Sueños, utopías y militancia

Sueños, utopías y militancia

Daniel Di Bártolo y la importancia de un nuevo proyecto para Mar del Plata, la Provincia y la Nación.

Conocer a las personas más allá de la personalidad pública. Ese fue el desafío de EL PROYECTO que entrevistó al candidato a diputado provincial por la 5ta. Sección Electoral del Frente de Todos, Daniel Di Bártolo sobre trayectoria militante, dentro del campo nacional y popular, su rol en el sindicalismo y su mirada sobre los tiempos que se vienen.

-¿Cómo fue la militancia en la juventud en los ´70?

Las raíces de la militancia en la juventud tuvieron dos vertientes: por un lado el compromiso de vida surgido a partir de la FE CRISTIANA y por otro el descubrimiento del peronismo como el ser y el quehacer de nuestro PUEBLO. Estos procesos los fui viviendo entre 1970 y 1973.

En efecto, alumno del colegio Don Bosco de Mar del Plata, nuestro secundario fue transcurriendo entre 1969 y 1973, profundamente impactado por el clima político de la época y, en confluencia, por la fuerte renovación interior de la Iglesia como consecuencia del magno Concilio Vaticano II y su correlato continental, los Documentos de Medellín y en el plano nacional, los Documentos de San Miguel.

En nuestras “horas” de Catequesis en el colegio, leíamos y debatíamos Vaticano II, Medellín y San Miguel. Los tres Documentos son acontecimientos eclesiales que tradujeron los núcleos centrales del pensamiento cristiano encarnados en respuestas ante los nuevos desafíos que se presentaban en la realidad social y política.

A partir de 3er. Año – 1970 -, comenzamos a participar activamente en los grupos juveniles del colegio que en poco tiempo se abrieron a lo que más tarde fue el MOVIMIENTO JUVENIL DIOCESANO, imbuído del ambiente de Iglesia que promovió la llegada del entonces Obispo Eduardo Pironio – con quien construímos una sólida amistad -, su Vicario Hugo Sirotti y un grupo de asesores curas, monjas y laicos que nos marcaron a fuego.

Pocos meses después de su llegada a la Diócesis de Mar del Plata, Mons. Eduardo Pironio, convocó a los grupos laicales a un encuentro denominado SEMINARIO DE PASTORAL POPULAR. Fue una semana en el Hotel 13 de Julio de Luz y Fuerza donde conocimos a Lucio Gera, a Rafael Tello, a Gerardo Farrell, a Justino O Farrell que eran sacerdotes integrantes del equipo.

Junto a Susana y el Obispo Eduardo Pironio

Con ellos descubrimos líneas de reflexión y acción como lo son: CULTURA POPULAR, RELIGIOSIDAD POPULAR, INSERCIÓN EN EL PUEBLO, COMPROMISO POLÍTICO. En fin, un abanico de ideas y principios de acción surgidos de la ecleseología del Vaticano II, que promovió en nosotros una nueva mirada basada en el opción por los POBRES como núcleo del PUEBLO.

En este marco, numerosos jóvenes nos dimos a la tarea de insertarnos en barrios periféricos de la ciudad, en principio como experiencias misioneras y luego como comunidades cristianas que dieron a luz a futuras capillas, parroquias y hasta colegios. En mi caso y el de mi grupo juvenil que se llamaba RECONSTRUCCIÓN, estábamos en la Parroquia San Francisco de Asís y, desde allí, comenzamos con un desarrollo territorial en el barrio Los Pinares, donde fundamos la Capilla San Miguel.

La acción evangelizadora en los barrios se combinó con la acción política en forma natural. En la visitas a los vecinos anunciando las tareas de la capilla y tratando de detectar aquellos principios de religiosidad y cultura popular, descubrimos claramente la identificación de nuestro pueblo sencillo con el peronismo: sus valores, su memoria, su esperanza.

Simultáneamente, fue creada la CASA DE LOS JÓVENES – un viejo caserón jesuita enclavada en pleno Parque Luro – que se convirtió en el centro de amistad, confluencia y formación de nuestra generación. Allí se desarrollaron los Cursos de Promoción que eran tres jornadas y media de encuentro y capacitación; allí se nucleaban los jóvenes a debatir la realidad y allí conocimos y disfrutamos al P. Carlos Mugica, meses antes de su martirio. Carlos nos dijo con su diáfana claridad: “un Cristiano no puede ser otra cosa que peronista”.

