Noches de Hilton, ajedrez corporativo y la paritaria más tensa de la era K

Noches de Hilton, ajedrez corporativo y la paritaria más tensa de la era K

Como el castillo Cecilienhof en el suburbio berlinés de Potsdam, donde Stalin, Churchill y Truman se repartieron Europa en 1945 tras derrotar juntos a los nazis y donde un intrincado laberinto de pasillos impidió que alguno de ellos entrara antes que los demás al salón de la firma de los tratados de paz, el Hilton de Puerto Madero fue escenario el lunes de un operativo coordinado para evitar que los tres presidenciables con mayores chances de suceder a Cristina Kirchner se cruzaran entre sí. 

Daniel Scioli, Sergio Massa y Mauricio Macri no querían faltar a la cena anual del CIPPEC, el think tank mejor financiado del país y el más convocante en los círculos del poder, pero la foto conjunta no convenía a ninguno de ellos. Lejos de los flashes y las cenas de gala también transcurren discretas negociaciones como la que anudó Hugo Moyano con Sergio Massa para agrandar en octubre su bloque sindical en el Congreso, o la de Máximo Kirchner con Hugo Curto para que el cacique de Tres de Febrero ayude a contener a los intendentes peronistas en el redil del oficialismo. El establishment orejea sus cartas atento a la lucha fratricida que desangra al macrismo en su bastión porteño, aunque sin bajar la guardia en medio de la ronda de paritarias más tensa de la década.

La inversión y el empleo siguen bailando al son de la campaña. Lo supo el ya ignífugo Héctor Méndez apenas sugirió que en un país normal no harían falta paritarias, lo cual le valió una lluvia de misiles ordenada personalmente por la Presidenta. De nada sirvieron las aclaraciones posteriores del jefe de la UIA, sus autos de fe en la negociación colectiva ni sus tratativas aún en marcha para reactivar la autopartista sanjuanina Delphi con ayuda del Ministerio de Economía. Con las sonrisas de los candidatos empapelando ya las calles de todo el país, cualquier desliz retórico se imprime de inmediato en letras de molde.

Lo mismo que a Méndez le ocurrió a Miguel Bein por haber propuesto priorizar las remesas de las multinacionales a sus casas matrices frente a la venta de “dólar ahorro”, uno de los dos pases mágicos que le permitieron a Axel Kicillof -junto con el ‘swap’ chino- esquivar el abismo al que se asomó en septiembre último cuando el dólar paralelo rozó los $16. El economista que susurra al oído de Daniel Scioli habló más como consultor y financista que como precandidato a ministro y debió soportar que desde el propio búnker sciolista lo desautorizaran Silvina Batakis y Jorge Telerman. No volverá a ocurrirle.

La búsqueda permanente de frases altisonantes aunque vacías y la liviandad de análisis que tiñe el discurso proselitista fueron englobadas por Telerman bajo un neologismo conceptual: el “panelismo”. Mordaz veterano de todas las trincheras políticas, el jefe de campaña de Scioli reflexionó sobre ese fenómeno al conducir el séder de Pesaj para su familia y algunos íntimos. Como comprobó amargamente Bein, es un mal que los cruza a todos.

Regresos

En la misma gala del Hilton pero bien lejos de los flashes que encandilaron a un Massa exultante por haber entrado al salón de la mano de José Manuel de la Sota se dejó ver un exministro de Néstor Kirchner eyectado prematuramente de su silla: Gustavo Beliz. Refugiado en la oficina de Washington del BID tras el autoexilio de una década al que debió resignarse por haber exhibido en un estudio de televisión una foto del exespía caído en desgracia Antonio Jaime Stiuso, Beliz vive desde junio último entre Montevideo y Buenos Aires. No hablará en público de ese pasado atroz porque se lo prohíbe su contrato con el BID, pero su sola presencia en la cena del CIPPEC describe un deshielo impensable apenas un año atrás.

