La Sachetera Tandil, un proyecto que fomenta el reciclado de plástico

La Sachetera Tandil, un proyecto que fomenta el reciclado de plástico

El proyecto, que se desprende de una iniciativa nacional, funciona en Tandil desde 2013 y promueve la confección de diversos elementos a partir de sachets de leche. Las impulsoras de la idea a nivel local aspiran a que pueda replicarse en barrios, asociaciones y escuelas de la ciudad según las necesidades de cada comunidad.

La Sachetera Tandil es un proyecto solidario que se desprendió de una iniciativa que surgió en Buenos Aires y que luego se replicó en diversas ciudades del país. Sus objetivos son ayudar a la comunidad mientras se lleva adelante una tarea de reciclaje de los sachets de leche, material harto común en la mayoría de los hogares que se acumula fácilmente.

El emprendimiento conformado por Luz Achigar, Lucía Bianchini, Mariana Fariña y Cristina Monteavaro surgió a nivel nacional cuando una diseñadora de Buenos Aires notó que el material del sachet es impermeable y cumple la función de aislante. Entonces se le ocurrió la idea de confeccionar prendas para gente en situación de calle, al estilo de capas y cobertores.

Lucía Bianchini se contactó con la diseñadora, que le explicó las condiciones a seguir para poder comenzar: no pertenecer a ningún partido político, ser totalmente abierto a cualquier religión, que el trabajo sea voluntario, solidario y que no haya ninguna remuneración económica.

 

 

Manos a la obra 

En 2013 empezaron a reproducir la idea en Tandil, tratando de adaptarla a las características y necesidades locales. Como no había personas en situación de calle, pensaron otras alternativas viables y arrancaron a crear rectángulos multiuso de distintas dimensiones, que se pueden colocar en techos, pisos, para cubrir ropa, entre otras aplicaciones.

“Es abierto a las particularidades de cada localidad, cuando empezamos arrancamos con la idea principal, por ejemplo cuando hubo inundaciones en Santa Fe todas las sacheteras hicimos capas para la lluvia o bolsas cobertoras y se enviaron”, contó Luz Achigar, quien se acercó junto a Lucía a esta Redacción para conversar sobre el trabajo que llevan adelante de manera solidaria y desinteresada.

 

 

Y añadió: “Una señora en un encuentro de economía social contó que colocaba estos cobertores por encima del acolchado de las camas  porque el techo era de chapa y al condensar el frío goteaba. Empezamos a tomar diferentes ideas de la comunidad y recrearlas”.

Luego llevaron la idea a las escuelas para darle una vuelta  vinculada al reciclaje y poder producir otros elementos. De este modo, cada comunidad educativa encontró la manera de gestionar su propio material y de transformarlo según sus necesidades en pintorcitos, cortinas, manteles y demás insumos.

“Nosotras vamos, llevamos la selladora, enseñamos el procedimiento, pero ellos gestionan sus sachets y siempre hay  madres que cosen. Una escuela también lo tomó para proyecto de Feria de Ciencias”, señaló Lucía.

En su afán de reforzar el carácter comunitario de la propuesta también buscaron unirse a diversas organizaciones como los grupos Scouts, Huerta Solidaria y un grupo de mujeres del barrio Las Tunitas, para sembrar el proyecto en la sociedad y que a cada uno le sirva para sus actividades.

Reciclar como modo de vida 

Ambas coincidieron en que es preciso comunicar a la población qué es lo que puede reciclarse desde el hogar con un material tan común y que haya una toma de conciencia en la gestión de los residuos.

“Acá hay un gran porcentaje de la comunidad que le da importancia y valor a lo ecológico y el tratamiento de residuos. La separación de residuos sirve si haces compost en tu casa, porque los separas casa pero después se junta todo”, expresaron. En cuanto al reciclaje en sí, explicaron que con este proyecto evitan que se tire gran cantidad de plástico a la basura, que tarda en degradarse entre 500 y 800 años.

La Sachetera tiene diferentes puntos de recolección en la ciudad que son mercados, almacenes o quien se quiera sumar a recibir el material. Por el momento la recolección está interrumpida ya que acopiaron una gran cantidad de material y priorizaron el procesamiento de lo existente a seguir acumulando.

“Lo que observamos  es que no acercaban el material en mal estado, mal cortado, sucio, la bolsa que se recibe en un mercado se abre meses después y si contiene restos de leche se pudre. Hay mucha gente que junta sachets pero pocas manos a la hora de trabajar y el material nos supera”, aseguraron las jóvenes, quienes  indicaron que tratan de concretar un encuentro mensual para darle forma al plástico reunido en clubes, capillas, Pachacamac, asociaciones civiles y demás espacios que ceden sus instalaciones.

Conciencia comunitaria 

Si el plástico no está en buen estado, además de pudrirse y juntar cucarachas, retrasa todas las tareas, porque las voluntarias deben ponerse a limpiar y cortar todo.

“Queremos concientizar  que como es algo comunitario es todo un eslabón más de la cadena, si acercan el sachet bien cortado, limpio y seco ayuda a la cadena de producción. Nosotras tenemos un Facebook que es La Sachetera Tandil y ahí están todas las indicaciones”, refirió Bianchini. La tarea es muy sencilla, sólo requiere que el envase se corte por la parte sellada, se empareje, abra y se limpie con agua y detergente. Después simplemente se deja secar.

“No ocupan nada de espacio y no pesan. A veces los recibimos como un desperdicio y no con el estado de conciencia que requiere el reciclado”, reconocieron.

Los encuentros se aprovechan para cortarlos, sellarlos con calor, coserlos para reforzarlos y así armar los rectángulos o prendas  que se precisen.

Y en otra vuelta de tuerca al asunto, con los desperdicios generados luego del procesamiento se empezaron a fabricar ladrillos ecológicos rellenando botellas plásticas, una acción que puede replicarse con cualquier material seco y usarse como elementos de construcción no tradicional.

“Hay personas que se están construyendo la casa con ecoladrillos. Dentro de la botella, se pone todo el desecho seco, los sachets que no están bien cortados para no tirarlos que los estaríamos devolviendo a la cadena de contaminación, cuando emparejamos los sachets, los restos también, todo lo que es envoltorio, paquetes de galletitas, de fideos. Tienen que estar secos y limpios”, cerraron.

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