Nuestra vivencia de la generación del 70 tuvo el condimento de una perspectiva propia: la discusión política, el peronismo y al mismo tiempo la fe cristiana, vivida como una opción por el pueblo y su destino histórico.

Nuestra generación no concebía la vida de fe sin un compromiso concreto con el pueblo y su transformación. Y, justamente, esa vivencia del pueblo pobre, nos interpeló en nuestra identidad política que se volcó mayoritariamente hacia el peronismo de los 70: sueños, utopías, militancia, y al mismo tiempo, frustración, sensación que se nos escapaba la posibilidad de cambiar el mundo y, en el momento culminante, el advenimiento de la noche negra de la dictadura militar.

-¿Qué significó la vuelta de la democracia más allá de que el peronismo no triunfó?

Los años de la dictadura milita fueron terribles. En lo personal, en lo social, en lo público. Una extraña experiencia donde mientras los días sucedían, algo espantoso estaba pasando a nuestro alrededor.

Los años negros de plomo se habían iniciado con aquél discurso económico que abría las importaciones en forma indiscriminada, presentaba el destrabe de las supuestas trabas del estado como la solución milagrosa, fueron los años de las prohibiciones de músicos, de libros, es la época de la “plata dulce” y del “todo por dos pesos”.

La Iglesia fue nuestro refugio. Nos permitió continuar con tareas barriales, cierta organización aunque sin visibilidad y algún tipo de formación pero con enormes cuidados acerca de su contenido. Vivimos esos años en las sombras.

Malvinas y el desgaste de la dictadura que no encontraba salidas económicas, generó el ambiente propicio para lo que ansiábamos: elecciones y el retorno a la democracia.

Ya no estaba Perón, una generación de militantes diezmada por la acción del terrorismo de estado, un gobierno militar que trataba, como sucedió en los últimos setenta años de historia argentina, de borrar todo vestigio de peronismo, que jugó sus últimas fichas para embarrarlo más y más y una vida interna partidaria desestrcuturada.

Aún así, levantada la veda, volvimos a hacer polìtica a la luz del sol. El regreso de la democracia lo viví como el final parcial de una pesadilla: sabía que no estaba todo hecho ni mucho menos pero sacarnos a los esos militares de encima, mezcla rara de de rancio nacionalismo con liberalismo económico degradante, constituía un paso enorme.

Jóvenes aún, treinta y pico promedio, teníamos todas las fuerzas para reconstruir el hilo popular. Pensábamos en nuestros hijos que llegaban a nuestras vidas y para quienes siempre quisimos un mundo mejor. La vuelta de la democracia oxigenó nuestro ambiente social y cultural.

Nunca olvidaré el primer recital de la Negra Sosa en Mar del Plata luego del exilio, en el Teatro Roxy, con Susana mi esposa embarazada de nuestro segundo hijo Juan. El re-encuentro, las lágrimas, las canciones, el teatro de pie, la fiesta de lo que regresa para no irse.

Mercedes Sosa, la voz de una generación

Milité y voté en la interna del peronismo e hice lo propio en la elección general. Perdí ambas no importa mucho a manos de quienes. En lo interno, creo que esos balbuceos internos post-dictadura ya configuraban la posición que sostuvimos hasta hoy mismo : el peronismo como movimiento popular de orientación social cristiana, de fuerte contenido humanístico, integrado en la Patria Grande Latinoamericana, con énfasis en la cultura nacional, con perfil industrialista, defensor y promotor de su columna vertebral: la clase trabajadora organizada.

Aún así, habíamos aprendido que “el que gana conduce y el que pierde acompaña”. Así lo hicimos: perdimos la interna y militamos la general. Era la primera vez que votaba: tenía 28 (veintiocho) años. Todo un aprendizaje para los que creemos en el voto popular como dueño del destino histórico de los pueblos.

Las clases dominantes y el anti peronismo festejaron el triunfo de Alfonsín. Lo viví en carne propia. No creyeron en la democracia pero el radicalismo era para ellos “el mal menor”. La derrota electoral nos golpeó pero teníamos el mundo por delante, como buenos jóvenes, sabíamos que era cuestión de tiempo y militancia y que, tarde o temprano, retomaríamos el camino de la liberación, como lo definamos.