El lujoso subsuelo de Puerto Madero vio pasar también el lunes a consagrados ajedrecistas del poder como José Luis Chupete Manzano, quien se fundió en un caluroso abrazo con el recién reelecto gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, o a viejos lobos de mar de la City como el exCEO del Citibank GuillermoWilly Stanley, quien compartió mesa con Daniel Hadad y los embajadores de Estados Unidos y Gran Bretaña. Su actual homólogo del HSBC, el denunciado Gabriel Martino, soportó estoico todas las preguntas incómodas que le hicieron en voz baja sobre las cuentas suizas destapadas por el arrepentido Hervé Falciani y abandonó la velada conforme tras un cordial apretón de manos con Macri, que quizá juzgue como un salvoconducto para su seguridad en caso de que el boquense llegue a la presidencia. El jefe de Gobierno, por su parte, ocultó como pudo la mueca de fastidio que lo acompaña desde que la ruidosa interna entre Gabriela Michetti y Horacio Rodríguez Larreta empezó a hacerle perder puntos en las encuestas nacionales.

Los banqueros, petroleros, industriales, desarrolladores, contratistas y empresarios de todo pelaje que firmaron esa noche suculentos cheques para el CIPPEC comparten dos ideas: que gane quien gane, el próximo gobierno será más favorable a sus intereses; y que la sola corrección de un par de variables macro inaugurará un período próspero para los negocios. Es un consenso opuesto por el vértice al panorama apocalíptico y de ajuste salvaje que pintaron el miércoles ante un poco concurrido Consejo Interamericano del Comercio y la Producción (CICyP) los ultraortodoxos operadores de la City José Luis Espert y Miguel Angel Broda, invitados por el mismo Eduardo Eurnekian que mantiene lazos inquebrantables con Scioli y que aparece como promotor de la Argentina de 2016 en un libro que acaba de editar Bloomberg News en Estados Unidos. El volumen se titula Frontier, lo escribió Gavin Serkin y describe “los diez mercados emergentes del mañana”. De Latinoamérica, el único que destaca es Argentina.

Fifty-fifty

Claro que la conflictividad social es una variable mucho más difícil de predecir que las estrictamente económicas. Y que el “fifty-fifty” entre trabajadores y capitalistas que se jactó de haber logrado el Gobierno un par de años atrás se reduce a un más modesto 41% vs 59% si se lo calcula en base al promedio de los institutos de estadística provinciales (como hacía Kicillof antes de asumir como viceministro) y no sobre los datos del maltratado INDEC. En ese contexto y tras el primer año de caída del salario real bajo el kirchnerismo, las paritarias que acaban de comenzar aparecen como un nuevo condicionante de la campaña.

La carrera electoral influye a su vez, dialécticamente, sobre el humor del sindicalismo. Hugo Moyano, por ejemplo, colocó o está a punto de colocar a hombres de su sindicato en lo más alto de las listas legislativas del massismo en Salta (Jorge Guaymas), Chubut (Jorge Taboada) y Misiones (Adolfo Velázquez). A diferencia de 2013, cuando se obstinó en apoyar a Francisco de Narváez contra los consejos de su hijo Facundo, el líder camionero cerró filas esta vez (aunque en privado) con el exjefe de Gabinete, y se apresta a asegurarse bajo su ala una bancada propia en el Congreso. “Ya es más de lo que le sacaste al kirchnerismo en los dos mandatos en que fuiste su aliado”, lo congratularon en la mesa familiar.

Massa se muestra ante su tropa más sosegado que un mes atrás, cuando su esposa Malena Galmarini logró convencerlo de soltar de a ratos su BlackBerry y combatir su adicción al Whatsapp. Celebra la caída de Macri en las encuestas y cree que no está todo perdido pese a la embestida en su contra de los multimedios con mayor audiencia (salvo América, de Vila y Manzano), consagrados a la tarea de embellecer al jefe comunal porteño para el electorado nacional o a la de alimentar las esperanzas de un kirchnerismo que no se resigna a la retirada. Las paritarias, que definirán en el próximo mes el rumbo del consumo y pueden inclinar también el humor del electorado en uno u otro sentido, se asoman para él como la última oportunidad de recuperar lo perdido durante el verano.

 

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