El jefe de la JP sindical de los 70, a 46 años del asesinato de Rucci: “Nunca escuché a Perón hablar de exterminio”

El jefe de la JP sindical de los 70, a 46 años del asesinato de Rucci: “Nunca escuché a Perón hablar de exterminio”

José Luis Pirraglia estuvo con el General en las horas siguientes al atentado montonero y niega que éste haya ordenado una masacre. Pero afirma que es imposible medir el daño causado: “Para formar un dirigente sindical se necesitan 20 años”

“¿Cómo medir el daño cuando matan a José Rucci?”, dice Pirraglia al evocar el asesinato del secretario general de la CGT por Montoneros, el 25 de septiembre de 1973.

Apenas dos días antes, el 23, Juan Domingo Perón había ganado las elecciones presidenciales con el 62 por ciento de los votos. Aquel crimen fue un desafío directo a su liderazgo y un sabotaje al naciente proceso democrático, luego de 17 años de proscripción del peronismo y de exilio de Perón.

Rucci era uno de los más estrechos colaboradores del Presidente electo y, dice Pirraglia, “ellos sabían que le mataban al hijo que no tuvo”.

Este veterano dirigente sindical asegura que en Ezeiza “a Perón lo quisieron matar” y está convencido de que detrás de los asesinatos de los sindicalistas José Alonso y Augusto Vandor, e incluso del de Pedro Eugenio Aramburu, había “un plan orquestado con el gobierno de Onganía y cuya ejecución nació de La Plata”, aludiendo al papel jugado por el general Francisco Imaz, ministro del Interior del régimen de facto instaurado en 1966 e Interventor de la provincia de Buenos Aires hasta junio de 1969.

Siendo muy joven, José Luis Pirraglia había sido secretario general de la seccional San Martín del gremio de los textiles. Conoció a Rucci en las reuniones de la CGT y éste lo designó jefe de la Juventud Sindical Peronista. En 1973, tras la renuncia forzada de Rodolfo Galimberti, fue nombrado, junto a Julio Yessi, como representante de la rama de la Juventud en el Consejo Nacional Peronista.

Con excepción del período en el que la dictadura intervino el gremio, Pirraglia permaneció en textiles hasta 1992. Luego pasó a cooperar con el sindicato de Municipales que lideraba Amadeo Genta. Actualmente es vicepresidente del Consejo Económico y Social de la Ciudad de Buenos Aires (CESBA).

Respecto a la militancia juvenil actual, Pirraglia dice que “es muy difícil seguir el ejemplo de José, que por ahí se quedaba a dormir en la CGT dos, tres, cuatro días, como Saúl (Ubaldini)”. Y rescata el compromiso de aquellos peronistas que pasaron “18 años defendiendo la doctrina sin ser candidatos a nada”, mientras que la juventud actual “vive de la política”.

José Rucci

— Se cumple otro aniversario del asesinato de José Ignacio Rucci. ¿Cómo fue su vínculo con él?

— Yo en ese entonces era secretario general de los textiles de San Martín. Y participaba siempre de las reuniones de las delegaciones regionales, porque José convocaba a las delegaciones regionales para que participaran en cualquier decisión. En ese ínterin, yo paso a integrar el Consejo Superior Peronista y él seguía siendo secretario general de la CGT. No sé si saben cómo fue la designación de Rucci, él había ido de interventor a la UOM de San Nicolás porque no la podían manejar. Y de ahí pasa a ser secretario general de la CGT.

Rucci tenía un vínculo muy cercano con Adelino Romero, que era el secretario general de Textiles en ese momento, y venía mucho al gremio. Cuando (el general Alejandro Agustín) Lanusse era presidente, se ponían de acuerdo los dos: Rucci era el que toreaba y Adelino el que negociaba; todos trabajando en función del retorno de Perón. Entonces lo mandaban a Rucci a torear con que iban a parar. Y entonces: “¿Y?” “No, todavía no me llamó”, porque llamaba Lanusse directo cuando estaban negociando el retorno.

— Tenía un papel central en esa estrategia entonces.

— Sí, sí, sí. Pero además José era un dirigente sindical. Recuerdo un plenario que se hizo en Rosario... son cosas difíciles de olvidar. Vinieron los cordobeses, que estaban agrandados con el Cordobazo y como los cordobeses son bastante verborrágicos, se mandaban unos discursos, “y porque nosotros, los gobernadores...” José, que era un gallito de riña, se paró arriba del escritorio donde estábamos haciendo la reunión y dijo: “Compañeros, ustedes cambian gobernadores, pero nosotros cambiamos gobiernos”.