La llegada de la UCR al gobierno, en materia educativa, presentó un desafío que no era ajeno a nuestro trabajo. Alfonsín, emulando el primer congreso pedagógico de 1882 que dio a luz la ley 1420 de educación común, puso en funcionamiento una gran convocatoria a discutir que tipo de educación nos proponìamos los argentinos. Lo hizo a través de lo que se denomimnó el II Congreso Pedagógico Nacional que contó con instancias locales, regionales, provinciales y nacional. El debate educativo removió el clima de la escuela y la educación.

Luego de la derrota electoral del peronismo y, militantes al fin, volcamos nuestro compromiso al sindicalismo docente que, en estas horas y por imperio del debate instalado por el Congreso Pedagógico, tenía un espacio para desarrollarse. En coincidencia con el fenomenal retroceso de los años dictatoriales y la urgencia de organizar a los trabajadores docentes.

-¿Cómo fueron los ´90 desde la lucha sindical?

El 1989 cayó el Muro de Berlín, George Busch padre fue electo Presidente de los EE.UU y Carlos Menem ganó las elecciones argentinas con un discurso peronista que rápidamente mutó en políticas públicas neoliberales entronizadas en el celebre uno a uno de la convertibilidad. También ese año, nuestra generación ganó la conducción del SADOP de la mano de Mario Morant, secundado por quién suscribe.

El mundo giró en torno a las ideas del fin de la historia y el triunfo indefinido del neoliberalismo como práctica económica, filosofía individualista de la vida y hegemonía de los finanzas y los mercados sobre los derechos populares y lo comunitario.

El clima de época mundial estaba signado por el achicamiento del estado, las privatizaciones de los servicios públicos, la globalización como destino de las naciones sin integraciones ni bloques regionales.

Menem, que llegó a la Presidencia con el halo del caudillo riojano y un discurso distribucionista, fue un gran alumno de la doctrinas en boga y, de la mano de Domingo F. Cavallo, construyó un esquema político asociado a los Alsogaray – emblemáticos representantes del liberalismo vernáculo -, a la oligarquía agrícola ganadera, entregó las “joyas de la abuela” al capital transnacional y de la mano de la ficticia estabilidad del uno a uno, tuvo tiempo para reforma la Constitución Nacional, armar su propia continuidad, “crear” el tercer senador, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Jefe de Gabinete, entre otras reformas.

El sindicalismo peronista había acompañado a Carlos Menem, tuvo lugares en las listas de legisladores y se preparaba para ser parte de la gestión. Sin embargo, los primeros pasos de Menem, dieron cuenta que el escenario que se venía no lograría el objetivo del pleno empleo ni mucho menos, iría sobre los derechos de los trabajadores y provocaría graves consecuencias sobre la ya deteriorada economía nacional. Los espejitos de colores se opacarían tarde o temprano. Habían vuelto los viajes “baratos” al extranjero y lo importado como paradigma.

El sindicalismo se dividió por su posición ante el neoliberalismo dominante. Un sector acompañó y fue complaciente. Otro sector tuvo dos expresiones: un sector encabezado por Víctor de Genaro, Germán Abdala y Mary Sanchez, se fue de la CGT y créo lo que primero fue una Corriente de Trabajadores Argentinos (sector interno de la CGT) y luego cambió por CENTRAL DE TRABAJADORES ARGENTINOS (CTA) que implicó el intento de formar una nueva central en la Argentina.

El otro grupo, decidió quedarse en la CGT y dar la pelea desde adentro fundando el MTA (Movimiento de los Trabajadores Argentinos) con el objetivo de “recuperar la CGT para los trabajadores y el peronismo para el pueblo” (sic “Bocha” Palacios de la UTA).

El MTA protagonizó históricas jornadas de lucha contra el “modelo neoliberal” el cual caracterizó en sus distintas dimensiones apostando al análisis político y económico de sus dirigentes de la mano del CESS (Centro de Estudios Sociales y Sindicales) que fundó y dirigió el economista Daniel Carbonetto.

Históricas movilizaciones contra el menemismo

El modelo, año tras año, fue generando un contexto explosivo basado en el quiebre de las economías regionales, la sub-coupación y descopuación creciente, el desequilibrio fiscal y la sensación generalizada, sobre todo en su segunda fase a partir de 1995 que el final estaba cerca. De la mano del aumento de la deuda externa y la profundización de la dependencia estructural, el menemismo llegó a 1999.

