Mauricio Macri y el sindicalismo, en dos idiomas distintos

Mauricio Macri y el sindicalismo, en dos idiomas distintos

Los sindicalistas más afines no entienden por qué el Presidente no los escucha. Macri no cree que más consumo significan más votos. Escalada de maltratos mutuos

Cualquier persona que está en crisis, o no entiende lo que está pasando, vuelve a lo conocido. Es lo que hizo ayer Jorge Triaca. Almorzó en el stud "Los Matadores" con el secretario general de la Federación de Trabajadores de la Industria del Gas Natural, el astuto Oscar Mangone,considerado por muchos el verdadero ideólogo de Hugo Moyano, el que le mostró los caminos para hacer crecer el Sindicato de Camioneros. Mangone compartió cantidad de encuentros con el papá del Ministro, que tenía otro stud al lado. Eran amigos, casi familia, al punto que se dice que el jefe de Gabinete del Ministerio, el abogado Ernesto Leguizamón, fue recomendado por el sindicalista del gas.

Mangone avaló sin medias tintas el aumento de tarifas. Públicamente dijo que "el retraso tarifario es el responsable del retraso salarial de los trabajadores" y reconoció la necesidad urgente de inversiones para modernizar la red de distribución domiciliaria e industrial. Y juntó las firmas de Guillermo Pereyra (petroleros de Río Negro y Neuquén), Antonio Cassia (petroleros) y Guillermo Moser (luz y fuerza) en un comunicado de prensa que avaló el "sinceramiento". No estuvo de acuerdo con la conformación del triunvirato cegetista y se mostró varias veces con el sindicalista más alineado con el Gobierno, Gerónimo "Momo" Venegas, a quien incluso acompañó en la constitución de las 62 Organizaciones, que busca competir con la CGT.

Por eso sorprendió cuando Mangone le recriminó a Triaca la falta de autonomía que tiene en el Gobierno para implementar políticas que hagan que los sindicalistas se sientan parte del proceso de recomposición económica. Es lo que le comentó a otros jefes sindicales, quienes, a su vez, hicieron circular ese "reto", que llegó a oídos del Ministro. El asado de ayer habría intentado recomponer, por lo menos, el vínculo personal.

Los ánimos están caldeados en todas partes. Luis Barrionuevo contó que increpó, también de mal modo, al Presidente por teléfono. Y que antes de cortar la comunicación Mauricio Macri le dijo "cuidate". Cuando días después, 48 horas antes del acto de la CGT frente al Ministerio de la Producción, la AFIP le allanó el gremio buscando facturas truchas recordó ese episodio.

Nadie sabe muy bien a qué se debe la escalada de destrato a la que llegaron el Gobierno y los gremios, o la mayoría de ellos. En el Ministerio de Trabajo aseguran que los sindicatos del triunvirato que dirige la CGT están pasando por un buen momento, ya que sus trabajadores están en sectores de la economía que no sufrieron despidos ni suspensiones, que no es el caso de otras ramas como la textil, calzados o ceramistas. En efecto, tanto los trabajadores de la sanidad, como los de las estaciones de servicio, aún el pequeño gremio de dragado y balizamiento están en sectores que no padecen ninguna crisis estructural y tienen la sustentabilidad garantizada. "Lo único que se nos ocurre pensar es que están discutiendo con nosotros el poder", explicó a Infobae un diputado que conoce ese mundo.

 

Un funcionario de Trabajo, por su lado, cree que el diálogo entre el Gobierno y el sindicalismo empezó a fracturarse cuando la central obrera tomó la decisión de incluir a las organizaciones sociales en la mesa de decisiones de la CGT, buscando que los trabajadores informales se sindicalicen y tengan obra social. "Alguien los convenció de que por ahí pasa el nuevo peronismo, lo que les va a permitir desburocratizarse y ganar legitimidad a largo plazo, y ahora los tienen adentro corriéndolos por izquierda", comentó. Tal vez no estén tan errados.

El modelo sindical vigente en la Argentina nació en plena dictadura de 1943, cuando el por entonces secretario de trabajo, el coronel Juan Domingo Perón, aprobó por decreto gran cantidad de legislación laboral, incluido el aguinaldo, para ganarse el favor de los trabajadores. Perón ganó las elecciones de 1946 con el respaldo de esos sindicatos que se hicieron grandes y poderosos con el aval del Estado, pero si hacían huelgas eran duramente perseguidos y encarcelados. Logró domesticarlos. Pero cuando volvió al país en 1973 después del exilio, el sindicalismo ya había transmutado en un poder permanente, que solo le obedecía si estaba de acuerdo con las decisiones que tomaba, o sea, no siempre.

