Sonríe, hay una nueva política energética

Sonríe, hay una nueva política energética

La devaluacion del peso desde fines de Abril le hizo jaque mate a la estrategia tarifaria en energía adoptada por Cambiemos en 2016. La estrategia anterior hacía que las tarifas fueran –en pos del objetivo de reducir subsidios- a cubrir costos cada vez más altos en dólares. 

Esto no era viable, menos en un contexto macro inestable. Frente a este difícil panorama, el gobierno tuvo suerte con un simple cambio de conducción que produjo un cambio de visión notable en la política energética. Es que sin una reducción de costos en dólares –basada en mecanismos genuinos, no intervencionistas- no hay posibilidades de implementar una reducción de los subsidios sin provocar una transferencia de ingresos muy grosera e ineficiente. La esencia de este nuevo enfoque está puesta en un replanteo de dos elementos clave en la interrelación de los mercados energéticos.

 

PUBLICIDAD

 

En primer lugar, se busca hacer funcionar mejor al mercado doméstico de gas con miras a generar un vuelco de expectativas que reviertan el exceso de demanda (hacia un exceso de oferta) y que provoque, por la vía de una oferta dinámica y mayor transparencia y flexibilidad de mercado, una caída en dólares en el precio del gas. Esto ya se ha empezado a lograr notablemente.

 

 

En segundo lugar, dado lo anterior, se busca dar lugar a un cambio en el mecanismo de formación de precios en el mercado eléctrico mayorista -desde remuneraciones a la capacidad hacia remuneraciones a la energía- que, basado en plantas eficientes de ciclo combinado con empresas que compran su propio combustible (gas) en mercados eficientes, den lugar a una sustancial caída en el costo marginal de generación (respecto del status quo “costo-plusista” de los últimos años), lo que va a permitir a su vez reformular los mecanismos y las señales de precios a las que van a entrar las energías renovables. Es decir que la electricidad también va a caer notablemente en dólares.

 

 

Todo esto es mucho más que el abandono de la doctrina “la energía es cara, así que abrígate” que se puso en boga en los últimos dos años. Este es un cambio paradigmático, que logra plasmar, por primera vez en muchos años, una visión estratégica de la transición del sector energético hacia un necesario balance secuencial entre hidrocarburos y energía renovable. La Argentina tiene una disyuntiva en la secuencia de explotación de recursos energéticos no convencionales porque tiene valiosos recursos en ambos planos (hidrocarburíferos y renovables) que pueden dar lugar a una estrategia conveniente para el bienestar de la sociedad y el compromiso asumido de reducción de emisiones a largo plazo.Nuestro país tiene enfrente dos “curvas de aprendizaje” o curvas de reducción de costos, en shale y en energías renovables. Pero las dos son muy diferentes en su naturaleza. La del shale depende exclusivamente del esfuerzo de inversión de la Argentina, mientras que la de renovables viene dada de afuera. Esto plantea una secuencia ideal u “óptima” en la que a la Argentina le puede convenir poner el esfuerzo de moverse a través de la curva de aprendizaje del shale para así bajar el costo del gas natural, bajar al mismo tiempo el costo marginal de la generación eléctrica y re-establecer un mercado mayorista de electricidad que permita que la energía eléctrica renovable entre en pocos años a costos más bajos pero compitiendo no, como ahora, con una generación térmica cara sino con otra muy barata. La energía renovable barata es el futuro, pero el shale gas barato ya es el presente.

 

Mirá tambiénLa nueva política del BCRA fracasará: ojalá me equivoque

 

Este cambio de política energética llegó en un momento crucial de la macro. Era necesario que el precio de la energía no contribuya a la espiral inflacionaria y sea consistente con un programa macroeconómico de contención de los impulsos inflacionarios, pero que a su vez no sea demasiado oneroso para la demanda residencial. Sin embargo, justo cuando se estaba marchando a una relativa “pax tarifaria” producto de este cambio de orientación, apareció el conflicto desatado por la Resolución 20, que le traslada a los consumidores -como correspondería en tiempos normales- las diferencias de valores del gas contabilizado en la tarifa desde Abril. Pero estos no son tiempos normales. Se debería haber anticipado los hechos y explicado mejor, por un lado, y suavizado, por el otro, (repartiendo la carga con el sector privado, evitando el cobro de intereses exagerados y hasta eliminando impuestos) la carga de esta transferencia, la que ahora está de nuevo en el umbral de ser cuestionada. Es un desliz en una estrategia que viene para hacer lo contrario a lo que mucha gente está sintiendo ahora.

 

 

El Gobierno había logrado bajarse del tren fantasma tarifario de la gestión anterior y armar una estrategia muy superadora y conveniente para el bolsillo de la gente y el bienestar del país. Esto ocurre porque la inestabilidad macro puso a caminar a la política tarifaria por la cornisa entre la intervención y el respeto contractual. Es un camino que hay que recorrer para lograr salir hacia adelante de la mejor manera posible, es decir manteniendo el apego a los compromisos contractuales y profundizando hacia adelante el rol de los mecanismos de mercado que bajan costos genuinamente. Mientras tanto hay que darle señales a los usuarios de que la política pública está del lado de ellos y a favor del bien común y no del bien sectorial.

Comentá la nota