Alberto y el límite de la interna para que la economía no muera

Alberto y el límite de la interna para que la economía no muera

El Presidente recibe presiones de bancos, empresas y de su propio partido por las medidas que debe tomar. La vista puesta en el día después.

El mundo se aísla cada día más. El coronavirus sirvió de catalizador final y brutal para un proceso que, en realidad, ya se había iniciado hace mucho. En ese mundo que se cierra Argentina está tan a la intemperie como cualquier otro país, aunque sus debilidades macro y su crisis con la deuda la coloquen en una posición mucho más débil. Alberto Fernández no tiene demasiadas herramientas que utilizar para calmar el impacto de la parálisis económica que provoca el aislamiento a que obliga el virus, pero al mismo tiempo sabe que tiene que guardar alguna mirada sobre el día después del final de la pandemia, cuando el cuerpo económico y legal del país deba volver a ejercitar el músculo. De ahí la cautela en firmar algunas decisiones que podrían provocar daños irreparables, sobre todo en el mundo laboral, a pesar de las presiones que se reciben todos los días en Olivos.

El Gobierno sabe que debe hacer lo que sea para que este mes se paguen sueldos en las mejores condiciones posibles. El mes que viene la situación económica (y seguramente también la viral) será peor, pero por ahora todo debe mirarse paso a paso. No hay otro camino y tampoco fondos, como sí los tienen Estados Unidos o Europa, para lanzar gigantescos salvatajes que igualmente nadie cree que sean suficientes.

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Aquí la situación es otra. Hay infinitas trincheras en actividad. El Banco Central borda, casi con paciencia de monjas medievales, medidas para calmar el incendio en deudores particulares, pymes, bancos, tarjetas de crédito y grandes empresas, siempre con la lógica de quien no tiene mucho para repartir. Ayer hubo multiplicación de anuncios, desde municipios hasta pequeñas y medianas empresas en un momento que se volvió clave para el mundo financiero: desde hoy el sistema estará más tensionado que los últimos días. Es el momento en que se multiplican quienes pasarán a cobrar por cajeros los beneficios que anunció el Gobierno, en que se acelerará el paso de cheques por la compensación del clearing (algunos con fondos, otros no, y según el Banco Central estos últimos estaban en 10%, aunque deberá verificarse desde hoy), también presionará el cobro de sueldos y la demanda del efectivo inevitable en un país que no baja de 40% su economía en negro.

Con este escenario pintado por el Covid-19 las tentaciones aparecieron repetidamente en el núcleo que rodea a Alberto F., y en muchos casos llegaron desde la propia interna del kirchnerismo.

Asistir, calmar, pero no romper, por ahora, esa es la línea que sigue el Gobierno.Se hablaba anoche de extensión de plazos, créditos blandos tirando a tasa cero, subsidios que difícilmente el fisco esté en condiciones de financiar y moratorias para más adelante que deberán solucionar en muchos años el desbarajuste sin solución imaginable aún que dejará este desastre.

Por ahora, el Presidente apela a esas medidas imprescindibles, pero frena ante el abismo que suponen otras que serían más gravosas en el futuro. Sabe Alberto F. que la globalización se volvió una quimera, pero en algún momento Argentina deberá volver a intentar un camino a la normalidad adentro y hacia afuera.

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