Dirigentes a la cabeza se buscan (otra vez)

Dirigentes a la cabeza se buscan (otra vez)

El mensaje pre que se vayan todos de marchas y cacerolazos, el encierro del Gobierno y la orfandad opositora. Opinan -y encienden la alarma- Sergio Berensztein, Rosendo Fraga y Carlos Acuña.

 

Por las decisiones del Gobierno, por la metamorfosis de la oposición, por lo que apareció de imprevisto, diciembre trajo novedades que siembran de preguntas el paseo que -se suponía- Mauricio Macri iba a tener hasta las elecciones de 2019.

La administración Cambiemos está haciendo un balance público, compartido por gran parte de su coro de época, que no tranquiliza a nadie, ni siquiera a sus adherentes: “Quizás no lo explicamos bien, pero una minoría orquestada no puede condicionar a las instituciones de la república”. Con un presidente envalentonado por los votos y obligado a hacer el ajuste en 2018, no está claro cuál será el impacto político y social de la reforma previsional que hachará los ingresos de jubilados y beneficiarios de la AUH. Algo parece claro: con el programa económico que abraza, es Cambiemos el que comienza a engrosar las filas de la oposición. Entre los que se oponen al experimento amarillo, no sólo están los que votaron por el kirchnerismo, el massismo y la izquierda en 2015 y 2017. También se suman ahora algunos votantes oficialistas que revisan su criterio. Eso muestran al menos sondeos como los de D’Alessio IROL/Berensztein, que marcan un abrumador 85% de consultados que considera “mala” la ley que coincide con las recomendaciones del FMI, o el trabajo de Federico Aurelio que advierte sobre la caída de la imagen del Presidente, incluso antes de que la reforma se tratara en Diputados.

 

“El Gobierno no lo reconoce, no le importa. Una cosa es convencer votantes y otra cosa es influir en la opinión pública. Prometió diálogo y consensos básicos y no hizo ninguna de las dos cosas. ¿Por qué no hubo un solo jubilado apoyando esto, si la reforma es mejor de lo que había, como dice el Gobierno?”, dice a Letra P Sergio Berensztein, que reclama además al Gobierno que ponga en marcha una investigación para saber si en Argentina está en riesgo la estabilidad política. “Lo que vimos el otro día es serio”, advierte el conocido politólogo y columnista.

¿Violentos fuera del sistema que deben ser aislados o el caldo de una crisis política que el Gobierno debe evitar repetir?

LA BATALLA DE LAS INTERPRETACIONES. Los choques del activismo con fuerzas de seguridad temerarias el 14 y 18 de diciembre, la sorpresa de los cacerolazos y los contados saqueos advierten que algo se está moviendo en un sentido que todavía no es claro. ¿Cuál es la dimensión del descontento? ¿Se limita al ajuste contra los jubilados o es la primera instancia de un desafío mayor?

Tras la derrota de Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires y la expresión callejera del malestar con una Intifada, las preguntas fundamentales surgen para la oposición: ¿quién la conduce? ¿Hacia dónde? ¿Cómo se vincula el rechazo social al macrismo con los espacios políticos y organizaciones que contradicen la orientación que pretende darle a la Argentina la alianza oficialista? ¿El disminuido peronismo institucional está en condiciones de asumir esa representación, como bombero de una eventual crisis? ¿El kirchnerismo y el trotskismo constituyen una alianza de hecho, como sostienen los columnistas amarillos?

“Lo que más puede complicar a Macri no es una u otra de las conducciones opositoras en pugna, sino la ausencia de conducción opositora. En el mediano-largo plazo, en una sociedad con actores sociales fuertes como la argentina, no es sólo un problema de la oposición, sino también del Gobierno”, apunta el politólogo Carlos Acuña en diálogo con Letra P.

Investigador principal del CONICET, doctorado en la Universidad de Chicago y director del Programa Estado y Políticas Públicas de la Universidad de San Martín, Acuña entiende que la capacidad de gobernar también depende de voces opositoras que representen ideas alternativas claras y permitan un diálogo “a veces a los gritos y otras negociando, pero un diálogo al fin”.

“Al no existir la claridad propia de una conducción alternativa, la importante porción de la sociedad que no votó al Gobierno siente impotencia e indignación frente a lo que hace y también frente a la diáspora, a veces cacofónica, de los que deberían proyectarse como alternativas de poder creíbles”, remarca.

Berensztein pone la lupa en el juicio crítico que también hacen los mercados sobre el ensayo de Cambiemos. “El dictamen de Morgan Stanley Capital Investment a comienzos del año justificaba por qué Argentina seguía siendo un país de frontera. Muy lindo lo de Macri, pero la clave es que no hay consenso con la oposición. Esto sigue siendo así. Si alguien diferente gana en 2019, puede hacer exactamente lo contrario. Hay un conjunto enorme del espectro político que piensa todo lo contrario”.

