Con manos solidarias, “Techo” construye casas de emergencia

Con manos solidarias, “Techo” construye casas de emergencia

La fusión de una fundación con presencia en toda América Latina con empresas locales y jóvenes con ganas de ayudar se desarrolla un plan de trabajo en distintos asentamientos de la capital tucumana. Relevamiento, elección de beneficiarios y ejecución del proyecto comunitario

A lo largo de un alambre que cruzaba todo el fondo del terreno, sostenido por una caña hueca de dos metros y medio, había ropa colgada a la intemperie. La falta de sol demoraba el secado y eso era un problema, porque los niños debían abrigarse. En la soga había camperas, buzos, y medias de lana todavía húmedas porque ni el viento soplaba. 

Era la ropa de los seis hermanos (6 años tiene la menor y 19 el mayor), que viven en el barrio Hipólito Yrigoyen, donde las casas son precarias, las calles no tienen asfalto y sobra el barro para pisar. 

La familia Alvarez vivió un sábado atípico. Los chicos se levantaron a las 7. Tomaron te con leche y pan. Estaban entusiasmados porque sabían que, en cualquier momento, iban a llegar las visitas. Un grupo solidario, formado por más de 20 personas, llegó temprano, a pesar del frío, con las herramientas para trabajar. 

Bajo la coordinación de la Fundación Techo, la familia Alvarez estaba a punto de recibir el beneficio de ampliar su casa con un nuevo módulo habitacional.

Los jóvenes comenzaron a cavar en el terreno para ubicar los pilotes de base; mientras los más chicos veían la televisión en la cocina, cerca de las brasas, para mitigar el frío de la mañana. “Lobo” y “Changuito”, los dos perros de la casa, daban vueltas curiosos entre los operarios que medían seis metros por tres para marcar los puntos donde debían clavar la pala.

En un brasero repleto de cenizas, cinco gatos pequeños buscaban calor, mientras Raúl Alvarez, el jefe de familia, ayudaba a tomar las medidas con una cinta. 

El hombre cuidó solo a sus seis hijos. Todos van a la escuela. Trabaja de lunes a viernes como pintor y en alguna que otra “changuita”. Vuelve a la casa y cocina para ellos, se ocupa de bañar a los más chicos y todas las noches da la orden de irse a dormir.

En el fondo está el baño, separado de la casa y, en el otro extremo, hay un rectángulo construido en caña hueca, donde deambulan seis gallinas y tres gallos.

Perros, gatos y gallinas conviven en la casa como hermanados en una misma necesidad.Julia Tessari, directora del área Tucumán de la Fundación Techo, supervisaba la obra. “Soy voluntaria desde hace cinco años y me sigue emocionando ver las caras de las familias una vez que la vivienda queda terminada -dijo-. Nosotros venimos a dar una mano, pero todo esto es fruto del esfuerzo de las propias familias por salir adelante”, resaltó.

Ayer al mediodía, la joven coordinaba el avance de la construcción, mientras uno de los colaboradores encendía el fuego para la “hamburgueseada”. Otros jóvenes llevaron tartas dulces para la merienda, porque sabían que la tarea llevaría todo el día.

El acuerdo previo establecía que la familia beneficiada debía participar de manera activa en el trabajo. Raúl Alvarez ajustaba los pilotes, tomaba las medidas con la cinta, mientrasEnzo Alvarez, su hijo mayor (19 años), buscaba el martillo y ayudaba a instalar los pilotes.

Después del mediodía, la obra empezaba a tomar forma con las bases instaladas. A esa hora los más chicos seguían frente al televisor con Los Simpsons. Los chicos no se alejaban de la cocina, cerca del fuego, porque el frío pegaba más fuerte. Todo el mundo entraba y salía con un pedacito de pan en la mano, antes de seguir con el trabajo. José Luis Alvarez, de 17 años, entró a la cocina para ver si todo estaba en orden. A su lado,Daniel Alvarez (14 años) decía que cuando sea grande le gustaría ser dibujante. En un segundo entró a la pieza y volvió con un cuaderno repleto de dibujos que él hizo con buen trazo. 

Alan José Alvarez (12 años) comía pan con dulce frente al televisor. “Yo quiero ser policía”, respondió. El padre entró un instante. Buscaba herramientas y tenía las manos con barro, porque se había roto un caño de agua para tapar la “herida” y evitar más fuga de agua. Las chapas de zinc esperaban en el fondo, apiladas una encima de la otra. Hoy, cuando la obra esté terminada, será la vivienda número 25 que se construye en el barrio Hipólito Yrigoyen, por gestión de la Fundación Techo, unida con empresas del medio, y la colaboración de jóvenes y adultos solidarios.

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