José Luis Pirraglia junto a Perón

— ¿Tenían ustedes temor de que Rucci fuese asesinado?

— Nosotros siempre estábamos expuestos; nuestra pelea con los sectores de izquierda fue una cosa permanente. Entonces nunca se descartaba. Para armar un dirigente sindical, nacional, necesitas 20 años. Un dirigente sindical en serio. O sea, hablando de un dirigente sindical que hace la primaria, la secundaria, y después va a la universidad. Primero es delegado en la fábrica, después en su seccional, de su seccional va al Consejo Directivo. Y ahí tenés un dirigente sindical con muchas vivencias. En San Martín yo fui secretario general con 24 años. La gente venía al gremio a hablar con el secretario general y esperaba encontrar un viejo, gordo, de bigote, y se encontraba con un pibe; entonces me costaba casi el doble, para enfrentar los conflictos y todo lo demás. Teníamos 19.500 afiliados y tenía 300 comisiones internas. 300 comisiones internas. Vos ahí tenés que aprender sí o sí, porque estás en el medio, entre la patronal y los trabajadores, porque cuando tenés que armar la conducción de la seccional tenés que poner a doce de los trescientos. Hay que tener un poder de negociación como para hacer que parezca que todo el mundo se hizo cargo de esas doce designaciones porque si uno empieza con el dedo termina dividiendo el gremio.

— Esa experiencia sindical que forma un dirigente lleva mucho tiempo.

— Sí. Cuando lo matan a José nadie puede medir cuál es el daño o qué retraso tiene el movimiento obrero para lograr sus objetivos. Porque, por ejemplo, quedaba claro, cuando fue la muerte de (Augusto) Vandor, de (José) Alonso y de (Pedro Eugenio) Aramburu, que era un plan que se había orquestado con el gobierno de Onganía y que la ejecución nació de La Plata. Esas cosas nunca se miden. Es decir, qué le pasa al movimiento obrero. Porque la gente cree que matan a uno y se pone a otro y ya está. No, no, no, no es así, se resienten muchísimo las conducciones.

— ¿Usted quiere decir que detrás de todos esos asesinatos había un mismo objetivo?

— Sí.

— ¿Una misma cabeza?

— Sí, sí. Seguro. Seguro.

— ¿Tuvo oportunidad de ver a Perón en los días posteriores a la muerte de Rucci?

— Sí, el mismo día. El mismo día, porque nos convocó. Nos convocó a la Casa de Gobierno.

— Al Consejo Superior.

— Al Consejo Superior, sí. Y esa cara de enojo, esa cara de enojo, tenía una bronca que…

— ¿Recuerda qué decía?

— El General tenía claro de dónde venía el golpe y ellos sabían que le mataban a un hijo que Perón no tuvo. José iba a Gaspar Campos y le manoteaba cosas de la heladera (risas). Tenía un vínculo muy especial.

— En ciertos libros sobre aquella etapa, hay una tendencia a responsabilizar a Perón por la represión ilegal que siguió después. Se le atribuye haber ordenado una masacre. ¿Reaccionó él de esa manera? ¿Qué hizo respecto de los sectores que habían matado a Rucci?

— Perón tenía claro que había que desprenderse de algunas cosas. Por eso cuando habla de “los sabios y prudentes” [N.de la R: en referencia a sindicalistas como Rucci] es cuando los echa de la plaza [a Montoneros]…

— En el discurso del 1° de Mayo de 1974.

— Sí, yo después de eso le digo: “General, cuando usted se fue de Argentina en la plaza entraban, con las calles cubiertas, 120.000 personas. Usted se fue y volvió y entonces ahora entran 2 millones. Y cuando usted echa a un cuarto de la plaza, echa 500.000, no echa a 25.000 o a 20.000”. Perón se reía, porque era la verdad. La plaza fue medida desde todos los lugares y no entran más de 120.000 personas, ésta es la verdad.

— Hay varios historiadores, investigadores, que dicen que usted estaba presente cuando Perón dijo que había que exterminar a la subversión marxista...

— Yo no estaba, si lo dijo yo no estaba. Nunca le escuché a Perón decir eso. Lo que pasa es que Perón estaba por encima de todas esas cuestiones…

Perón junto a José Rucci

— ¿Nunca escuchó que dijera eso?

