Massismo de emergencia

Massismo de emergencia

Frustrado por la inmovilidad por cuarentena, el hiperactivo presidente de Diputados busca mostrar movimientos y articula agenda propia para no perder presencia. La inspiración que se trajo de Brasil. 

Por CLAUDIO MARDONES.

Sergio Massa experimentó el temor de contagiarse coronavirus a principios de marzo, apenas regresó de la visita oficial que hizo a Brasilia como presidente de la Cámara de Diputados, donde lo recibió nada menos que el presidente Jair Bolsonaro. Diez días después de la gira estalló la noticia de contagios en el Planalto y la preocupación se transformó en un frío que corrió por la espalda de todos los que lo acompañaron en el viaje, incluído el macrista Álvaro González. Fue allí, durante la visita a la Cámara baja brasileña que conduce su nuevo amigo Rodrigo De Maia, donde el líder del Frente Renovador comenzó a tejer los planes para mantener al Congreso en funcionamiento ante el avance de la pandemia y la extensión de la cuarentena.

Las escenas que vio en Brasil, justo antes de la multiplicación de contagios exponenciales en ese país, le sirvieron para insistir con la necesidad de mostrarse hiperactivo ante la crisis y dispuesto a evitar rupturas con la oposición. Así se los dijo a sus colaboradores más estrechos cuando le propusieron hacer home office para respetar las restricciones. "Hay que bancar y quedarse acá para afrontar la crisis. Nos votaron para liderar este tipo de situaciones, no es momento para tibios", les dijo sin perder la paciencia.

Desde entonces, Massa ocupa su despacho en el primer piso del Palacio Legislativo de lunes a viernes desde las 10 hasta la caída del sol. Cerca del mediodía se comunica regularmente con el presidente Alberto Fernández y, con el menú "de la diaria" en la mano, mantiene reuniones con su equipo y con el titular del bloque del Frente de Todos, Máximo Kirchner.

Desde su escritorio, casi en la soledad de un edificio donde se aplica la cuarentena con rigurosidad, comenzó a planificar una serie de alternativas para evitar la parálisis de la Cámara baja. Algunas son extremas, como utilizar un gimnasio porteño para que los diputados sesionen en su interior con la distancia epideomilógica reglamentaria y con un sistema con firma digital para que voten los que no están presentes.

Otras ya están en marcha. Es el caso de las videoconferencias públicas que realizan las comisiones que ya fueron constituídas o las charlas privadas que mantiene con distintos economistas para acercarle propuestas al Presidente. Esta semana mantuvo largas conversaciones reservadas con los economistas Martín Redrado y Daniel Marx, además del ex AFIP Guillermo Mitchell, un abogado que reportó siempre para el ex senador Miguel Pichetto.

La hiperactividad ante la pandemia es una versión recargada del ritmo que intentó imponerle a la Cámara en enero para extender las sesiones extraordinarias, cuando el mundo era otro. En esos días, sus colegas opositores lo cuestionaron por "sobreactuar" cuando no era necesario. Pero, luego de resistirse durante los primeros días de la cuarentena, la idea de mantener el Congreso en funcionamiento cuenta con el apoyo del interbloque de Juntos por el Cambio.

Las resistencias opositoras comenzaron a girar hace dos semanas, luego de la reunión que tuvieron los jefes de todos los bloques con el ministro de Salud, Ginés Gonzáez García. El sanitarista les aportó el escenario que baraja el Gobierno y, desde entonces, el comité de crisis funcionó como enlace para coordinar medida con el Ejecutivo, pero también para transmitir una señal de unidad que generó réditos políticos en todos los sectores, salvo en Juntos por el Cambio, que afronta una áspera interna.

La foto con González García y la escena de los caciques parlamentarios dispuestos a cerrar filas fue la previa del clímax de la hiperexposición que buscaba Massa. Sucedió en Olivos, cuando Fernández lo sentó a su lado, junto al macrista Cristian Ritondo y al radical Mario Negri. Casi en cadena nacional, los inquilinos del Congreso pudieron transmitir una señal de unidad junto al Presidente.

Desde ese envión, Massa buscó redoblar la apuesta y se entusiasmó con la idea de sesionar en medio de la cuarentena. Uno de los frenos tiene que ver con los 60 diputados que forman parte de los grupos de riesgo y el otro, muy en silencio, respira en el Senado, por la cantidad de miembros que están en sus provincias, sin poder moverse a Buenos Aires.

Aún así, el tigrense no descarta que tenga que utilizar su plan B en abril, aunque el último intento naufragó la semana pasada, cuando la urgencia por congelar los alquileres antes del 5 de este mes lo llevó a resignar la idea y proponerle a Fernández que dictara la medida por decreto.

Hasta que llegue ese momento, Massa continuará con su rutina diaria de contactos con el Presidente y con los poroteos que mantiene con sus más cercanos: el ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, el de Transporte, Mario Meoni, González García y la mesa chica administrativa que incluye al secretario general de la Cámara, Juan Manuel Cheppi; el parlamentario, Eduardo Cergnul, y el administrativo, Rodrigo "Rodra" Rodríguez.

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