El presidente que va a ser

El presidente que va a ser

Empoderadísimo, Alberto Fernández asume la oportunidad/riesgo que esperó toda su vida. Primera prueba: una transición explosiva. Segunda: una herencia explosiva. Tercera: una coalición impredecible. 

Por DIEGO GENOUD.

Nunca en 46 años de política Alberto Fernández logró que tanta gente lo escuchara con esperanza. Nunca se sacó tantas fotos ni cosechó tantas adhesiones. Nunca recibió tantos palmadas en la espalda, dio tantos abrazos ni mereció tantas felicitaciones. Nunca imaginó que su nombre fuera capaz de generar millones de votos a la cabeza de una fórmula presidencial. Pero siempre pensó que su único destino de trascendencia estaba en la política.

Con un teléfono de origen duhaldista que sonaba poco y nada, el presidente electo permaneció diez años a la intemperie del poder, sin que eso lo llevara a desistir de ensayos frustrados o lo privara de opinar como un panelista. Sin embargo, los cinco meses de campaña intensa de este 2019 sirvieron para revalidar una condición que sus amigos más íntimos consideran esencial para la etapa que viene: su enorme capacidad para adaptarse al vértigo de tomar decisiones y poner el cuerpo en infinidad de apariciones.

El triunfo de Fernández sobre Macri, más ajustado de lo que se pensaba, es producto del fracaso estrepitoso del jefe del PRO en el Gobierno, pero también de su trabajo para comenzar a construir una alianza amplia que permitiera derrotar al actual oficialismo a partir del piso de votos de Cristina Fernández de Kirchner. Como lo demuestran los festejos en las calles, el presidente electo tendrá una legitimidad importante, producto del hartazgo que generó Cambiemos en la mitad de la población en apenas cuatro años de gestión, con indicadores negativos en todos los planos. A la base histórica del kirchnerismo, Fernández le sumó el apoyo del peronismo moderado y la ilusión de una legión de heridos del modelo que impuso Macri, abrazado al Fondo y al déficit cero. Esa será su fuerza y tambien su vara.

Acostumbrado a moverse en las sombras como operador todo terreno, el ex jefe de gabinete se puso el traje de candidato y ejecutó a la perfección la partitura que Cristina Fernández de Kirchner había formulado. Como si no hubiera dejado de entrenar para asumir el poder, sorprendió incluso a un entorno que lo creía fuera de estado. Tuvo la fortuna excepcional de arrancar desde el piso inigualable de adhesiones que le aportó su “amiga Cristina”, pero se adaptó en tiempo récord a la adrenalina que conecta la negociación con los factores de poder y la adhesión de una mayoría social que añora con nostalgia un regreso al tiempo de las vacas gordas, que no será sencillo.

HACERSE CARGO. Optimista irremediable, como lo creen sus viejos compañeros, Fernández se confesó con muchas ganas de hacerse cargo, el jueves último en una de sus charlas en el living de C5N. Haber permanecido tantos años lejos de la mesa de las decisiones, con abstinencia de poder, puede explicar ese deseo profundo de volver a conectar con la línea de alta tensión de la gran disputa. Pero le espera una “tarea ciclopea”, tal como la definió su compañera de fórmula. Reverso y complemento para una ex presidenta que batalló en soledad extenuante desde la Casa Rosada durante sus últimos cinco años de mandato, después de la muerte de Néstor Kirchner y con la partida de aliados fundamentales que ahora regresan de la mano de Fernández.

Es temprano para saber cómo le irá, pero los indicios se pueden ver. La gestión del profesor de Derecho Penal de la UBA prolongará una de las marcas que exhibió durante el proceso en el que actuó primero como operador de Cristina y después como candidato a presidente: el esfuerzo incansable por sumar a todos los sectores e involucrar en la etapa que viene incluso a los renegados, los escepticos y los discolos.

Fernández se propone iniciar una nueva era y construir una nueva fuerza. Se trata de una “síntesis abarcadora”, según la definen en su entorno, que busca fundir al kirchnerismo con los los sectores que, a partir de 2008, se asustaron con la confrontación con el campo y con el Grupo Clarín y comenzaron a migrar hacia las afueras del Frente para la Victoria. El objetivo es ambicioso: hacerlo sin que nadie se sienta derrotado, subsumido ni subordinado a una corriente principal que, sin embargo, existe: la base de poder que se mantuvo leal a CFK en todo momento.

ESTAR A LA ALTURA. En un contexto de lo más difícil, el presidente electo iniciará este lunes una transición explosiva en la que, sin embargo, se cree con condiciones para salir adelante. Al amplio elenco de respaldos políticos, sindicales y empresarios que lo acompañan, deberá sumarle un equipo económico preparado para avanzar rápido en una reestructuración de la deuda y evitar el default.

Fernández tiene infinidad de puentes con los fondos de inversión a los que empezó a recibir incluso antes de ser designado candidato a presidente. Pero exhibe una pésima relación con el Fondo y se muestra distante de la exigencia de Donald Trump para condenar al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela.

Mientras en el escenario doméstico el fracaso de Macri lo colma de aliados políticos y empresarios, el frente externo es el más complicado para una administración que -por lo que se sabe- no tiene pensado romper con el Fondo y pretende recibir lo que queda pendiente del préstamo del organismo de crédito para cumplir con los bonistas. Política internacional y política económica están atadas por un hilo delgado. Aunque la economía empiece a crecer rapido, será dificil que lo haga al ritmo que imponen los intereses de la deuda que el gobierno del Frente de Todos deberá pagar en el corto plazo, si no encuentra una variante para superar la asfixia.

RIESGO Y OPORTUNIDAD. Con una capacidad de trabajo reconocida por propios y extraños, la resiliencia que mostró Fernández para superar la adversidad del despoder se pondrá a prueba una vez más en una escena plagada de dificultades. Deberá lidiar con un presidente saliente al que desprecia y que lo desprecia, un raro espécimen de la política al que nunca le tocó perder de mala manera. Con la legitimidad de los votos, el ex jefe de Gabinete deberá conducir el proceso de seis semanas que restan hasta el 10 de diciembre con las reservas del Banco Central que caen en picada, la salida de depósitos y la presión extra sobre el dólar.

Fernández toma como inspiración la experiencia del primer Kirchner, pero llega al poder en otro contexto y no muestra todavía las cartas de un equipo que esté a la altura del desafío que le toca.

Es posible que busque estar encima de todos lo temas importantes, como lo demostró en la reunión con los burócratas del Fondo en Buenos Aires, hace exactamente dos meses. Pero es seguro que necesitará también de un equipo de especialistas para hacerse cargo de la emergencia y tomar decisiones acertadas en el menor tiempo posible.

Fernández toma como inspiración la experiencia del primer Néstor Kirchner, pero llega al poder en otro contexto y no muestra todavía las cartas de un equipo que esté a la altura del desafío que le toca. “Tiene el grado de locura necesario para ponerse al frente de lo que viene”, le dijo a Letra P uno de los íntimos amigos con los que compartió el día de la elección más importante de su vida.

Esa adrenalina del poder que le dio las mayores satisfacciones en la política acaba de activarse una vez más, para ponerlo ante el desafío más grande y en el lugar de mando. Una oportunidad única para empezar de nuevo, pero también un riesgo altísimo, que no cualquiera asume.

Comentá la nota