Durante los 90 dimos una dura lucha en términos sindicales. En primer lugar desde nuestra organización sindical, SADOP, que recuperamos junto con su Obras Social OSDOP, haciendo realidad un proyecto que nos habíamos propuesto en el retorno de la democracia. Habíamos recuperado un sindicato único con Personería Gremial que representa a los docentes privados de todos los niveles y jurisdicciones del país.

En los 90, dimos una pelea por los derechos laborales de los docentes privados, al tiempo que discutimos la polìtica educativa del gobierno y comenzamos a generar una polìtica de alianzas en el seno del movimiento obrero organizado: Fuimos co-fundadores y animadores del MTA junto a Hugo Moyano, el Bocha Palacios, y un grupo de dirigentes y organizaciones sindicales que le dimos batalla al modelo en la calle y fuimos construyendo una opción viable en el seno del movimiento obrero cuyo objetivo era conducirlo expresando la línea histórica del sindicalismo de liberación (sic Héctor “Gringo” Amichetti).

La lucha sindical en los 90 se prolongó hacia el 2001 ya que el triunfo de la Alianza, que nació como respuesta progresista al neoliberalismo menemista, solo produjo la extensión de la agonía: las mismas recetas, los mismos protagonistas, mayor endeudamiento, pobreza, exclusión, fracaso. El mismísimo Vice – Presidente Carlos Chacho Alvarez había renunciado tras el escándalo de la reforma laboral que tuvo al MTA y a Hugo Moyano en los primeros planos por su denuncia y por la pelea gremial que ganó las calles y la opinión pública.

Era cuestión de tiempo y así lo fue: el 19 y 20 de diciembre de 2001, explotó el modelo dejando treinta muertos en las calles y la experiencia colectiva de una fuerte crisis de representación y legitimidad política y social. A partir de 1999 nos integramos por el voto de nuestros compañeros docentes privados en la conducción nacional del SADOP y protagonizamos desde Buenos Aires este proceso; los años anteriores lo habìamos hecho desde nuestra ciudad natal: Mar del Plata.

La lucha sindical de los 90 nos dejó varias enseñanzas, entre ellas que solo la organización vence al tiempo. En varios momentos de la larga década neoliberal, el ambiente social y cultural acompañaba esa especie de único destino que nos rodeaba. Sin embargo, una constante en la lucha gremial, sostenido en principios y convicciones y con una fuerte ética de la militancia, ayudó a terminar con ella.

-¿Qué significó la llegada de Néstor y Cristina?

La llegada de Néstor y Cristina Kirchner significó la vuelta a las fuentes de los sueños y las utopías y un fuerte viento de esperanza que aún sopla y soplará.

La crisis del 2001 impactó de forma directa en los procesos de representación y legitimación política y social. Desde el “que se vayan todos” hasta el surgimiento de nuevas formas de asociación social, demostraron que nuestro pueblo no soportaba las estafas electorales de la mano de supuestos cambios que terminaban en repetir las recetas que ya habían demostrado su fracaso.

La Alianza fue un fracaso porque ilusionó a millones de compatriotas con un giro desde el neoliberalismo hacia cierto progresismo social y terminó en la peor crisis de la historia con muerte, endeudamiento y deterioro generalizado del trabajo y la economía.

Los asesinatos de Kosteky y Santillán adelantaron el cronograma electoral y tres candidatos se repartían las preferencias populares: Menem, que intentaba volver al ruedo luego de haber hecho todo lo posible para el fracaso de su exladero Eduardo Duhalde, Carrió que aparecía como el fiscal de la República y Néstor Kirchner, última estación de apoyos de Duhalde luego de haber fracasado con De la Sota y Reuteman.

El día que asumió Néstor Kirchner

Néstor Kirchner, desde el mismo instante de su ingreso al Congreso para pronunciar su histórico discurso sobre las convicciones hasta aquella herida por el fragor de los saludos, dió cuenta que algo distinto asomaba.

Néstor me emocionó desde el primer día que lo vi actuar y hablar. Lo había conocido en un acto en la localidad de Ayacucho invitado por mi amigo y cro Luis Ilarreguy y, también a través suyo, lo habíamos visitado junto a Horacio Ghilini de SADOP, en la Casa de Santa Cruz.

