El gobierno dio marcha atrás y fue a rendirle pleitesía a Hugo Moyano

El gobierno dio marcha atrás y fue a rendirle pleitesía a Hugo Moyano

La relación entre Mauricio Macri pasó por diversas y muy contrastantes etapas, sobre todo en los últimos cuatro años. Desde el apoyo del camionero a su candidatura, hasta el intento de poner en prisión a su hijo Pablo, mucha agua corrió y otras tantas heridas se abrieron.

Al principio de su gobierno, Macri pagó los favores recibidos durante toda la campaña presidencial -medidas de fuerza contra Cristina incluidas-, designando como viceministro de Trabajo de Jorge Triaca a Ezequiel Sabor, hombre muy próximo a Hugo Moyano y a Hugo Barrionuevo. Su gestión fue efímera, ya que, una vez concretado el primer paro general, Macri decidió hacer tronar el escarmiento y lo desplazó de su cargo.

A partir de entonces, la relación entre ambos entró en un cono de sombras, hasta estallar en un enfrentamiento explícito. Mientras el gobierno trató de provocar a la familia Moyano, fogoneando la causa de los barrabravas de Independiente y el turbio caso de la empresa de correos OCA, e incluso apremió al juez Carzoglio (hoy suspendido por esta denuncia y con expediente de juicio político iniciado por Cambiemos) para poner preso a Pablo Moyano -tal como el propio juez denunció en su momento-, Hugo Moyano profundizó su discurso opositor y hasta selló una alianza política con Cristina Fernández de Kirchner.

Pero en política no está dicha nunca la última palabra y al gobierno de Cambiemos se le viene encima el año electoral, sumado al ajuste impuesto por el acuerdo con el FMI, que provocó ya una caída del 13 por ciento los salarios en 2018, y que el propio organismo internacional pronostica otro retroceso de alrededor del 15 por ciento para 2019, sumado a la pérdida de 250 mil empleos para el año recién iniciado. Por si esto fuera poco, el efecto Bolsonaro incrementó las presiones de empresarios y del FMI para retomar el tema de sacar como sea una reforma laboral, a los fines de precarizar el empleo, bajar los costos laborales y los resarcimientos judiciales en caso de despidos.

Por eso el presidente debió volver con la frente marchita, como dice el tango, y le encargó a su ministerio la recomposición de la relación. El encargado de hacerlo fue el ministro Dante Sica, pero el veterano camionero le hizo morder el polvo, haciéndole saber que sólo aceptaría reunirse con el gobierno en privado y en un lugar que él mismo fijara. Quería jugar de local y hacerle saborear a la administración Macri el amargo sabor de la frustración.

Así fue que el gobierno debió agachar la cabeza y encomendar al reemplazante de Triaca, Lucas Aparicio, como primera tarea, solicitarle esa reunión secreta y en su propio territorio que había exigido Moyano, deferencia que no se había tenido jamás con la conducción de la CGT.

La primera reunión se concretó pocos días antes de navidad, pero Hugo Moyano no apareció solo, sino que se hizo acompañar por su hijo Pablo, sobre quien parece haber perdido todo deseo de encarcelar.

El temario de la reunión giró en torno a tres ejes: la reforma laboral, las paritarias del año próximo y la relación del sindicalismo referenciado en Hugo Moyano con el gobierno. Iniciado de modo tenso, el encuentro terminó de manera cordial, sellándose una especie de pacto de no agresión, con la promesa de continuar con las reuniones durante el verano. De hecho, las conversaciones telefónicas se multiplicaron, y no faltó quien advirtiera un cierto gesto de satisfacción en el histórico camionero, ya que el apaciguamiento con el gobierno le permitiría tomar distancias deCristina, ya que el desprecio mutuo que profesa cada uno no pudo ser revertido ni siquiera por el espanto.

Fuentes extraoficiales dejaron traslucir la posibilidad de una nueva reunión para la semana en curso. En el entorno del camionero se comenta que una razón de fuste para acelerar el acercamiento con el gobierno fue el desánimo que se percibe en el cuartel de Cristina sobre sus perspectivas electorales, e incluso su escasa voluntad de enfrentar las exigencias que implica una elección que no está segura de si puede o quiere realmente ganar.

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