesionario, Aldo Roggio, con Metrovías en sociedad con los alemanes de Deutsche Bahn y Eduardo Eurnekian, con Helport junto a los franceses de Keolis, pelean palmo a palmo por la concesión del subte porteño. Es un contrato por 12 años con opción a tres más que implica un flujo anual de unos $ 5 mil millones según los cálculos de Subte. Data. En el sobre técnico se impuso por poco el zar de los aeropuertos que ahora quiere gestionar bajo tierra. Entre impugnaciones, antes de fin de mes se abrirá la oferta económica con la que el magnate cordobés busca dar vuelta el partido para retener el servicio. Tiene un respaldo inesperado: varios metrodelegados prefieren la continuidad de los concesionarios que operan hace 25 años. 

Comentá la nota