Carrió, el superyó de Macri

Carrió, el superyó de Macri

Por: Federico Andahazi. Elisa Carrió está hecha de la misma madera de Hebe de Bonafini. No significa que piensen de igual manera ni que procedan del mismo modo.

En una época, cuando la titular de Madres de Plaza de Mayo todavía no había abandonado el ágora de la democracia, solía decirse: "Hebe está más allá del bien y del mal, a Hebe se le perdona todo". Esta misma frase se le aplica cada vez con más frecuencia a Elisa Carrió y ella se pronuncia con idéntica impunidad. Madres y Abuelas de Plaza de Mayo han forjado la moral de al menos una parte de mi generación. La moral es la disciplina filosófica que indaga sobre la naturaleza del bien y del mal. Elisa Carrió y Hebe de Bonafini sostienen criterios opuestos en torno de una otra y categoría. Sin embargo, la incontrolable lengua de Carrió es un problema para Macri, del mismo modo que las definiciones de Bonafini son un problema para Cristina.

Cristina Kirchner rompió con el PJ, al punto de formar su propia agrupación por fuera del partido de Perón. Ella necesita a Hebe de Bonafini no por el insignificante caudal de votos que cosecha, claro, sino porque le insufla la mística de la moral revolucionaria que encarnan las Madres de Plaza de Mayo. La pregunta que muchos se hacen es: ¿Macri necesita el problema que significa Elisa Carrió?

Las recientes declaraciones de Carrió a este medio confirman un viraje cada vez más notable hacia calificativos propios de las vecindades kirchneristas: "¿Viste lo que está diciendo este pelotudo?", dijo de su antiguo socio Pino Solanas. Usó el mismo término con el que quedó en la posteridad el fámulo presidencial Oscar Parrilli. Carrió y Bonafini comparten, incluso, algunas antipatías. La aliada de Cambiemos no pierde oportunidad para denostar a Jaime Durán Barba. Bonafini utilizó el mismo epíteto: "Durán Barba, no seas pelotudo", vociferó en un acto.

Hebe de Bonafini comandó una movilización a los Tribunales para presionar a los jueces y amenazó con tomar el Palacio de Justicia. Carrió, para señalar sus diferencias con el ministro de Producción Dante Sica, le plagió el ultimátum a Bonafini: "Le voy a tomar el ministerio a Sica", le advirtió a este medio. Opera en ellas la misma desmesura.

Una práctica saludable para mantener el estado crítico y alejar el flagelo del personalismo consiste en separar las palabras de quien las pronuncia. Si leemos las frases de Carrió sin saber quién las dijo, nos encontramos con las de Bonafini y viceversa. Pero incluso Carrió suele tratar con más destemplanza a Macri que Bonafini a Cristina: "Si estoy en la cama y llama el Presidente, por ahí no tengo ganas de ir hasta el living". Un menosprecio innecesario.

Elisa Carrió ocupa el lugar del superyó de Cambiemos y cumple esta función de manera estricta. El superyó es un concepto freudiano fundamental. Junto con el yo y el ello, componen lo que Freud llamó el aparato psíquico. Estos tres elementos representan el conflicto, las fuerzas antagónicas que rigen nuestra vida psíquica y todos nuestros actos, conscientes e inconscientes. Carrió se amolda perfectamente a la instancia del superyó, que, según las propias palabras de Freud, constituye la instancia moral incorruptible e insobornable.

El superyó representa los pensamientos morales recibidos de la cultura y, según escribió el padre del psicoanálisis, se rige por la "conciencia moral", que es la capacidad para la "crítica y el reproche", categorías ambas que Carrió ejerce con rigor.

Elisa Carrió ocupa ese lugar en Cambiemos, pero no solo de manera metafórica: reúne en su persona muchas características que conforman el superyó freudiano. Muchos de sus conceptos son, en realidad, preceptos religiosos: invoca a Dios y habla de la moral y de la virtud.

Por otra parte, Carrió encarna los principios republicanos y la Constitución Nacional. Su tono implacable se parece mucho a la voz de la conciencia cívica. Puede ir y venir, constituir diferentes alianzas, pero no se mueve un milímetro de sus convicciones. Más aún: la sucesión de rupturas a lo largo de su vida política se relacionan con conflictos morales, antes que políticos.

Freud establece otra instancia, opuesta al superyó, con la que todo el tiempo tiene que lidiar: el ello. El ello permanece en la sombras, es inconsciente, trabaja de espaldas a nosotros y pretende satisfacer las pulsiones y los deseos de manera inmediata sin considerar riesgos, peligros e incluso la propia integridad física, de manera primitiva, dice Freud.

En ese caudal de pulsiones e instintos se enfrentan Eros y Tánatos, la pulsión de vida y la pulsión de muerte. El ello se rige por el principio del placer. Una suerte de "vamos por todo". En la parábola freudiana, así como Lilita se ubica en el lugar del superyó, existen fuerzas oscuras, desconocidas para nosotros, inconscientes, que permanecen en la sombras. ¿Quiénes son? Justamente aquellos que Carrió identifica en la figura de las "corporaciones". "El Gobierno no quiere que Cristina vaya presa", repite con insistencia Carrió. La hostilidad de Carrió hacia Durán Barba se apoya en la idea de que el ecuatoriano organizó el tablero para jugar este ajedrez contra la ex Presidente. Daniel Angelici y Germán Garavano serían quienes, siempre según la denuncia de Carrió, instrumentarían la impunidad de aquellos que fueron por todo a cualquier precio, pasando por encima de la ética, de la ley y de las instituciones de la República. El superyó contra el ello.

En este punto, entra en escena el tercer elemento del aparato psíquico freudiano: el yo. ¿Quién es el yo? El yo es la instancia psíquica que debe mediar entre las pulsiones desenfrenadas provenientes del ello y el imperativo moral del superyó.

El yo, entonces, se las compone para conciliar las exigencias éticas, legales y punitivas —dice Freud— con la fuerza de Eros y Tánatos. Entonces, si el superyó se rige por la moral y el ello por el principio de placer, el yo tiene que manejarse de acuerdo con el principio de realidad. Es decir, debe poner a negociar los placeres con la moral, dentro de los límites de la realidad.

El influjo del superyó podría ser tan nocivo como el del ello si no estuviese regulado por el yo. Esta es, precisamente, la titánica tarea que deberá cumplir Mauricio Macri: analizar la realidad con la mayor certeza posible y mantener el sano equilibrio del aparato psíquico que, entre nosotros, podemos llamar el aparato político. Tarea nada sencilla frente a poderes tan oscuros y una instancia moral tan exigente e intransigente. O, dicho de otro modo, tan Carrió.

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