Los disturbios revelaron las debilidades y las grietas en la central obrera

Los disturbios revelaron las debilidades y las grietas en la central obrera

Los desacoples del triunvirato de mando de la CGT quedaron al desnudo públicamente en el escenario. Pero la interna crujió también en la intimidad del Sindicato de Empleados de Comercio, que sirvió ayer de refugio sindical antes y después de la protesta.

 

De cara a la multitud, Juan Carlos Schmid mencionó un eventual paro al estilo dominguero, sin actos ni movilizaciones. Héctor Daer, en cambio, habló de un paro activo. Carlos Acuña se diferenció hasta en la fecha de la hipotética medida de fuerza. Contempló que podría ser en abril. Finalmente, ¿habrá paro?

 

Encerrados en el despacho de Armando Cavalieri, tras la barahúnda en la que quedaron entrampados, los dirigentes de la CGT repartieron culpas. Desde la cúpula responsabilizaron al camionero Pablo Moyano por los desbordes. Su gremio era uno de los que estaban a cargo de la organización. Dicen que Luis Barrionuevo, que digitó la marcha desde las sombras, llamó al moyanista Abel Frutos para recriminarle por los infiltrados kirchneristas y de la izquierda. Frutos lo desmiente.

Nadie fue capaz de una autocrítica: fue la CGT, en definitiva, la que les abrió las puertas a los piqueteros, la CTA, la izquierda y el kirchnerismo. Hasta logró reunir a empresarios desencantados del Gobierno.

La definición del paro abrió una grieta en la CGT. Mientras que un sector empuja para efectivizar la medida, el triunvirato y otro influyente grupo mantiene negociaciones en reserva con el Gobierno. En esos intercambios, se pactó no llegar con la marcha a Plaza de Mayo. Un supuesto pedido de Mauricio Macri.

Entre las negociaciones furtivas, hay una que sentenciaría al paro. Es la que llevan adelante los sindicatos del transporte. Un paro sin el transporte como aliado no es un paro.

Es posible que Pablo Moyano abandone la CGT. Su interna con el metalúrgico Francisco Gutiérrez no sería el único motivo. El kirchnerismo es su límite. No toleró ayer ver al pie del escenario a Aníbal Fernández ni a sus pares del consejo directivo cantar "vamos a volver". Salvo Schmid, el moyanismo evitó pisar la sede de Comercio. Rejuvenece así una interna que parecía en sepia, entre los Moyano y "los Gordos".

Hugo Moyano, Antonio Caló y Barrionuevo, los tres viejos jefes que facilitaron la unidad de la CGT, tampoco dan señales de cohesión. Lejos del sillón de Azopardo, siguen siendo los interlocutores gremiales que prioriza el Gobierno. Una postal que debilita al triunvirato de mando.

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