Otro peronista, Carlos Menem, no quiso ir contra el sindicalismo. La población lo acompañó fanáticamente con las privatizaciones y también lo hubiera seguido con el desguace del sindicalismo, pero no quiso hacerlo. Néstor Kirchner pactó una convivencia a cambio de cederles cuotas concretas de poder y negocios a los que se mostraron amigos y dejó vivir -siempre molestándolos, claro- a los que se mostraron enemigos, aunque ahogando a sus obras sociales.

¿Cuál es la política del Gobierno en materia sindical? Fuera del conflicto docente, donde es evidente que Macri decidió seguir a la gobernadora María Eugenia Vidal, que olfateó que era tiempo de librar una batalla de gran impacto en la agenda pública, no está demasiado claro.

En la Ciudad, Macri arrancó como para incendiar todo y amagó con interferir en sus intereses, pero tras la intervención de Nicolás Caputo y Horacio Rodríguez Larreta pactó con Moyano, Barrionuevo y Amadeo Genta (municipales) sin problemas. En la Nación, ya sin Caputo ni Rodríguez Larreta, empezó dialogando y acordó la devolución de la deuda generada por el Estado en los años K con las obras sociales. Puso -y pone- toda su inteligencia en generar competitividad a través de la flexibilización por sector, adaptando los convenios a  las nuevas condiciones tecnológicas de la economía global.

 

Macri ahora está enojado. No entiende por qué le hicieron una movilización ni mucho menos un paro. No encuentra causas racionales para que tomen esas decisiones, si se generaron 80 mil puestos de trabajo y no piden nada específico, o nada que él pueda entender, por lo menos. "Ellos hablan sioux y nosotros no tenemos a nadie que los traduzca en un idioma que Mauricio pueda entender", sintetizó alguien conoce detalles de esos diálogos fallidos, donde ninguna de las partes logra entenderse.

Tampoco es fácil de traducir al Gobierno. Durante semanas se negó a homologar el aumento del 24,3% que los bancarios acordaron en paritarias. Un día el vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, avaló el 23,5%. ¿Era necesaria desgastar tanto al ministro Triaca frente al sindicato para después aceptar una reducción de 0.8 por ciento?

Hace pocos días se eyectó de su cargo al titular del PAMI, Carlos Regazzoni, quien fue reemplazado por quien cumplía iguales funciones en IOMA, Sergio Cassinotti. El hombre estuvo muy ligado a la obra social de UPCN, donde tallan el secretario general del gremio, Andrés Rodríguez, y el contador Julio Marino, del área de finanzas. Lejos de ser un hombre del "Centauro", Cassinotti en el IOMA ratificó ante la justicia denuncias contra el secretario general de la seccional provincia de Buenos Aires, Carlos Quintana, por negocios espurios con una empresa de emergencias de UPCN.

¿Puede ser que en medio del conflicto con la CGT se haya puesto al frente del PAMI a alguien que está enfrentado con un líder gremial? ¿O se trató de un mensaje para los gremialistas que, por lo menos en La Plata, terminaron acordando un paritaria con María Eugenia Vidal del 18 por ciento? ¿Alguien puede traducir a Macri en el mundo sindical? ¿Existe algún encargado de hacer llegar los mensajes a quien corresponda, si es que de eso se trata? ¿O nadie tomó en cuenta ese detalle? Es difícil saberlo. Nadie quiere hablar al respecto.

El Presidente está sostenido en un dato duro, el 80% de imagen negativa que tiene el sindicalismo. Está convencido de que dejándolos expuestos como agentes de la desestabilización ganará terreno en esa clase media que cada vez le esquiva más apoyo, no tanto porque quiera volver al pasado, sino por la constatación de que las cosas no están resultando tan fáciles como había pensado.

Mientras tanto, Macri sigue ajustando en cada área que puede. Cree que no lo perjudicará en las elecciones, que está convencido de ganar. Tiene alistado un grupo de 500 profesionales en redes sociales para la movilización política que en abril va a lanzar el nuevo dispositivo para la militancia, en todo el país. Se trata de "una artillería al cerebro de cada ciudadano", como le gusta decir el jefe de Gabinete, Marcos Peña.

El Presidente confía ciegamente en esa capacidad -inédita en la Argentina- de llegar a cada elector con un mensaje hipersegmentado, capaz de definir si se trata de alguien que mira televisión, es hincha de un club o tiene alguna enfermedad. Es verdad que ningún grupo opositor podrá tener esas capacidades, por lo menos en esta elección, quizás nunca. Habrá que ver si les alcanza para ganar, a pesar de las restricciones económicas que -todo indica- van a continuar durante todo el año. Porque aunque Macri no lo diga, descree que más consumo suponga más votos.

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