Rosendo Fraga, sin embargo, dice que la ventaja del oficialismo sigue siendo la división y la desarticulación de la oposición, pero advierte: “Aunque no se lo asuma, la votación de reforma previsional en Diputados mostró que la voz de la oposición se hizo escuchar”.

Para el editorial del Partido Obrero, uno de los más acusados de promover la violencia desde el Gobierno, lo que se vio fue un punto de inflexión frente a un “plan de guerra de Macri contra las masas”, en el que los trabajadores hicieron un “curso acelerado sobre la maquinaria de engaño y explotación” de un gobierno que negó en campaña la reforma que después puso en marcha. Según el editorial de la Revista Crisis, en estos días “a la nueva derecha le empezó a correr su fecha de vencimiento” y se dio el primer paso de algo nuevo y vital en torno a una máxima que, con el kirchnerismo en el poder, ejercitaron las bases del actual oficialismo: el cambio nace de las calles.

 

TRABAJO Y CACEROLA. El repertorio de los cacerolazos trajo de regreso el que se vayan todos y amplificó una consigna que nunca antes había logrado perforar el ámbito de los actos sindicales: “Unidad de los trabajadores, al que no le gusta se jode, se jode”. Con una CGT que se desvanece en un mar de dudas y contradicciones, la apelación a los que viven de su trabajo no deja de ser llamativa cuando en el gabinete brillan los cuadros empresarios que hasta Macri se destacaban en la esfera privada como CEOs, gerentes, managers y dueños.  

Acuña considera que el Gobierno, con soberbia por su victoria electoral, desestima el divorcio que se forja entre la clase política a cargo de los ejecutivos y una porción importante de la sociedad. “Si es un costo considerado necesario y administrable dentro del horizonte hasta 2019 (total a Buenos Aires le va a ir mejor), implica un nivel de apuesta y riesgo socio-político aceptable sólo para aprendices de brujo”, afirma. Por eso, sostiene que lo más relevante que expresan los cacerolazos es que las medidas que implementa el Gobierno (y necesita seguir implementando durante 2018) están cansando a una porción significativa de su propio electorado.

“Da la sensación de que desde la Nación se entiende poco sobre el grado de desazón que existe en los barrios con mayores necesidades y de incertidumbre que han generado en la clase media. Creen que el gradualismo debe ser valorado por los afectados (porque el dolor se imprime de a poco) pero hoy muchos de los que lo votaron en octubre no lo hubieran hecho, pese a no contar con alternativas políticas creíbles. Sospecho que hubiera habido muchas más abstenciones”, dice Acuña.

QUE SE VAYAN ¿TODOS? El momento de zozobra de Martín Lousteau, el miércoles último cerca del Congreso, también generó rechazo e inquietud en toda la clase política. Sin embargo, por ahora nadie le da demasiada entidad a la posibilidad de que haya un rebrote de la crisis de legitimidad.

“Eso supone que la crisis de representación se había cerrado con Cambiemos, lo cual no es cierto. Macri no pagó ningún costo político en los dos primeros dos años. Ahora,, obviamente, si quiere avanzar con las reformas, va a pagar un costo. La pregunta es quién lo capitaliza. Como la oposición no propone ninguna cuestión superadora y el peronismo está obligado a arrodillarse ante el Presidente, es probable que no haya tanto desgaste. El Gobierno apuesta a ser lo menos malo”, responde Berensztein.

Fraga considera que la reforma previsional fue el catalizador que reagrupó a un polo opositor “duro” que ya se delineó en los actos y las movilizaciones en repudio al golpe militar de cada 24 de marzo. “En cambio, los cacerolazos, por lo general espontáneos e inorgánicos, expresaron cierto desasosiego de sectores medios que no coinciden con la orientación económica del Gobierno, pero no tienen inserción o representación en ese polo opositor”, opina.

La ausencia de Cristina Kirchner en la semana más caliente desde que Macri llegó al poder también genera interrogantes sobre cuál será el canal de expresión de los millones de votantes que todavía conserva.

“Hoy existe malestar con políticas en vía de implementación, lo que no es sinónimo de crisis de legitimidad del régimen democrático porque todas las voces, oficialistas u opositoras, centran su argumentación en valores democráticos. De darse efectivamente, sería como consecuencia de una sostenida articulación entre ceguera gubernamental e incapacidad de la oposición de resolver sus problemas de acción colectiva. Lo impactante son las imágenes que vimos estas semanas y lo preocupante, el resurgimiento de argumentos autoritarios. Pero estamos en medio de un proceso cuyo significado todavía no está escrito”, concluye Acuña.

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