La recesión del alperovichismo

Por Fernando Stanich

La recesión que azota al país ya no es solamente económica, sino también política. Y el alperovichismo, como fiel intérprete de las políticas nacionales, no sabe cómo huir de la malaria.

Aunque la caída en el ritmo de actividad aún no se tradujo en una pérdida real del empleo público, los viejos referentes del oficialismo huelen que los indicadores seguirán en picada. Y hasta agosto de 2015, si es que el panorama no se revierte, el jubileo electoral dejará de ser una celebración propia por primera vez en 12 años.

La gran preocupación del Gobierno son los números y, a medida que avanza el cronómetro y las respuestas no aparecen, el miedo a perder se siente en el aire. José Alperovich supo acumular todo el poder que quiso, pero nunca supo cómo -ni quiso- elegir un sucesor que le permita afrontar la transición con tranquilidad.

Juan Manzur, Beatriz Rojkés y Osvaldo Jaldo no le garantizan el triunfo. Entonces, ensaya. Imagina fórmulas y con cuentagotas suelta definiciones para mantener a raya al ejército oficialista. Los grandes misterios que develó fueron su preferencia por el ministro de Salud nacional para encabezar el binomio, y el paso al costado de la senadora. El ministro del Interior empuja para quedarse con el segundo lugar, aunque la presidenta del PJ sólo aclaró que no será candidata a gobernadora. Rojkés buscará mantener la conducción del justicialismo local y el gassenbaurismo la empujará para quitarle la silla a Jaldo.

La caída libre de las acciones obliga a los dirigentes próximos a quedarse sin empleo a sondear nuevos mercados. Ya husmearon en la posibilidad de aplicar el acople legislativo y los operadores de la Justicia les dijeron que nunca comprarían ese producto. También deslizaron la alternativa de mover los límites geográficos y políticos de comunas y municipios para sacar ventaja electoral, pero todo quedó anotado en la libreta de algún almacenero.

Nuevamente, pese a lo inhóspito del terreno y a las dificultades de acceso, hay legisladores que están dispuestos a embarcarse en una misión comercial para obtener la reelección indefinida. Pese a que la Constitución tucumana habla de dos mandatos y a que los primeros contactos con Tribunales se enfriaron, un grupo de parlamentarios formalizará esta semana la acción judicial.

José “Gallito” Gutiérrez es quien se mostró dispuesto a apurar las gestiones, y con el solo anuncio de su periplo ya puso los pelos de punta a la nueva generación de alperovichistas. Especialmente porque saben que Alperovich, como empresario exitoso que es, no le cerrará las puertas a ningún inversor y ya avisó que no pondrá trabas a la pretensión reeleccionista de la “vieja guardia”.

Ahora, alrededor de un proyecto para crear la figura del viceintendente que un joven abogado peronista (Juan Pablo Flores) le acercó al concejal Ignacio Golobisky se generó un entusiasmo político equiparable al que siente Cristina Fernández cuando le hablan de los swap de divisas que podrían llegar de China o de Rusia.

El documento llegó a la Legislatura y se convirtió en un imán que atrapa a cuanto alperovichista asustado anda suelto. El texto prevé la creación de fórmulas de gobierno para los 19 municipios (intendente y vice), tal como rige en Córdoba, por ejemplo. El segundo haría las veces de presidente del Concejo Deliberante y reemplazaría al jefe municipal durante sus ausencias. Como en la Legislatura, los concejales deberían elegir un presidente subrogante.

Así, entienden los emprendedores oficialistas, se solucionaría la interna entre intendentes y legisladores que llegaron al tope de dos mandatos y se fortalecerá electoralmente a los candidatos en cada municipio. Otro dato que los tienta es que la creación de 19 nuevos cargos políticos no requeriría de una reforma constitucional, sino de una modificación a la Ley Orgánica de Municipalidades.

Como se ve, es tal el grado de pánico a una corrida bancaria en el oficialismo que cualquier iniciativa termina por convertirse en un diamante en bruto electoral. Por los síntomas, no hay dudas de que la recesión política llegó para quedarse.

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