Asoma el nuevo sindicalismo macrista

Por Ricardo Carpena

Desde que pasó a gobernar la Ciudad, el macrismo demostró haber sido muy pragmático ante el gremialismo.

Nace el sindicalismo macrista? No todavía, pero lo que está en gestación se le parece bastante. Porque el balotaje entre Daniel Scioli y Mauricio Macri, donde el candidato de Cambiemos se perfila mejor que su rival del Frente para la Victoria, está precipitando a muchos dirigentes gremiales a salir del closet y a animarse a admitir lo que ocultaban como un pecado político.

No es sólo el caso de Luis Barrionuevo, un confeso antikirchnerista y massista que, tras la reunión de la semana pasada de la CGT Azul y Blanco, conducida por él, le aseguró a Clarín con su particular humor: “De los 38 gremios que integran la central obrera, 39 quieren que gane Macri”. Es también el caso de Hugo Moyano que está decidido a jugarse aún más por el triunfo del candidato opositor. Lo dejará en claro durante el discurso que brindará el martes 17 de noviembre, en la sede cegetista de Azopardo 802, para celebrar el Día de la Militancia Peronista. Allí, sólo cinco días antes del balotaje y ante una multitud que planea movilizar, el camionero criticará a “los que hicieron cualquier cosa en el país y se creen más peronistas que Perón”.

Moyano habría mantenido al menos dos reuniones con Macri la semana pasada. Cada uno fue con un acompañante: el líder sindical, con su aliado Abel Frutos (panaderos); el postulante de Cambiemos, con Diego Santilli, el próximo vicejefe de gobierno porteño. ¿De qué hablaron? Los detalles no se conocen, pero sí que los gremialistas pidieron precisiones sobre las medidas que tomaría un eventual gobierno de Macri. Esas mismas preguntas sobrevolaron los intensos sondeos reservados de otros dirigentes, aun de los alineados con Scioli, con representantes de PRO.

Hay una lógica implacable detrás de esos contactos: desde el 10 de diciembre, el macrismo manejará dos distritos clave en materia política y económica como la Ciudad de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires, y nadie descarta que el 22 de este mes pueda sumar el gobierno nacional. Ya se sabe que los sindicalistas tienen un olfato muy agudo para detectar el poder y, como el balotaje está para cualquiera, buscan un equilibrio para acercarse a los que mandarán.

Existen tantas cuestiones prácticas de gobierno para conversar, por ejemplo, que resulta obvio que un gremio kirchnerista y sciolista como UPCN, que representa a los trabajadores de la administración pública, quiera sentarse cuanto antes con María Eugenia Vidal. Sin fuerte llegada a ese mundo, la electa gobernadora bonaerense le habría encargado al subsecretario de Trabajo porteño, Ezequiel Sabor, que le arme una agenda de reuniones con sindicalistas de todo tipo.

El macrismo demostró haber sido muy pragmático ante el gremialismo: cuando comenzó a gobernar la Capital se insinuó un duro conflicto con los municipales porteños, pero desde hace mucho tiempo se pactó una sugestiva paz con el jefe del sindicato, Amadeo Genta, que apoya a Scioli, aunque no faltó a un acto de PRO como la inauguración del monumento a Perón. En los últimos tiempos tampoco hubo un clima de beligerancia extrema con gremios en los que predomina el kirchnerismo o la izquierda, como los metrodelegados o los del sector docente.

¿Logrará el mismo efecto apaciguador si llega al gobierno nacional? Macri ya se dio cuenta de que algunos dirigentes lo criticarán “por default” y que no le darán la generosa tregua que le han concedido al kirchnerismo. Como Antonio Caló, el jefe de una CGT oficialista hasta la médula y que ahora, como si le hubieran transfundido la sangre del trotskista Néstor Pitrola, advirtió que “si (un gobierno de Macri) avasalla nuestros derechos, lo enfrentaremos con paros”. Aun así, la perspectiva de un macrismo triunfante obligó al jefe de la UOM a archivar su resistencia a la unidad sindical: el tema será debatido mañana por el consejo directivo de la central K. Pero ahora es el moyanismo, envalentonado con las chances macristas, el que prefiere esperar hasta que pase el balotaje. Es obvio: si triunfa su amigo de Cambiemos, el camionero reeditará su momento de esplendor político y de influencia en la Casa Rosada, como sucedió con Néstor Kirchner en 2003.

El entusiasmo de Moyano contrasta con la preocupación de sus rivales sciolistas. Un puñado de dirigentes ya le pidió al ex motonauta que se distanciara de Cristina y de La Cámpora. Aun sus gremialistas más fieles lo critican: creen que fue “tardío e insuficiente” su anuncio sobre cambios en el Impuesto a las Ganancias y están en alerta por versiones inquietantes. Como la que consigna que, en caso de ganar las elecciones, un sector del sciolismo impulsaría un decreto de necesidad y urgencia para suspender las paritarias y fijar un aumento del 8/9% como suma puente, con el fin de postergar la presión salarial sobre la inflación. Cerca de Oscar Cuartango, el referente laboral del gobernador, lo desmintieron, aunque lo extraño es que algunos sindicalistas desconfían.

Son chisporroteos de esta etapa crucial en la que la dirigencia gremial quiere recobrar su protagonismo, pero no puede definir un proyecto que le dé sustento a su objetivo. ¿Seguirá siendo el poder sindical una disciplinada pieza del poder político? ¿O estrenará un rumbo de autonomía? ¿Dependerá del triunfo de Scioli o de Macri? 

Como sostiene un veterano abogado laboralista, “el problema es que este sindicalismo pasó de ser la columna vertebral del movimiento obrero a convertirse en una federación de ONG”. Y ninguna con fines benéficos, podría agregarse.

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