Néstor y Cristina le devolvieron al campo popular la centralidad de la política como herramienta de transformación social. Constituyeron la respuesta adecuada a la crisis de representatividad del 2001 porque el pueblo fue el protagonista de un nuevo capítulo basado en la ampliación de derechos, en el desarrollo económico, en el inicio del proceso de reparación social, en la vuelta a la integración en la Patria Grande, políticas que se encarnaron en infinidad de medidas que hemos dado en llamar “la década ganada”.

Uno de los aspectos salientes del proceso conducido por Néstor y Cristina fue la incorporación masiva de los jóvenes en la política. En efecto, desde la creación de numerosas organizaciones juveniles hasta el surgimiento y consolidación de nuevos cuadros en la gestión del estado y en las listas legislativas promovió que miles y miles de jóvenes asumieran la militancia como compromiso de vida. Algo de los 70 hay en ello.

El triste fallecimiento de Néstor Kirchner el 27 de octubre de 2009 constituyó uno de los mayores acontecimientos vividos con amor y llanto por el alma popular y, sobre todo, por los jóvenes, que habían visto en ese flaco desgarbado un tipo coherente con sus ideales, fiel a sus convicciones, jugado hasta lo último por la causa nacional y popular.

La muerte de Néstor engendró a Cristina en su dimensión de grandeza: es impensable que se vaya tú compañero o compañera de vida y puedas resurgir de esas cenizas para ser responsable con el mandato popular que no era otro que ser la Presidenta de todos los argentinos. Lo hizo y en el 2011 fue re-electa con el 54% de los votos. Cuando hoy leemos “Sinceramente”, su libro, nos conmueve su propio relato sobre aquellos años.

-¿Cómo se vivió desde los sindicatos la reinvidicación de los trabajadores y su representación?

Los trabajadores argentinos organizados llevamos en nuestra memoria colectiva las huellas del peronismo como la puerta a nuestra dignidad como tales mediante la justa distribución de la riqueza, como la llave para el expresión de nuestros derechos a través de la participación polìtica y el amor hecho política en la lucha de nuestra emblemática Evita.

Los años conducidos por Néstor y Cristina nos devolvieron ese lugar, en el que solo nos había ubicado el primer peronismo: lugar de centralidad del trabajo, lugar de derechos personales y sociales, lugar de movilidad social ascendente.

Las organizaciones sindicales crecimos en poder porque hubo mayores afiliaciones ligadas a nuevos puestos de trabajo. También crecimos en poder de negociación colectiva con el sector empleador porque las paritarias funcionaron como instrumento de fijación de salarios y condiciones y medio ambiente de trabajo. Crecimos en beneficios para nuestros representados a través de hoteles sindicales, campings, capacitación profesional.

En nuestro caso como SADOP, fuimos partícipes directos de la PARITARIA NACIONAL DOCENTE que durante diez años funcionó como herramienta federal de negociación del sector docente fijando el piso salarial y criterios para las jurisdicciones (todas ellas representadas) y otras materias como el extraordinario plan de formación docente continuo NUESTRA ESCUELA.

La existencia de diferencias entre algunos grupos de dirigentes sindicales y Cristina en la segunda fase de su gobierno se debió a que la “sintonía fina” que había definido la Presidenta no fue comprendida en profundidad por ellos, porque la agenda mediática ganó la conciencia de vastos sectores del trabajo, porque seguramente quienes tuvimos responsabilidades no supimos decodificar en forma adecuada las claves políticas del proceso que estábamos atravesando. El tiempo lo demostró.

-¿Por qué se perdió en 2015?

Es una pregunta cuya respuestas exige una serie de lecturas que aún estamos procesando. Creo que se perdió porque no supimos construir una respuesta nueva a las demandas de una sociedad que había logrado grandes avances en los últimos años.

Nuestra respuesta giró en torno a la reivindicación de todo lo que habíamos hecho en los años de Néstor y Cristina y, cuando hablábamos de profundización pronunciábamos lo mismo pero con mayor énfasis.

Una agenda cualitativa se había instalado de la mano de una gigantesca operación centrada en los poderes económicos hegemónicos, el partido judicial, los medios de comunicación que, promovida por los intereses trans nacionales y sus socios locales, tuvo un solo objetivo: detener el proceso de transformación social de la Argentina de la mano del peronismo y derrotar, ahora en las urnas, al gigante de América Latina que se atrevió a desafiar a los fondos buitres, a pararse de igual a igual ante el poder y de multiplicar los derechos de los pobres y los trabajadores.

