El movimiento obrero asoma a un desafío que, por más amable, no es menos complicado

El movimiento obrero asoma a un desafío que, por más amable, no es menos complicado

Desocupación, caída de paritarias, salarios y reforma laboral en el horizonte

 

En la siempre sabrosa liturgia peronista de la chanza mezclada con reflexión, a partir de las PASO se trazó una certeza: "Vamos todos juntos y el lunes 28 nos peleamos en la Plaza de Mayo". El factor de unidad incluye al mundo sindical. De menor a mayor la gravitación defaulteada de Cambiemos hizo, por ejemplo, que las denominadas "62 Organizaciones" que en 2015 potenció el ya fallecido Gerónimo Venegas como "la pata sindical peronista de Cambiemos" hoy tenga problemas para reclutar cuatro participantes en una partida de truco. En grado ascendente de convocatoria y poder, el gastronómico Luis Barrionuevo jugó su carta por el operativo clamor en pos de Roberto Lavagna. Elevando niveles de potencia, está la CGT versión 2016/2020, que querrá disimular alguna foto navideña con el presidente Mauricio Macri y el vaticinio de algunos de sus referentes en cuanto a que "hay compañeros no entienden que éstos vinieron por 8 años de gobierno". Los primos hermanos que apuntaban en Azopardo eran el bloque de Hugo Moyano y asociados, léase Corriente Federal (CFT), Frente Sindical (Fresimona) y las CTA también divididas a talle del movimiento obrero.

El lunes 28 llegó a convertirse esta levemente aggiornada CGT bajo liderazgo de Héctor Daer, en uno de los motores políticos de Alberto Fernández, junto a Carlos Acuña, de pertenencia barrionuevista pero crítico alternativo del gobierno de Cambiemos. Equilibrio de injerencia respecto del adelantado comando moyanista y su ofensiva a Macri y asociados como en el respaldo a Fernández, con Hugo Moyano de regreso pleno a partir de 2016, cuando muchos lo dieron por "retirado" tras el veto a la Ley Antidespidos. En efecto, el también presidente de Independiente aceptó la mensura/metáfora de BAE Negocios respecto a su regreso: "a lo Rocky Balboa" mientras bajaba las escaleras del palco del 21F de 2018, frente a una multitud. "No se si tanto, mire. Pero no es bueno que nos jubilen de prepo", resumió el camionero. Así, en cuanto a atar cabos se trata Alberto Fernández zanjó, por el momento, la grieta "Dialoguistas-Moyanistas" que encaran Daer y los jefes de Camioneros. Incluso con intervención dialéctica y más en el último conflicto de los pilotos de APLA y UALA que decidieron levantar el paro en Aerolíneas, mostrándose sonriente junto a Pablo Biró y al ya emblemático perro Dylan.

No obstante, los pilotos, considerados los camioneros del aire, no tomaron bien "de primera mano" aquellas declaraciones que en plena campaña les dedicó Alberto Fernández para evitar la huelga, más allá de comprometer que Aerolíneas sería eje de gestión. Historia que continuará. Con los sindicatos industriales bajo el virus de la recesión, despidos, cierres de empresas y demás, amén de jugar varias fichas sobre el gran tablero, también se mostraron con entusiasmo a la promesa del Frente de Todos "para volver mejores". Y sobre todo en punto crucial que también sedujo a los transportistas, resumido en un "Alberto va a tener las riendas", adosado de rencores no licuados con "la señora" en referencia a Cristina Fernández.

En cuanto al sector de las organizaciones sindicales que siempre encuentran la vereda del sol, más allá de un cambio de gobierno los desafíos se renovarán. Pasados los abrazos y palmadas de ocasión, fenecida la euforia de los memes y whatsapp queda el escenario devastado del trabajo, el salario y su poder adquisitivo además de la inevitable vacuna de la reforma laboral aún en términos más amables que los que soñó alguna vez el ex ministro de Trabajo Jorge Triaca cuando era uno de los mimados de Mauricio Macri

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