Sacó la mano Antonio

Sacó la mano Antonio

Socio del Gobierno en su modelo industrial y actor clave para la paz que otorgó la CGT, la ola de despidos en la metalurgia lo obligó a calzarse el traje de la resistencia. El vínculo con Sica. 

"El Gobierno no va a cambiar el modelo, por eso tenemos que cambiar el gobierno". Antonio Caló viene trabajado bajo esa premisa hacia dentro y hacia fuera de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), un cambio radical en la posición que mantuvo hasta aquí el poderoso gremio industrial. La definición no es muy distinta a la que guía los pasos de la mayoría del Consejo Directivo de la CGT, que apuntan a enfriar la conflictividad con el Ejecutivo que encabeza Mauricio Macri, aunque igualmente sea una posición de la que Caló se intenta alejar. O no tanto.

La diferenciación de la cúpula cegeteista es un paso más en el sinuoso recorrido que llevó al metalúrgico de ser unos de los sindicalistas predilectos de Cristina Fernández de Kirchner, que en su momento lo bendijo para encabezar la CGT tras la ruptura del kirchnerismo con Hugo Moyano, a un silencio expectante durante el inicio del mandato de Macri. Antes, como heredero de Lorenzo Miguel, supo cultivar su cercanía con Eduardo Duhalde.

La reunificación de la CGT, en el inicio del gobierno de Cambiemos, lo encontró adoptando un bajo perfil que ahora quiere abandonar para atender la catástrofe industrial a la que son sometidos sus afiliados. En la UOM calculan que, durante los tres primeros años de Macri en la Casa Rosada, se perdieron más de 50.000 puestos de trabajo en el sector, lo que significó una caída pronunciada en cantidad de afiliados.

Los despidos y suspensiones se hicieron parte del paisaje de una actividad en la que, además, los acuerdos paritarios implicaron sustanciales caídas del poder adquisitivo de un sector considerado tradicionalmente como la "aristocracia obrera". No obstante, hasta sus detractores internos reconocen que en ese panorama desolador, la cúpula metalúrgica consiguió mantener sin cambios el determinante Convenio Colectivo de Trabajo del gremio. 

Ahora, con el ojo del huracán de la crisis económica golpeando sobre la industria, Caló pareciera alejarse de una actitud contemplativa que caracterizó a su conducción gremial durante los primeros años de Cambiemos, traccionado por el cambio de humor de las bases obreras, principalmente de las seccionales provinciales más importantes, empezando por Zárate-Campana, San Nicolás y Quilmes. Pese a esto, mantiene un diálogo cotidiano con la CGT, a través de Rodolfo Daer, el líder de los trabajadores de la alimentación. 

LA MUÑECA DE ANTONIO. Un explicación posible al reacomodamiento de Calópodría encontrarse en los enconos de los metalúrgicos con quienes se alinean a los "presidentes anti obreros", una definición que le permitió llegar a la dirección del gremio metalúrgico en 2004. Durante los años noventa, Lorenzo Miguel se enfrentó a la política económica de Carlos Menem y marginó de la línea sucesoria a Roberto Monteverde, el secretario general de la Seccional Capital que profesaba devoción por el caudillo riojano. Caló, con el apoyo de Miguel, le arrebató la seccional, que resultó ser el paso previo para conquistar el gremio. La experiencia indica que más tarde o más temprano, la quietud frente a los gobiernos neoliberales pasan factura. Eso marca al menos la historia reciente de la UOM.

Algo de eso se pudo entrever durante el Congreso metalúrgico de Mar del Plata del 9 de abril donde, más allá del viralizado ejercicio de simulacro de votación presidencial, los más de 350 delegados trazaron un panorama sombrío y reclamaron la puesta en marcha de un plan de lucha. Entre las resoluciones del encuentro también aparece el reclamo a la CGT para que convoque a un nuevo paro y para que informe cuál será la hoja de ruta en la disputa salarial de este año.  

Conocedor de los humores internos, Caló se anticipó a la voluntad mayoritaria del Congreso sindical colocándose como uno de los principales promotores de la movilización "por la Unidad, la Producción y el Trabajo" que, aunque de manera caótica y con escasa homogeneidad, colmó el centro porteño el 4 de abril, cuando la columna de su sindicato fue la más nutrida de todas las organizaciones de la CGT.

Fiel a la tradición vandorista de golpear y negociar, después de la movilización el hombre fuerte de la seccional porteña metalúrgica aprovechó su muñeca para acomodar las demandas vertidas durante el Congreso a la complejísima realidad de la CGT. Entre las resoluciones alcanzadas en el Hotel 13 de julio estuvo mandatar a la conducción gremial para exigirle a la central obrera que convoque a un paro general antes de fin de mes y la convocatoria a una huelga sectorial con fecha a definir. La fecha que eligió el Consejo Directivo para la medida sectorial fue el jueves 18 de abril, en plena Semana Santa. Un día antes y como era previsible, la Secretaría de Trabajo, a cargo de Lucas Fernández Aparicio, dictó la conciliación obligatoria por 15 días por lo que dejó fuera de combate a la UOM tanto para un paro sectorial como para sumarse, en caso que así lo definiera, a la jornada de fin de mes lanzada por el sindicalismo opositor. El que sabe, sabe.

El llamado a participar del paro disidente se enmarca en la estrategia de Caló de tener una relación de tira y afloje con la cúpula de la CGT y a la vez con Moyano, su viejo adversario durante el kirchnerismo.

Durante los primeros años de Cambiemos, el doble juego se expresó cuando delegó su participación en la directiva de la central en Francisco “el Barba” Gutiérrez, que ocupó hasta diciembre de 2017 la Secretaría de Interior de la central. En ese momentos, con el acuerdo cerrando en la UOM, el ex intendente de Quilmes renunció a su cargo por la indecisión de la cúpula sindical de participar en las movilizaciones contra la reforma previsional. Meses después, mientras Caló retomaba su participación en las reuniones de directiva, Gutiérrez se mostraba en las reuniones que condujeron a la conformación del Frente Sindical por el Modelo Nacional, el agrupamiento desde el que ahora Moyano reúne voluntades para una confrontación con la actual conducción de CGT, el mismo sector con el que amagó a confluir a fin de mes.

UN RIVAL CONOCIDO. Paradójicamente, la etapa de "radicalización" del jefe metalúrgico coincidió con el desembarco de Dante Sica al frente del Ministerio de Producción y Trabajo. El economista fue consultor y asesor de la UOM durante décadas y creyó ver en Caló un aliado para trazar puentes con la conducción sindical. Los diálogos entre los dos viejos conocidos chocaron con la realidad de la política y -sobre todo- económica del país, que muestra a la industria raleada por despidos y suspensiones.

No valieron los diálogos en los que Sica le pidió: “no nos hagas esto". Eso fue cuando la UOM inició la negociación salarial de este año. Se refería a que los metalúrgicos ya resolvieron reclamar una paritaria corta, de tres meses, que partirá de la exigencia del 20% para el primer trimestre, en la que incluyen los 5 puntos perdidos en la paritaria de 2018. Así se lo hicieron saber a las cámaras del sector en una primera mesa de negociación que, tras la propuesta, se paralizó y recién se retomó durante la última semana, donde las patronales ofrecieron una recomposición del 8%.

Se da por descontado que si el Ministerio de Producción habilita este mecanismo, sería cuestión de tiempo para que se generalicen los reclamos de otros sectores productivos que desconfían de la capacidad del Ejecutivo para controlar la inflación.

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