— No. No creo que lo haya dicho. No, no, para nada. Para nada. Eso de que había que exterminar… Lo que pasa es que también se habla por ahí mal de la Juventud Sindical. Que era una fuerza de choque y qué sé yo, y yo que fui el conductor de la Juventud Sindical, el armador de la Juventud Sindical, digo que nosotros estábamos defendiendo al movimiento obrero y tratando de generar dirigentes desde ahí. Casi todos los que estaban en la Juventud Sindical llegaron a la conducción de su gremio. Ese era el objetivo, y armar trabajos con la juventud.

— Usted era referente de un sector de la juventud, la JP sindical. Se dice que Perón intentó tender puentes, aún después del asesinato de Rucci, con la juventud del otro sector, cercana a Montoneros. ¿Usted asistió o participó de esos intentos?

— No, porque eran negociaciones que Perón llevaba personalmente. Pero sí me acuerdo cuando hizo la reunión con los representantes y les puso los canales de televisión para que transmitiesen lo que les dijo.

— Con los diputados de la Tendencia.

— Exacto. Porque él tenía que poner distancia sí o sí. O sea, a Perón lo quisieron matar. A Perón lo quisieron matar, ésta es la verdad.

— ¿Matar físicamente?

— Físicamente. Lo de Ezeiza. Otra cosa que uno tiene que tener claro es que, por ejemplo, Cámpora iba a Gaspar Campos y Perón no lo atendía. Y él se quedaba media hora dando vueltas adentro y después hacía declaraciones como si hubiera estado con el General. Porque Perón ya le había descubierto el juego. Cuando le lleva la lista de los ministros que había designado, le lleva cinco. Perón le dice: “Cámpora, el presidente es usted. Usted es el que tiene que designar a los ministros”. Entonces Cámpora se va, “Gracias general”, que esto y que lo otro. Le decíamos: “Él le vino a preguntar y usted le podría haber dado una mano”. “Que me traiga toda la lista, si él me trae toda la lista, entonces yo opino”. Pero Cámpora le lleva solamente a los que Perón no iba a cuestionar y no lo lleva a (Esteban) Righi, ni a otros… Yo le pregunto qué había pasado con Cámpora. Y él me dijo: “¿Sabe lo que pasa m´hijo? Son las alfombras rojas de la casa de gobierno. Cuando está ahí sentadito y arriba de él no hay nadie, hay gente que trabaja para que él asuma un liderazgo que…” Los que conocemos bien la historia, sabemos que Perón ya había cortado ese vínculo.

— Algunos seguidores de Perón no parecen conocer del todo bien esa etapa.

— Sí, sí. Lo que pasa es que… nosotros vivíamos haciendo política. Dieciocho años defendiendo la doctrina sin ser candidatos a nada. Esa es mi generación. Y ahora viene una generación que vive de la política. Entonces la política para algunos se transformó en un laburo. Entonces, parece igual pero no es igual.

— ¿Qué les diría a las nuevas generaciones como conclusión de aquella experiencia, de lo que pasó con Rucci? ¿Cómo se llegó a ese nivel de desencuentro para que jóvenes que se decían peronistas mataran a un referente tan importante del movimiento obrero, mano derecha de Perón?

— Lo que hay que sacar de esa experiencia es que si hubiese habido varios Rucci, Rucci estaría vivo. Hoy por ejemplo veo poca actividad gremial. Pero si uno quiere proteger a los compañeros que tienen un liderazgo, hay que hacer una política de reproducción de esos compañeros. Hay que mirar el ejemplo de aquellos compañeros. Entregaban su vida y sus mujeres tuvieron que ir a trabajar. Fueron ejemplo, porque vivían como hablaban.

— ¿Qué imagen cree que le está quedando a la juventud de lo que pasó en los 70? ¿Es correcta la imagen que se transmite sobre lo que pasó?

— Creo que lo de Rucci es muy difícil relatarlo, porque estamos hablando de un dirigente sindical que tenía un peso enorme dentro de la CGT, pero es muy difícil tomar el ejemplo de José. Porque hay algunos detalles… José por ahí se quedaba a dormir en la CGT dos, tres días, cuatro días, como Saúl (Ubaldini). Porque vivían sus obligaciones con una intensidad que no es fácil de relatar. Porque después viene una dirigencia totalmente diferente.

— ¿Tiene esperanzas para el país hacia el futuro?

