Gobierno sufre su "corralito" electoral con campaña anti PJ

Gobierno sufre su

EL OFICIALISMO OPTÓ POR NO EXPANDIR AL COLECTIVO OFICIALISTA Y SE ATÓ A MISMOS LÍMITES QUE CRISTINA - Cambiemos fijó su propio techo de votantes con la estrategia de polarizar ante el pan-peronismo que en provincia de Buenos Aires pendula entre 60% y 70% del electorado. La esperanza es Vidal para penetrar en la agenda social.

 

En la última elección legislativa de medio término en la Argentina, un combinado de peronistas y macristas encabezados por Sergio Massa trepó al 43,9% de los votos en la provincia de Buenos Aires y derrotó al kirchnerista Frente para la Victoria que con Martín Insaurralde capturó el 32,3%. Fue en 2013, comicios en el que dos peronistas se llevaron más del 70% de los votos como cabezas de lista. Esos comicios también funcionaron como un preámbulo de la caída de Cristina de Kirchner y Daniel Scioli, un resultado que provocó el vacío del peronismo en la cúspide del poder nacional y bonaerense tras 12 años ininterumpidos de gobierno.

Esta vez, y a tres semanas de las PASO del 13 de agosto, Mauricio Macri y Massa van separados, como adversarios directos que dividen electorado ante el cristinista frente de Unidad Ciudadana. El tandem Marcos Peña-Jaime Durán Barba optó como estrategia indiscutible, casi como verdad revelada, la necesidad de des-peronizar el armado electoral del colectivo Cambiemos en la provincia de Buenos Aires. El jefe de Gabinete y el consultor ecuatoriano fijaron así su propio techo electoral en la provincia de Buenos Aires, tara política que hasta ese momento sólo tenía Cristina de Kirchner. Entre la Presidencial 2011 y la 2105, el voto peronista en la provincia de Buenos Aires, a través de sus distintos candidatos, osciló entre el 60% y 70% del electorado. En la elección de medio término de 2013, Massa, Martín Insaurralde y Francisco De Narváez, todos autodefinidos soldados de Perón, capturaron casi el 80% de los votos en la provincia de Buenos Aires. El entonces jefe del Frente Renovador capturó 43,9% de los votos al incluir a tres candidatos del macrismo en la lista: Soledad Martínez -hoy primera candidata a concejal de Cambiemos en Vicente López y brazo político ejecutor de Jorge Macri-, Christian Gribaudo -alter ego político de Daniel Angelici, titular del Instituto de Previsión Social bonaerense y funcionario xeneize-, y Gladys González, actual candidata a senadora nacional por Buenos Aires del macrismo.

La estructura y superestructura del peronismo en la provincia de Buenos Aires se expresó también en la lista del FpV que encabezaba Insaurralde y logró 32,3%. Otro peronista exótico, hoy retirado de la política como De Narváez, arañó 5,43% con el exjefe del gremio de canillitas, Omar Plaini en su boleta. El predominio del PJ en la provincia de Buenos Aires, más allá del triunfo de Vidal, es tangible y evidente. Al menos como arma electoral. Sin embargo, ni Peña ni Durán Barba le dieron entidad de cara a estos comicios y montaron una campaña de tono antiperonista, sin incorporar a huérfanos o heridos del peronismo que quedaron sin caja ni techo partidario después de la debacle Cristina-Scioli en 2015.

Con el peronismo derrotado y de rodillas, Cambiemos se cerró sobre sí mismo en base a los acuerdos fundacionales con la UCR de Ernesto Sanz y la Coalición Cívica de Elisa Carrió. Sólo el Partido FE de Gerónimo "Momo" Venegas le aportó un barniz peronista que no llegó a decantar en una "pata peronista" como sugería armar Emilio Monzó. Hoy el presidente de la Cámara de Diputados ingresó en estado de hibernación y no participa de la campaña. Aún paga el pecado original de sugerir en voz alta la incorporación al Gobierno nacional de cuadros peronistas como Florencio Randazzo, Julián Domínguez u Omar Perotti.

Cambiemos no sólo subestimó a Cristina de Kirchner sino también la volatilidad del electorado bonaerense. Ni en agosto ni en octubre estará Aníbal Fernández como archinémesis de Vidal o, en este caso, de Esteban Bullrich. 

A diferencia de Cristina que arrancó con un techo y piso similar, el colectivo oficialista Cambiemos empezó la campaña con un piso de 30/35% pero sin techo. La estrategia proselitista anti peronista de identificar a todo el pan PJ con las siete plagas que azotan a la Argentina, en un contexto de inflación, recesión y pérdida de empleo, ahuyentó al electorado peronista, casi 70% del padrón. La Casa Rosada construyó así su propio "corralito" electoral.

Las salidas espasmódicas de Macri a municipios ultrakirchneristas como La Matanza o Avellaneda para intentar pegar un volantazo de campaña pueden llegar demasiado tarde. Cambiemos no sólo subestimó a Cristina, también subestimó las napas electorales peronistas de la provincia de Buenos Aires, demasiado profundas para reemplazarlas en dos años.

La única capaz de penetrar en la agenda social en Cambiemos es Vidal. Tiene una extracción política, y hasta social, que difiere del staff hiperprofesionalizado y tecnócrata del gabiente de Peña. Ayer, por primera vez, la gobernadora mencionó la palabra "ajuste". En una entrevista televisiva, Vidal destacó el despegue de la obra pública pero advirtió: "No se le puede pedir más a la gente. Tenemos que volver a tomar la confianza de la gente, y la gente tiene que sentir que (los políticos) estamos dispuestos a pagar el costo".

En un distrito "amigo" como Quilmes, la gobernadora salió a la caza del voto "papis". Acompañada por la precandidata a diputada por Cambiemos Graciela Ocaña y por el intendente local, Martiniano Molina, Vidal participó del programa "Vacaciones para compartir", que se ofrece en ese partido de la tercera sección electoral a los chicos de trece municipios para que puedan disfrutar de películas en forma gratuita. Hoy y mañana, se mostrará en La Plata y Mar del Plata con Elisa Carrió. También Esteba Bullrich se dedicó a hacer campaña en vacaciones de invierno y fue a San Miguel a un centro de desarrollo Infanto Familiar junto al primer candidato a concejal, Pablo de la Torre

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