Obras Sociales: ¿parte del problema o de la solución?

Obras Sociales: ¿parte del problema o de la solución?

Las obras sociales sindicales son la herramienta del movimiento obrero para brindar cobertura sanitaria a los trabajadores y a sus familias.

 

Es así como millones de afiliados reciben su prestación a través de los gremios y esto representa un altísimo porcentaje del universo total del país.

 

 

El volumen y la dimensión que desarrolló en casi un siglo el sistema lo convirtió en uno de los más importantes del mundo, básicamente por la fortaleza que históricamente tienen en la Argentina nuestros sindicatos.

 

 

Pero, esta magnitud sumada a la propia evolución de la medicina, la sofisticación de los estándares de profesionalización en administración y la complejización de los establecimientos hace que quienes tenemos la responsabilidad de garantizar la cobertura para nuestra gente tomemos la decisión de producir una transformación revolucionaria para rediseñar nuestras obras sociales de cara al futuro.

 

 

Tenemos la legitimidad, la experiencia y el derecho: necesitamos la claridad y la inteligencia de anticiparnos a lo que es inexorable porque nos corresponde conducir este proceso y porque nos confrontamos con intereses de mercado que nos son ajenos.

 

 

También tenemos que enfrentar este desafío desde un principio doctrinario como es la justicia social y eso implica que no puede haber dentro del movimiento obrero trabajadores de primera y trabajadores de segunda, debemos evolucionar hacia una forma de prestación basada en la solidaridad y que a la vez preserve el mérito de quienes han sabido hacer bien las cosas y hacer crecer con responsabilidad sus organizaciones.

 

 

El movimiento obrero organizado en Argentina, básicamente la Central gremial que reúne a los trabajadores sindicalizados, es uno de los más fuertes del mundo. Ha tenido desde sus orígenes en la primera mitad del siglo pasado un rol social, político y económico fundamental en la historia de la Nación.

 

 

Mas allá de cualquier crítica, la sindicalización fue, es y será la mejor herramienta de defensa de los derechos de los trabajadores frente a cualquier tipo de abuso.

 

 

Mas de 12 millones de trabajadores afiliados en relación de dependencia confluyen a la vez en una Central, la Confederación General del Trabajo (CGT) que con etapas de divisiones, fracturas, compulsas internas e intervenciones violentas se ha preservado mostrando variantes hasta la actualidad.

 

 

La prestación médica para el trabajador y su grupo familiar creció además hasta abarcar todo el arco sanitario, desde la atención primaria hasta los tratamientos de alta complejidad.

 

 

La medicina privada, la salud pública que da el Estado y la prestación de las obras sociales son las formas de atención sanitaria en la Argentina. Esto lleva a una conclusión evidente: las obras sociales son un pilar básico del sistema de salud y cualquier acción que comprometa su funcionamiento pondría en colapso no a la prestación sindical sino al propio sistema.

 

 

Esto representa para los dirigentes una responsabilidad enorme que hemos asumido y honrado a lo largo de la historia y que hoy una vez más nos enfrenta como consecuencia de la dinámica de los tiempos a revisar y mejorar. Pero también demanda del Estado un diálogo claro y realista sobre el rol de las obras sociales.

 

 

Tanto el Estado como los dirigentes necesitamos crear en la opinión pública un clima favorable a una transformación eficaz y virtuosa, pero sin prejuicios que carecen de fundamento y desconocen la dura realidad de llevar adelante una prestación de alta calidad.

 

 

Las obras sociales de los trabajadores, al igual que los prestadores médicos, los laboratorios, las farmacias, las prepagas, etc., a diferencia de las otras unidades del sistema de salud, incluido el propio Estado, no están unificadas y carecen de una representación común que les permita negociar con mayor fortaleza.

 

 

Por ejemplo, el alto costo de los fármacos podría ser disminuido si simplemente se aplicara el fraccionamiento de los mismos como se hace en tantas partes del mundo, donde el médico receta un genérico y la cantidad específica del mismo que necesita cada paciente, evitando que se compren cantidades innecesarias. No sólo se ahorra dinero, sino también se evitan la sobremedicación y, lo que es peor, la automedicación.

 

 

Otra situación que debe contemplar una reforma del sistema es que las obras sociales sindicales son los únicos actores sanitarios que, junto al Estado, participan sin fines de lucro, por ende no pueden ni deben negociar en iguales condiciones que las prepagas. El sistema impositivo debe contemplar esa diferencia.

 

 

Las obras sociales necesitan una reforma que les permita crear un ámbito institucional propio que les de un poder de operar en el sistema como un ente en común y unificado como lo es la Superintendencia de Servicios de Salud (SSS) o las distintas Cámaras del sector que terminan definiendo muchas de las políticas del sector.

 

 

Los dirigentes debemos estar dispuestos a deponer objetivos sectoriales y tener una mirada amplia, moderna y que contemple al universo de los asalariados. Le debemos eso también a la historia del movimiento obrero organizado que nació con ese mutualismo fraternal de compañeros que trajeron sus abuelos a esta Patria y que fue nutrientes de nuestro origen.

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