La CGT analiza sumar a los movimientos sociales a su estructura

La CGT analiza sumar a los movimientos sociales a su estructura

Schmid, uno de los tres líderes de la central, instalará el debate luego de la negociación por el salario mínimo, en junio; las agrupaciones piqueteras buscan así una mayor institucionalidad

 

La alianza estratégica entre la CGT y los movimientos sociales, hasta ahora escenificada con la figura de "unidad de acción" para la protesta callejera, podría dar un paso definitivo para su consolidación. Juan Carlos Schmid , uno de los tres jefes cegetistas, propondrá la incorporación formal de los trabajadores de la "economía popular" a la central obrera.

La iniciativa de Schmid no es puramente propia: es un reclamo sostenido de Juan Grabois, referente de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y un dirigente cercano al papa Francisco. Además, está en línea con el proceso de reconocimiento institucional que demandan los movimientos sociales como actores protagónicos del mapa político. En ese mismo rumbo se circunscribe el reciente pedido de la CTEP al Ministerio de Trabajo para ser incorporados al Consejo del Salario, el ámbito tripartito que establece de manera anual la suba del salario mínimo vital y móvil. Grabois pretende sentarse a negociar el sueldo básico como un miembro más junto con el Gobierno, las centrales obreras y las cámaras empresarias.

La posible incorporación de los movimientos sociales a la CGT ya genera ruido entre los principales jefes sindicales. De los tres integrantes del triunvirato de mando, Schmid es el único que mantiene viva la alianza. Tal vez su actitud responda a la charla íntima que tuvo con el papa Francisco en diciembre del año pasado. Después de su viaje al Vaticano, Schmid puso en práctica la visita de la CGT a las villas en las que curas como el padre Pepe Di Paola tienen ascendencia. Visitaron La Cárcova y la cooperativa de ladrilleros que montó el Movimiento Evita en La Matanza. Schmid consensuó estas actividades con la CTEP, Barrios de Pie y el Evita, los socios con los que empujaron la ley de emergencia social.

Después de que pase la negociación por la suba del salario mínimo, a fines de junio, Schmid llevará el debate al corazón de la CGT. Propondrá incorporar de manera formal los movimientos sociales a la estructura cegetista. "Un primer paso sería darles periodicidad y un marco más formal a los encuentros ya existentes", sugirió, como para romper el hielo. Pero Schmid reconoció que la misión no será sencilla y que no todos sus colegas cegetistas estarán de acuerdo.

Discusión abierta

De avanzar la iniciativa, la CGT debería modificar el artículo 1° de su estatuto, en el que reconoce únicamente como miembros a organizaciones con personería gremial, ya sean sindicatos, asociaciones o federaciones.

Grabois, en cambio, supone que quizá no sea necesaria una reforma estatutaria. "La única diferencia que tenemos con los gremios confederados es que nosotros agrupamos a trabajadores que no tienen patrón ni reciben un salario. Además, nuestra organización es similar en su estructura a la Uatre (peones rurales) porque agrupamos un sector de la economía, no una actividad concreta", dijo a LA NACION. Es que la CTEP, que nació con la meta de convertirse en un "sindicato de la economía popular", es la única de las organizaciones sociales que cuenta con el reconocimiento de la personería social, otorgada por el ex ministro de Trabajo kirchnerista Carlos Tomada, aunque oficializada en 2016 por la gestión macrista.

Otro punto que emparentaría a la organización con los sindicatos tradicionales sería el surgimiento de su propia obra social, cuyo expediente avanza lentamente en la Superintendencia de Servicios de Salud.

Hubo un episodio reciente que avivó el debate sobre la alianza entre la CGT y los movimientos sociales. A principios de mayo, en una charla en el salón Felipe Vallese, una frase de Grabois alertó a varios dirigentes sindicales. "Queremos ser parte institucionalmente de la CGT", planteó durante un encuentro con la Pastoral Social. Desde entonces, los sindicalistas observan con cierta desconfianza los pasos del "amigo del Papa", como llaman a Grabois en Azopardo.

Sin medias tintas, los movimientos sociales reclaman una incorporación institucional plena, "como un sindicato confederal más". "Hubo muchos gestos y bastante acompañamiento, pero para nosotros la unidad verdadera no es sólo de acción, sino orgánica", aseguró Grabois. En la CTEP admitieron que todavía quedarían algunas cuestiones por resolver, como definir concretamente a qué trabajadores representaría la organización. La respuesta podría llegar pronto desde despachos oficiales con la elaboración -en marcha- del registro de la economía popular.

En la CGT no todos respaldan a Schmid en su plan de reforzar el vínculo con los movimientos sociales. Daer y Acuña no se opondrían, pero saben que no todos están de acuerdo en darles más cabida de la que ya se les dio al impulsar la ley de emergencia social. Para ablandar a los jefes sindicales más escépticos, los dirigentes de los movimientos sociales proponen un esquema de incorporación en el que tengan voz pero no voto durante un período de dos o tres años. El debate interno ya está instalado.

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