Resultados tan diferentes, circunstancias tan similares

Resultados tan diferentes, circunstancias tan similares

Hace apenas seis semanas, Juan Schiaretti y Ramón Mestre estaban en los polos opuestos. Uno obtenía la más contundente victoria política de la historia de la provincia de Córdoba; el otro afrontaba una durísima derrota a nivel provincial y además llevaba a su partido a perder la Municipalidad de Córdoba, tras dos gestiones.

 

Un mes y medio después, uno mantiene su victoria y el otro procesa su derrota, pero las circunstancias de ambos ya no parecen tan diferentes. Más bien, lo contrario.

El medio aguinaldo significó, tanto para Schiaretti como para Mestre, un desafío mucho más inmediato que la lejana encuesta de cuatro mil millones de pesos que serán las Paso del 11 de agosto. Los dos miran a diario las planillas de los ingresos para constatar que no hay plan de pagos que remonte la caída general y prolongada de la economía.

Cada uno de ellos busca la manera de ir advirtiendo que en breve –si todo sigue así– las cuentas públicas estarán en rojo, por más trucos contables que se inventen, y pese a que ambos disminuyeron de manera drástica el ritmo de las obras públicas tras las elecciones del 12 de mayo.

Por la composición del gasto municipal, por contar con menos herramientas de financiamiento y por la circunstancia extraordinaria de enfrentar en estas condiciones una transición política de siete meses, la situación es más dramática para Ramón Mestre.

Lo poco que se sabe de las cuentas municipales y los análisis preliminares del equipo de su sucesor en el Palacio 6 de Julio, Martín Llaryora –quien descuenta que el cambio de mando será en una situación de emergencia económica– anticipan meses complicados.

Para peor, Mestre no tiene margen para recortar gastos sin entrar en conflictos titánicos con el gremio de los municipales (Suoem) y el gremio de los recolectores (Surrbac). Los proveedores ya tienen larga experiencia sobre lo que significa un fin de ciclo político municipal.

Si faltaba algo en ese combo de riesgo, era la UTA: hasta el miércoles rige la conciliación obligatoria que contiene el reclamo salarial de los choferes del transporte urbano. La Nación paga ese aumento salarial para cuidar el bolsillo de porteños y bonaerense, pero en Córdoba todo indica que deberán pagar los usuarios, que ya tuvieron una suba hace un mes. La Fetap ya pide un boleto a 35 pesos.

Mestre planea ir a pedirle más subsidios a Schiaretti, quien ya decidió cortar los subsidios al transporte interurbano, que aumentó más aún que el urbano desde que la Nación cortó toda asistencia a los pasajeros del interior del país. Esa situación es una buena síntesis de esas circunstancias comunes a Mestre y a Schiaretti.

En el municipio, además, se libran otras batallas propias del fin de ciclo. La avalancha de llamados a concurso interno para cubrir cargos jerárquicos abre la puerta al primer conflicto de la transición que aún no comenzó. La situación es casi idéntica a la que se registró en la Provincia hacia fines del primer mandato de Schiaretti: se hicieron concursos para cubrir jefaturas y los cargos quedaron en su mayoría para dirigentes peronistas. En aquel momento, el radicalismo denunciaba que Schiaretti preparaba una estructura jerárquica paralela por si Unión por Córdoba perdía la Gobernación. Ahora los mestristas dicen que están saneando la estructura administrativa municipal.

Los números de la Provincia sí están a la vista, y lo que muestran es similar a lo que se sospecha del municipio. El ahorro es un concepto que tiende a desaparecer y el déficit es una posibilidad cada vez más próxima. El aumento del gasto social –en especial, el de carácter alimentario– es fuerte, los salarios siguen atados a la inflación y lo que se destina a los intereses de la deuda se duplicó. Las autorizaciones de la Legislatura para tomar nuevos créditos cada día se comprenden mejor.

Tanto Schiaretti como Mestre, además, afrontan desafíos políticos internos que hace apenas unos meses eran impensados. El liderazgo de Mestre en el radicalismo se hizo añicos tras los resultados electorales y el intendente asegura que su futuro es volver a empezar desde el llano. Lo real es que tuvo la posibilidad de integrar la boleta de diputados de Juntos por Córdoba –como lo hicieron sus adversarios Mario Negri y Luis Juez– y la desechó. Nadie espera grandes esfuerzos de la tropa mestrista en las futuras elecciones nacionales.

Pero Schiaretti es el único líder de la mayor victoria del peronismo cordobés, y también afronta desafíos impensados. A este ritmo, él y el salteño Juan Manuel Urtubey serán los únicos peronistas antikirchneristas del mapa nacional. Y en el mapa de Córdoba, la situación podría terminar siendo similar: el alineamiento del senador Carlos Caserio y del reelecto intendente de Villa María, Martín Gill, con la fórmula que secunda Cristina Fernández ya provocó decenas de pases entre los intendentes y todo indica que esa opción nacional se impondrá ampliamente entre los peronistas cordobeses.

Con todo, también hay señales de Alberto Fernández a Schiaretti. La principal es la lista de candidatos a diputados del Frente de Todos: no hay peronistas. La lista corta de Hacemos por Córdoba lo agradece.

El gobernador mantendrá su prescindencia de la elección nacional mientras eso sea posible. La incomodidad de esa opción crecerá a medida que pase el tiempo y en el Centro Cívico son muy pocos los que creen posible que esa postura pueda sostenerse en un escenario de balotaje. Si esa circunstancia llega, lo más probable es que se impongan las encuestas

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