Malas lenguas 1163

Malas lenguas 1163

Inicio. El envío del presupuesto 2020 por parte del ejecutivo municipal trajo los primeros chisporroteos, lejos de las sonrisas y amabilidades formales que suelen intercambiar Guillermo Montenegro y Fernanda Montoto Raverta. Hay sólo 10 mil votos en juego que pueden torcer la voluntad de gobierno en la ciudad en los próximos comicios. La consigna es que Montenegro respire, pero que no brille. La limada que se viene por el presupuesto ya la adelantó Virginia Sivori. La edil apuntó que los vecinos han sufrido mucho por las políticas de Cambiemos (ya no se menciona a Carlos Fernando Arroyo) y sostiene que, en los últimos 4 años, las tasas subieron un 383%. Lejos de la justificación del impuestazo provincial, el discurso en lo local apunta a dejar el presupuesto muy justito, como para que funcione la comuna, pero en mínimos.

Cortito el viaje. Guillermo Montenegro sorprendió a todos designando secretario de Gobierno a Santiago Bonifatti. Durante las primeras semanas, la consigna era: “hablen todo con Santi”. Algo no anduvo bien, porque la designación de Alejandro Rabinovich como jefe de gabinete implica el primer cambio importante en la gestión. Una de las causales puede ser la dinámica de trabajo. Al producirse la crisis de monóxido de carbono en el hotel de FOEVA, el intendente corrió presto al lugar, tratando de poner a los elementos municipales al servicio de los afectados. Mucho le extrañó no ver allí al secretario de Gobierno, en tanto personal de Defensa Civil estaba en el lugar. Al día siguiente, Montenegro le preguntó a Bonifatti por qué no había concurrido. La respuesta fue “llamé por teléfono, estaba todo bajo control, así que no creí que hiciera falta ir”. Recibió por respuesta un amable “no, Santi, no es así, hay que ir, hay que estar”. En fin, la bota de potro no es para cualquiera.

Gente como uno I. La chirinada mediática en torno a la expulsión de una pareja gay del balneario Ocean ha provocado un titulillo para este verano, ausente por ahora de escándalos mediáticos. Gustavo Posati y su pareja, Mariano Domínguez, se ubicaron en una carpa del balneario de marras y, de tan felices, se comieron la trompita emocionados de su amor. Ahí se complicó y alguien, no se sabe quién ni de qué sexo, expresó su malestar, al punto que se les exigió que se retiraran. Tal como es de estilo, grabaron al encargado que les pedía se marcharan y, redes mediante, iniciaron el escándalo de discriminación homofóbica vernáculo a tope en los medios.

Gente como uno II. El OCEAN es el club más tradicional de Playa Grande. Ser aceptado como socio es un “pertenecer” muy grosso para mucha gente. Y las buenas costumbres imperan. No se ve con buenos ojos que parejas heterosexuales se den picos, así que a imaginar lo que es que los manfloros se pavoneen su amor como si estuvieran en una playa de Ibiza. ¡Aquí hay sentido del pudor y las formas, qué embromar! Así que, a comerse la trompita a otro lugar. El club respondió señalando que les pidieron que se marcharan por no ser socios. Sólo eso. El socio de apellido Grimaldi se manifestó en una carta de forma acorde con la versión oficial del club, diciendo que es exclusivo para socios, y el club devolvió gentileza haciéndolo socio pleno. Qué bueno que la gente se ponga de acuerdo y lleve los relatos en sintonía.

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