En su historia de dos siglos la Provincia nunca tuvo una política de nocturnidad

En su historia de dos siglos la Provincia nunca tuvo una política de nocturnidad

A lo largo de los tiempos la provincia de Buenos Aires no tuvo una política de nocturnidad ni siquiera mínima para regular una parte de la convivencia social. La falta de iniciativa estatal, la mirada cortoplacista, pero sobre todo la ausencia de comprensión del problema hizo que a doscientos años de su fundación como entidad política no haya respuesta para uno de los flagelos más grandes que lesiona el cuerpo social. ¿Qué falló?.

 

El 18 de febrero de 1820 la provincia de Buenos Aires se constituyó en una entidad política autónoma y designó a Manuel de Sarratea como su primer gobernador provisorio después del breve paso de apenas unos días de Matías Miguel de Irigoyen como gobernador intendente. Por lo tanto, en breve los bonaerenses cumplimos 200 años, que son jóvenes si se miden en una escala histórica, pero con el suficiente tiempo como para habernos dado una organización como Estado mucho más efectiva que la actual.

Uno de los problemas muy grandes en este período histórico lo protagoniza el caos de la nocturnidad, pero ahí recortamos la medición y nos vamos a los últimos 25 o 30 años, oportunidad en la que comenzaron a darse las primeras señales de alarmas que fueron desatendidas en su mayoría y no entendidas en el breve lapso que duró el primer gran debate de la temática, en el año 1996, cuando el ex gobernador Eduardo Duhalde impulsó el decreto 1555/96 que fijaba horarios nocturnos para establecimientos de la noche.

Llegábamos a esos días de 1996 con estadísticas verdaderamente preocupantes en consumo de drogas, irrupción en el mercado de algunos nuevos estupefacientes y un desmedido aumento en la ingesta de alcohol. Esa situación llevaba a que la noche sea incontrolable tanto para el Estado provincial como para los municipios.

 

Duhalde, asesorado en ese entonces por Juan Alberto Yaría, quien ocupaba el cargo de Secretario de Prevención de Adicciones, introdujo un debate fenomenal de la problemática, habilitando a la política de esos días y a varios actores sociales a discutir acerca de que noche queríamos para la juventud.

Aquellos que nos tocaba tener responsabilidad en algún nivel de conducción en juventudes políticas como en mi caso la UCR, hicimos una fuerte movida opositora a ese decreto 1555/96 que en definitiva facultaba al Poder Ejecutivo a meter mano sobre los horarios para el funcionamiento de los comercios de la noche, fijando un tope hasta las 3 AM entre marzo y noviembre, y hasta las 4 AM el resto de los meses del año. Había también algunas consideraciones para la minoridad, venta de bebida alcohólica y demás.

Una legislación efímera

 

En lo legal, Duhalde se tomó del artículo 9 de la ley 11.582 del 6 de enero de 1995 que decía que la Provincia fijaba los horarios de la actividad nocturna, y reglamentó en función de eso. Pero después de tiempos de frustraciones y críticas, en enero de 2001 la Legislatura bonaerense aprueba la ley 12.588, de autoría del diputado radical Germán López, otorgando a los municipios la responsabilidad de fijar los topes horarios, incluso esa idea contó con el aval del gobernador Carlos Ruckauf que también antes había dejado sin efecto aspectos parciales del decreto 1555/96.

En la práctica, el decreto 1555/96, -que llevó meses de debate público, marchas y eventos de oficialistas, opositores e instituciones religiosas-, nunca funcionó por varias razones como por ejemplo lo forzado de una legislación que no tenía consenso entre protagonistas de la nocturnidad, falta de coordinación con estados vecinos como CABA, Santa Fe, Entre Ríos, La Pampa, Córdoba o Río Negro (los jóvenes cruzaban límites provinciales y aumentaba considerablemente la posibilidad de accidentes de tránsito); la ausencia de una política de transporte público urbano que por lo general dejaba sin cobertura adecuada la franja de horario de cierre, por lo que se terminaba viendo a jóvenes merodeando en la calle y ocasionando disturbios; la ausencia de capacidad operativa de la provincia para ejercer el control, entre otros ítems.

Pero hay una cuestión que la debemos valorar con el tiempo acerca de la iniciativa de Duhalde y Yaría, y es que aún desde el error introdujeron por primera vez en agenda el debate sobre la nocturnidad, y además nos dejaron la enseñanza a todos los actores sociales de que una política acertada para ese segmento debe debatirse incorporando inexorablemente al conjunto: adolescentes, jóvenes, familias, propietarios de locales nocturnos, empleados y sobre todo los efectivos de seguridad privada, además obviamente de las agencias estatales involucradas.

 

Esa enseñanza es el aspecto valorable del cuestionado decreto 1555/96, y es hoy, -a doscientos años de la fundación de nuestra Provincia-, el hito que hay que recordar para empezar a debatir sobre nocturnidad luego del violento comienzo de 2020, con incidentes graves y hasta una víctima fatal como fue el caso del joven Fernando Báez Sosa en la verdad del boliche gesellino Le Brique.

La política bonaerense no entendió nunca de qué se trató todo esto, ni siquiera en el período de tensión comprendido entre 1996 y 2001, cuando se muestra convencida de que al sancionarse la ley 12.588 se reparaba el “error” del decreto 1555/96.

Fallas sistemáticas

 

Los límites horarios, la prohibición de venta de bebidas alcohólicas, las campañas de prevención son todas medidas puntuales desesperadas que no responden a la política de Estado que hace falta, más bien son cuestiones esporádicas, o sea que llegan y se van, o se hacen con poca frecuencia.

