Los centinelas del Fuerte porteño

Los centinelas del Fuerte porteño

Larreta amplió las funciones y la influencia del vicejefe de Gobierno -al mando de la política- y del jefe de Gabinete -a cargo de la gestión- para salir a la conquista del país. Misión 2023.

 

Año nuevo, caras nuevas (pero no tanto), organigrama nuevo y una constante: Horacio Rodríguez Larreta vuelve a parcelar su gobierno en tres y elige a Diego Santilli Felipe Miguel como puntales de la próxima administración. Una administración que no tendrá grandes obras de infraestructura para mostrar ni a vecinos socios como Mauricio Macri y María Eugenia Vidal, pero que se robustece políticamente para convivir los cuatro años venideros con Alberto Fernández en la Casa Rosada y Axel Kicillof en la gobernación bonaerense.

En términos cuantitativos, Santilli, desde la vicejefatura de Gobierno, y Miguel, firme en la Jefatura de Gabinete, son los dos grandes ganadores del nuevo diseño de ministerios y equipos para el segundo mandato de Rodríguez Larreta. Ambos aumentaron su estructura y su gravitación intragobierno: alcanza con ver el organigrama para tomar dimensión de la cantidad de reparticiones, absorciones y funciones que tienen a comparación del resto de los ministros. Sin embargo, la verdadera decisión política del alcalde que empodera a ambos funcionarios es de orden cualitativo.

 Miguel será el amo y señor de la gestión, mientras que Santilli seguirá a cargo de la política del distrito, al tiempo que es una de las patas clave de la mesa que diseñada para trabajar en la proyección federal de Larreta. El esquema gubernamental del larretismo de trabajar en equipo, unificar e interrelacionar áreas y funcionarios seguirá como marca de la gestión, pero el alcalde eligió multiplicar las funciones y el peso político de ambos funcionarios, que repiten cargo en el nuevo mandato.

Cuando asumió en 2015, Larreta puso en práctica un plan que tenía en mente desde hacía tiempo: dividió su gobierno en tres partes. Desde una punta, Miguel siguió el día a día del presupuesto y la ejecución y el ritmo de las obras. Presionó de cerca a ministros y funcionarios para cumplir con el plan gubernamental. En la otra, Santilli tomó las riendas de la negociación política, la campaña 2017 y los acuerdos en la Legislatura y en Juntos por el Cambio. Fue portavoz del PRO ante los representantes bonaerenses y los afiles de Macri en el partido amarillo. Y Larreta, con veto y la última palabra en cada decisión que los otros dos proponían, absorbió la gestión de cercanía y la marca estelar del gobierno. Él y Santilli fueron, durante muchos meses, los únicos voceros de la Ciudad.

 Matemáticamente, podría ser un triángulo escaleno cuyos lados y ángulos de acción son distintos pero todos tributan y se unifican para confluir en el mismo objetivo: completar la figura. Metáforas afuera, unieron sus partes para configurar el liderazgo de Larreta, ubicarlo como representante excluyente de la gestión y posicionarlo políticamente como jefe del distrito para, finalmente, obtener la reelección. 

El plan 2019-2023 y el diseño del nuevo organigrama capitalino tributa a la carrera presidencial de Rodríguez Larreta, en el marco de una flamante alianza con la Unión Cívica Radical (UCR) en la Ciudad y un debate -aún prematuro- por el futuro de la coalición Juntos por el Cambio y sus liderazgos ante la vuelta del peronismo al poder. Al margen de estas discusiones irresueltas, Larreta definió que repetirá el esquema con Miguel y Santilli como puntales, pero con mayores funciones y poder hacia dentro de la estructura porteña.

Santilli continuará con una gravitación total en el terreno político y como garante del proyecto Larreta ante el PRO -al menos por ahora- de Macri. El crecimiento de la estructura de Miguel tiene como fin último, conforme avance el segundo mandato, darles la llave del gobierno y la gestión. Esa estrategia va en línea con el plan de construir el Larreta de Larreta y posicionar a Miguel como el posible heredero político del sillón porteño. Cuando llegue ese momento, el jefe de Gobierno seguirá como el Gran Hermano que vigila la cotidianidad de su gobierno, pero ya estará concentrado en su aspiración presidencial.

 

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