— Vengo sosteniendo que si el movimiento obrero no está donde se deciden las cosas, esto no tiene arreglo. Porque nadie mide en realidad el poder que tiene el movimiento obrero. Es como que le quitan poder y siempre que es criticado un dirigente es para descalificar a todo el gremio. Y yo digo que el movimiento obrero tiene que estar. Porque es el segundo dador de trabajo después del Estado. Porque maneja más del 50 por ciento de la salud de todo el país. Porque tiene más habitaciones de turismo que cualquier nacional o multinacional. Porque tiene emprendimientos educativos. Es un actor muy importante. Además, los gremios son más importantes que los hombres que puedan tener algún cuestionamiento o hayan tenido algún pecado. Cuando alguien habla mal de un dirigente, yo pregunto: “Che, ¿vos sabés quién es el secretario general de Salta de Camioneros? ¿Y sabés quién es el secretario general de Catamarca de Textiles?” Nadie puede responder. Los gremios tienen seccionales en todo el país, en todas las comunas…

— ¿En este momento se le está dando al movimiento obrero la participación que le corresponde?

— No, para nada.

— ¿Y en un eventual futuro gobierno de Alberto Fernández?

— Están hablando. Están hablando. Esa una decisión para mí fundamental. La única forma de entender algunas cosas es cuando uno es parte. Uno, estando donde se deciden las cosas, tiene posibilidad de defender el salario mejor que estando afuera. Tiene la posibilidad de conocer exactamente cosas del país que no salen en los medios. Pero, está eso de que “son corporativos”. Antes todos hablaban de las corporaciones. Pero cuando vinieron las corporaciones en serio nadie más habló de las corporaciones. Nadie más. Los corporativos éramos nosotros. ¿Y la corporación financiera? ¿Qué representa? Por eso es que la gente no tiene acceso al crédito. Por eso es tan difícil establecer planes de vivienda que se puedan pagar. Por eso es muy difícil tener un control de los precios. ¿Cuál es la cadena de valor de los precios? ¿Cuánto hace que se pide la Ley de Góndolas? Como no hay ley contra los monopolios… El único que dijo algo de eso fue (Donald) Trump: yo no tengo problema con que (las empresas) vayan a otros países, pero que le den trabajo primero a los de acá...

— ¿Eso cómo se aplica a la realidad argentina?

— La Argentina tiene que tener muy claro para dónde quiere ir y tiene que trabajar fervientemente para generar empleo. Hasta ahora todos los ajustes fueron fracasando. Desde Rodrigo para acá, o desde Alfonsín para acá, cada uno que vino con un plan de ajuste fracasó. Y éste también. Entonces si los europeos se unen para tener más fuerza nosotros, en la CGT, ¿nos dividimos para tener menos fuerza? Es un error. ¿Cuáles pueden ser las diferencias entre las cinco CGT? Si todos defienden trabajadores. A ver, ¿Qué diferencia que pueden tener? El movimiento obrero tiene que estar donde se definen las cosas. Pero también tiene que revisar su actividad, tiene que resolver el tema de los precarizados. Por ejemplo, en el año 83 voy a un plenario de delegados en Mar del Plata. Y los delegados de Mar del Plata defendían el trabajo en negro. Yo no podía entender: “¿A ustedes les contaron de la jubilación, de los beneficios sociales…? ¿Saben que los sindicatos son fuertes o débiles a partir de los compañeros? ¿Qué sindicato quieren?” Me dicen: “Tenés razón, pero resolveme el tema, porque si no trabajo en estas condiciones no trabajo”. Hablo del año 83. Y seguimos igual. El trabajador me dice que no haga la denuncia porque se queda sin laburo. Resolveme el tema del laburo. Hay temas que si no se arreglan con el gobierno y el movimiento obrero no tienen solución.

— Y los empresarios…

— Sí, hay que atacar el tema empresario y resolver el problema de los impuestos. Ahora, si vos leés a (Michael) Porter en Las ventajas competitivas de las naciones, él tira por los aires esta cosa de que el salario es el que condiciona. Habla de los países que crecen a partir de la voluntad de sus pueblos: Holanda, que no tiene territorio, es el mayor exportador de flores; Japón, que no tiene petróleo ni acero, gran exportador industrial. Japón pagaba los salarios más altos. Porter tira por tierra con todas estas cosas de que el salario es el que condiciona. Es mentira.

 

 

Por Claudia Peiró

Por Facundo Giampaolo

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