La dirigencia en general debe entender que si no se elabora una auténtica política de Estado con la nocturnidad, que incluya “sí o sí” a los adolescentes y jóvenes como protagonistas centrales, se estará ante un histórico fracaso, ya que los “grandes” no entendemos códigos que a niveles adolescentes y juveniles van mutando sistemáticamente. Ningún sociólogo, psicólogo u “opinólogo” en general tiene una idea clara de lo que está ocurriendo, sí saben que algo pasa pero al no ser parte de esa tribu lejos están de encontrar una respuesta que satisfaga.

Decíamos en nuestros juveniles años de 1996: “….el Estado tiene que ofrecer el escenario y el marco legal, los jóvenes tenemos que ser quienes opinemos sobre nuestros problemas y nuestra forma de ver el momento….”. Hoy, a 27 años de esos tiempos seguramente el reclamo debe ser el mismo, aunque alarma que actualmente la juventud no tenga un mínimo de organizaciones que la represente como antaño.

 

Una agenda para empezar

Quienes encabezan la conducción de los diferentes niveles del Estado en estos momentos tienen la oportunidad histórica de elaborar por primera vez una política sobre nocturnidad que contemple los siguientes puntos:

a)    Declaración de emergencia en el sector.

b)    Disponer de una mesa interdisciplinaria con la cabeza del Estado provincial, pero integrando a todos los municipios de los diferentes colores políticos.

c)    Hacer una rápida convocatoria a participar de la misma en foros que se realicen en toda la provincia de manera simultánea, con la participación indispensable de los deportes colectivos (fútbol, rugby, básquet, vóley, y otros), los jóvenes de diferentes cultos, propietarios de locales nocturnos, trabajadores del sector, agencias de seguridad que prestan servicio con personal como porteros, custodios o “patovicas”.

d)    Convocar a líderes sociales (youtubers, instagramers, deportistas reconocidos, artistas, artistas callejeros, freestyler, MC, trap, hip hop, por citar algunos nichos a incorporar) para crear una instalación contundente de la necesidad de políticas para el sector, y lograr que se involucren hasta los grupos que descreen absolutamente del mismísimo Estado.

e)    Crear un Instituto que diseñe políticas que surjan de eventos del mismo sector, y que además los interprete mediante técnicas de estudio de opinión pública, focus group, reuniones y encuentros formales e informales, entre otras cuestiones.

f)    Crear un grupo operativo dentro de la jurisdicción de Seguridad, con la participación de ONGs que reporten antecedentes de trabajo en la materia, para recibir denuncias incluso anónimas y avanzar sobre la presencia de menores en locales nocturnos, situaciones de violencia, violencia de género, o discriminación, y dentro de la emergencia decretada brindarles poderes especiales para actuar con clausuras provisorias o definitivas de las firmas comerciales que no cumplan con la legislación, e inhabilitaciones de por vida a sus titulares para explotaciones similares en territorio provincial.

Si usted leyendo estas líneas encuentra que en el pasado inmediato se planificó algo similar en la Provincia sería de un verdadero hallazgo, pues nada se hizo con seriedad.

Lo que vimos, y no hicimos

El problema que en 1996 vio Duhalde por un lado, y quienes estábamos en la vereda de enfrente por el otro era el mismo, y tuvo que ver con que si no engrasábamos las ruedas del carro para que este se mueva con más agilidad el futuro nos iba a encontrar no solo con descontroles y ruidos molestos, sino con sangre y una violencia en ascenso que un día sería imparable.

Y finalmente el día del que hace 27 años hablábamos llegó, y lo imperdonable es que en casi tres décadas de la advertencia nada fuimos capaces de hacer. Salió Duhalde, llegó Carlos Ruckauf, pasó Felipe Solá, luego Daniel Scioli, después María Eugenia Vidal y ahora Axel Kicillof. Nada efectivo se hizo, solo decepción y falta de compromiso. Solo caos por un lado y esconder el problema por el otro.

Que el cruel asesinato de Fernando Báez Sosa sirva para hacer un cambio histórico mediante la unidad de la dirigencia actual, y así evitaremos más muertes en un futuro que ya llegó lamentablemente, que está entre nosotros y que nos recuerda todo lo que dijimos que íbamos a hacer y no hicimos.

Lo que puede venir

La agenda de violencia en el mundo está al rojo vivo, es cierto, y cada región del planeta tiene diferentes modalidades. Nosotros nos enfrentamos con la que estamos tratando hoy, pero así como en el 96 varios anticipábamos lo que nos podía suceder si no actuábamos, ahora tenemos el deber de sostener que la próxima mutación será aún peor, y solo miremos a Estados Unidos con masacres como el concierto de Las Vegas en octubre de 2017 (58 muertos), el club gay de Orlando, en 2016 (49 muertos), la escuela Sandy Hook en Newtown, Connecticut en diciembre de 2012 (26 muertos), la Iglesia de Sutherland, en Texas en noviembre de 2017 (25 muerto), fiesta de San Bernardino, en California durante diciembre de 2015 (14 muertos), cine en Denver en julio de 2012 (12 muerto), y así podemos seguir por largo tiempo.

No esperemos que la mutación próxima introduzca más violencia, no esperemos que haya más sangre para de nuevo analizar nuestros fracasos. El imperativo tan terrible de nuestra época es actuar, y esta vez vencerle al odio y a la indiferencia.

 

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