En la CGT recibieron el golpe y aflojan internas para evitar una nueva ruptura

En la CGT recibieron el golpe y aflojan internas para evitar una nueva ruptura

Guardarse un tiempo. Esa fue la decisión en la que coincidieron ayer referentes de los espacios enfrentados dentro de la cúpula de la CGT tras la fuerte contraofensiva del Gobierno que, casi como una represalia por la marcha sindical a Plaza de Mayo, desplazó a dos de los funcionarios más estrechamente vinculados con los jefes cegetistas. 

De uno y otro lado de la vereda de la entidad gremial, tanto moderados como combativos admitieron el golpe que significó la reacción oficial, que los tomó por sorpresa, y optaron por contener cualquier respuesta apresurada para evitar nuevos cortocircuitos en sus propias filas.

 

 

En reserva hubo algunos pases de factura y reproches entre quienes participaron activamente de la movilización y aquellos que eligieron el ostracismo, convencidos que apenas días después del triunfo oficialista en las PASO no era el momento ideal para avanzar con una ofensiva contra el Gobierno. "Metieron la pata y ahora vamos a pagar todos las consecuencias", se quejó ayer un importante dirigente de los gordos (grandes gremios de servicios), el sector cegetista que presionó con la suspensión de la protesta y durante la marcha evitó subir al escenario.

 

 

Allí, como entre los grupos que responden al contraofensiva, los gremios aliados a Luis Barrionuevo y el sector de independientes, que concentra a poderosos sindicatos como la Uocra, UPCN y Obras Sanitarias, no dudaron en interpretar los despidos del superintendente de Salud Luis Servino y del secretario de Trabajo Ezequiel Sabor como una represalia directa por la movilización. Ocurre que Scervino, quien tenía hasta el martes a su cargo el control de los millonarios fondos que se distribuyen a las obras sociales sindicales, respondía a José Luis Lingeri, en tanto que Sabor era sindicado como un funcionario muy ligado a Barrionuevo.

 

 

Por eso, pese al ánimo combativo de algunos dirigentes, la gran mayoría de la primera línea de la central optó ayer por estirar los tiempos para un debate interno "hasta que se calmen los ánimos" y a la par no responder públicamente a la Casa Rosada.

 

 

Aunque todavía no está resuelto, la intención de varios sectores es convocar recién durante la próxima semana a un encuentro ampliado para analizar los efectos de la protesta y definir los próximos pasos. En la previa, sin embargo, se sucederán algunas reuniones informales destinados a generar consensos. "Creo que después de ayer (por el martes) hay que revisar cualquier decisión de avanzar con un plan de lucha", comentó otro gremialista a este diario y rechazó de plano la posibilidad de evaluar un nuevo paro nacional. "Sería un error fatídico", aventuró.

 

 

En gran medida la decisión de patear para adelante la discusión puertas adentro de la entidad tiene como propósito central contener las amenazas de una nueva fractura en el corto plazo que se multiplicaron en las últimas semanas y se profundizaron aún más tras la movilización.

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