El plan de Alberto Fernández para desbancar al macrismo de Boca

El plan de Alberto Fernández para desbancar al macrismo de Boca

A través del sindicalista Víctor Santa María, el presidente electo promueve la unidad de la oposición boquense para vencer al oficialismo en las elecciones del 8 de diciembre.

Entre la tropa de sindicalistas que desembarcó el martes en Tucumán para rodear a Alberto Fernández hubo uno de ellos que aprovechó la excursión política para incursionar en nuevos negocios. Se trata de Víctor Santa María, el jefe del Sindicato Único de Trabajadores de Edificios de Renta Horizontal (Suterh), que cerró un acuerdo millonario con Juan Manzur, el gobernador anfitrión, para construir sobre tierras fiscales un hotel en una de las zonas turísticas más concurridas de la provincia.

Santa María preside, además, el PJ porteño, es propietario de un conglomerado de medios y entidades culturales y académicas, entre ellas, la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, el semillero de equipos técnicos del que se nutre Fernández para elaborar su plan de gobierno. Fue justamente el presidente electo el que le encomendó hace poco una misión: desterrar al macrismo de Boca.

"Alberto no se va a meter en la interna de Boca ni en la de ningún otro club", dice Santa María, sin mucho convencimiento. Reconoce, sin embargo, que trabaja junto con el senador provincial kirchnerista Santiago Carreras por la unidad de la oposición boquense para vencer al macrismo en las elecciones del 8 del mes próximo.

Daniel Angelici eligió al exdiputado de Pro Christian Gribaudo para ser su sucesor. Pero aún la lista no está cerrada del todo. Circula en el oficialismo una posibilidad de que Mauricio Macri se involucre activamente en la campaña. Gribaudo solo desistiría de su candidatura si la cabeza de la boleta fuera para Macri, una posibilidad que parece improbable, o si se lo pidiera el exfutbolista Juan Román Riquelme, que estaría dispuesto a participar, aunque en un cargo de menor rango, tal vez como candidato a vicepresidente segundo.

 

Santiago Carreras, Alberto Fernández y Víctor Santa MaríaCrédito: Twitter

 

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La elección en Boca será el 8 de diciembre y el plazo para presentar las candidaturas se abrirá el martes próximo. Finalizará 15 días después. Hasta ahora, los anotados para presidir el club que sirvió de trampolín político para Macri son Gribaudo, por el oficialismo, y los opositores Santa María, Jorge Amor Ameal y José Beraldi.

"La única forma de ganar es unirnos, de lo contrario estamos trabajando para Macri. Si me tengo que bajar, me bajo", afirma Santa María, en un intento de sacudir a los otros dos dirigentes que competirían por la oposición. Una maniobra similar había ensayado en 2015, cuando desistió a último momento de sus aspiraciones y se sumó como vocal en la lista que impulsaba a la fórmula Beraldi-Rómulo Zemborain. La jugada aquella vez no dio resultado: Angelici se impuso con comodidad a Amor Ameal y a Beraldi, que quedó tercero.

Un hijo de Amor Ameal militó en La Cámpora y lo acompaña otra vez en esta travesía por querer conducir a Boca el sindicalista del tabaco Roberto Digón, de nexos fluidos en el PJ.

Beraldi, en tanto, es un empresario del transporte que presta servicios para compañías petroleras, entre ellas, la estatal YPF, aunque afirma no tener ninguna ligazón con la política. Es más, una de sus medidas, en caso de alcanzar la presidencia de Boca, será modificar el estatuto para que la elección del club no coincida con el calendario de los comicios nacionales. El dirigente César Martucci impulsa una salida similar. "Es una manera de despolitizar el club", afirman.

En el rompecabezas político boquense tampoco es ajeno el rol que cumple la barra brava que lidera Rafael Di Zeo. En la política interna del club, los barras juegan para el oficialismo. En la política nacional, en cambio, sus servicios se brindan al mejor postor: trabajaron para las primarias agosto y las generales de octubre para la UCR porteña en la ciudad y para el PJ bonaerense en el conurbano, según se jactaron fuentes de la misma barra.

La misión de Santa María, entonces, no será para nada sencilla. Se le complicaría aún más si es que Riquelme, el último gran ídolo del club, se alinea finalmente con Angelici. El gremialista deberá comprimir la atomizada oferta opositora para forzar una salida del macrismo en Boca, en cuya actual comisión directiva hay funcionarios públicos porteños, bonaerenses, nacionales y hasta diplomáticos, como es el caso de Oscar Moscariello, embajador en Portugal.

Cerca de Santa María creen que el desterramiento debe ser ahora o nunca. Argumentan dos razones. La primera, que sería la más lógica, es porque los resultados deportivos no acompañaron la gestión de Angelici. La segunda es netamente política: consideran que puede haber un efecto dominó tras la derrota en las urnas en la Nación y en la provincia de Buenos Aires. Su rechazo a Macri contrasta, sin embargo, con el excelente vínculo que lo une a Horacio Rodríguez Larreta, con quien exploró más de una vez acuerdos en la Legislatura porteña. Uno de esos tratos fue la frustrada creación de un organismo para regular los consorcios de los edificios en la ciudad.

Santa María levantó su perfil desde que Cristina Kirchner bendijo la candidatura de Alberto Fernández para la Casa Rosada. Ofició desde la hora cero como una suerte de armador dentro del peronismo y hasta fue financista de la campaña electoral del Frente de Todos. El domingo 9 de junio, por ejemplo, tuvo mucho que ver en el cruce televisivo en el aire de la señal C5N entre el presidente electo y Sergio Massa. De ese intercambio derivó el surgimiento del Frente de Todos, con el tigrense reconciliado con el kirchnerismo. Aquel día, Santa María viajó a Tucumán en representación de Fernández para celebrar la reelección de Manzur. El sindicalista empresario se movía triunfal esa noche tucumana por el despacho del gobernador.

En el ajedrez sindical, los colegas gremialistas de Santa María lo consideran un outsider, y no es solo porque en su última reelección apeló al voto electrónico como gesto de transparencia y modernización. Jefe del Suterh desde 2005, se involucró activamente en la rosca de la CGT cuando se fracturó en tres vertientes, en 2011. Su postura desde entonces no cambió: se ubicó siempre en la vereda de enfrente de los Moyano. Hoy, con el clan camionero también como aliado de Fernández, las tensiones no desaparecieron. La disputa con ellos es ahora por las eventuales designaciones de tropa propia en lugares estratégicos del Estado. Dicen que la pulseada mayor es por dos direcciones estratégicas del futuro Ministerio de Trabajo.

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