Creo que no supimos interpretar lo que estaba pasando y, sumado a errores propios, no pudimos…no supimos…no lo logramos. De todos modos, el sistema de balotare terminó en un escenario de diferencia mínima entre Macri y Scioli. Los años siguientes demostraron la estafa electoral que se había perpetrado.

-¿Cómo fue, a su mirada, el proceso de reconstrucción del movimiento nacional y popular?

El poder hegemónico tuvo dos objetivos: derrotar al sindicalismo como bastión de la resistencia a las políticas neoliberales y dividir y domesticar al peronismo promoviendo una versión “moderada” del mismo.

En estos factores se encuentra, en mi criterio, las claves para comprender el proceso de reconstrucción del movimiento nacional y popular. Hay que hundirse en los primeros meses y años de la gestión macrista para descubrir allí los indicios de lo que fue la resistencia primero y el paso a la ofensiva de reconstruir mas tarde.

Nos es cuestión de hacer un listado de posiciones y medidas que se tomaron desde el campo popular pero es importante la lectura de la resistencia en clave de calle, de movilización, de paros, de declaraciones, de articulaciones que tuvieron su epicentro en las jornadas de diciembre de 2017 cuando, ensoberbecido, el gobierno fue detrás de las reformas provisional y laboral y el pueblo en las calles, reprimido salvajemente, logró iniciar una vuelta de página que en estos días justamente está por cerrarse.

La UNIDAD fue una construcción que vino de abajo: reclamada y exigida por los trabajadores, por los vecinos contra los tarifazos, por las Regionales de la CGT: en términos poíticos fue una construcción colectiva.

La UNIDAD se tradujo en una progresiva y permanente ampliación de la base de sustentación de lo que hoy conocemos como FRENTE DE TODOS.

Alberto y Cristina, candidatos del Frente de TODOS

En ese proceso destaco dos gestos: el primero y fundamental de CRISTINA FERNÁNDEZ DE KIRCHNER que siendo la depositaria de millones de votos y la conducción de vastos sectores internos del peronismo, dio un paso al costado para garantizar la viabilidad de esa unidad. El otro gesto es de los Intendentes del conurbano que, también depositarios de votos, optaron y apoyaron al candidato Kicillof como emergente de la nueva generación política que estaba hace un par de años caminando la Provincia. El tiempo también dio la razón.

La UNIDAD hasta que duela” dijo un líder sindical en pleno proceso de su construcción. Así fue. El Frente de Todos es cada vez más de todos y todas.

El gran desafío es la construcción de una coalición gobernante que logre instalar en forma definitiva en la Argentina en camino del proyecto nacional y popular.

-¿Qué aportará Alberto Fernández y Cristina a la Nación?

En primer lugar aportarán cerrar este ciclo de desgracias y atrasos para la Argentina que fueron los últimos cuatro años de gobierno liberal conservador, gestionado por CEOS empresarios, alejado de las necesidades populares que endeudó a nuestro país, quebró las economías regionales, atacó a los trabajadores y a sus organizaciones, menospreció la polìtica, enfrentó a los científicos y a los investigadores, denostó la cultura nacional…

Creo que Alberto y Cristina pondrán a la ARGENTINA DE PIE para volver a ser mejores. No repetirán recetas sino que retomarán la senda del crecimiento con inclusión social.

Creo que Alberto y Cristina expresan una esperanza para nuestro pueblo que ha visto pisoteado y ninguneando sus derechos.

-¿Qué oportunidad tiene Mar del Plata con Fernanda Raverta?

Fernanda Raverta es la expresión de una largo proceso de construcción colectiva enhebrado con método y ternura.

Fernanda Raverta es el trasvasamiento generacional donde las nuevas generaciones se conjugan con las otras, en una sìntesis virtuosa de juventud y experiencia.

-¿Qué es lo primero que se debe hacer para sacar esta situación adelante?

Instalaremos en la Intendencia un NUEVO PARADIGMA DE GESTIÓN basado en la planificiación estratégica , la articulación inter jurisdiccional, la participación ciudadana y la consulta permanente a la universidad pública.

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