CGT gruñe para llamar la atención del Gobierno

CGT gruñe para llamar la atención del Gobierno

Moyano, Caló y el sector de Barrionuevo amenazaron otra vez con un documento crítico. Se juramentaron una conducción de triunvirato frente a la presión de Venegas y Viviani por un jefe único.

"Tenemos que ponernos a la cabeza porque si no, van a ir por nuestra cabeza". La sentencia, que remite a una frase de Juan Perón que suele martillar sobre los dirigentes sindicales infieles entre las bases obreras, fue utilizada ayer por Carlos Acuña, nominado para ser uno de los futuros jefes que tendrá la CGT, para graficar lo inexorable de un plan de lucha a cargo de la central sindical a partir del 22 de agosto, una vez resuelta la unidad. Las tres fracciones de la organización se reunieron ayer con un doble propósito: mostrarle los dientes al Gobierno para arrancarle medidas, y dar una señal hacia otros sectores de que la futura conducción será mediante un triunvirato. 

La reunión se llevó a cabo en una biblioteca que el gremio de Camioneros montó en un local de Caballito que antes explotaba el sindicato de taxistas. Fue un intento infructuoso para despistar a los periodistas que aguardaban a los dirigentes en el barrio de Constitución, sede central del imperio Moyano. 

Hasta Caballito llegaron al mediodía, además del anfitrión, Acuña (estaciones de servicio), Héctor Daer (Sanidad), Juan Carlos Schmid (portuarios) -los tres nombres más próximos a integrar un triunvirato de secretarios generales-, el metalúrgico Antonio Caló (UOM), Andrés Rodríguez (estatales, UPCN), Abel Frutos (panaderos), Jorge Sola (empleados de seguros), Amadeo Genta (municipales), Omar Maturano (maquinistas, La Fraternidad) y Mario Caligari (colectiveros, UTA).

El encuentro no tenía otro propósito formal que el de avanzar en el armado de dos actos propios del folclore sindical: un plenario de secretarios generales, pautado para el 5 de agosto, y el congreso de reunificación del 22 de ese mes. Para el primer acontecimiento los dirigentes esperan llegar con el texto consensuado de un documento crítico a la gestión del Gobierno en el plano económico, a la luz sobre todo del impacto de los tarifazos entre los asalariados y de la persistencia de la inflación en niveles altos. 

El armado de ambos actos, sin embargo, generó el marco adecuado para una nueva escalada verbal de los dirigentes en su constante tira y afloja con el Gobierno. Ese in crescendo de amenazas de futuras medidas de fuerza tiene como banderas formales la necesidad de medidas para los asalariados (paliativos en las tarifas, reducción del Impuesto a las Ganancias, subas para jubilados) y en lo esencial, reclamos más pedestres e inmediatos, como el pago comprometido por el Ejecutivo de $2.700 millones de pesos extra para las obras sociales sindicales, como adelantó este diario. 

En el equipo de Mauricio Macri no parecen todavía muy impactados por el nivel de las advertencias. Los funcionarios suelen responderlas con un aire de suficiencia por entender que se trata de pirotecnia verbal, sólo destinada a acelerar el cumplimiento de las promesas financieras. O al menos eso dicen los ministros que los sindicalistas les aclaran en los encuentros reservados.

Ayer, de todos modos, se repitió la ceremonia, con dirigentes que hablaron de posibles paros nacionales luego de la unidad: "Nos están llevando a una huelga. El Gobierno hace que nos una el espanto", se sinceró Acuña, portavoz de Barrionuevo y su delegado en la eventual conducción de trío que por ahora es la opción más firme. En la misma línea hablaron los referentes de los otros sectores. 

El otro eje del encuentro fue solidificar el esquema de triunvirato acordado por los grupos internos mayoritarios. Coincidieron ayer en esa línea Moyano y sus aliados, los "gordos" representados por Daer y el sello "Azul y Blanca" de Barrionuevo, con Acuña como miembro informante. 

"No podemos tener una conducción de cinco o seis compañeros o una indeterminada cantidad de secretarios generales", aseguró Daer tras la reunión. Fue una respuesta a los planteos de dirigentes no alineados todavía a las gestiones por la unidad, como el rural Gerónimo Venegas (Uatre) y el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA), que coordina el taxista Omar Viviani. En el primer caso se trata de una acción de Venegas con el auspicio del Gobierno (fue el único dirigente en respaldar abiertamente a Macri en la campaña) destinada a intentar ponerse a la cabeza de la CGT con el apoyo de medio centenar de sindicatos que integran hoy la CGT de Moyano. 

Mientras que el MASA aspira en lo visible a ubicar al ferroviario Sergio Sasia como único líder de una futura CGT, más allá de que esa pretensión pareciese demasiado ambiciosa en el contexto interno de la central. Ayer el propio Viviani desmintió a medias a este diario: negó que fuese posible abrir una nueva sucursal de la CGT por disconformidad del actual proceso de unidad, pero confirmó que quedará al margen de las gestiones si su sector no es puesto en pie de igualdad con el resto. 

Otro que se anotó en la grilla es el bancario Sergio Palazzo, con el apoyo de algunos gremios ex MASA, quien mantiene buena relación con Moyano y Barrionuevo a la espera de un lugar expectante en la futura estructura.

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