Susana Stochero: “Quiero pensar que pude rajar el techo de cristal”

Susana Stochero: “Quiero pensar que pude rajar el techo de cristal”

Es la única mujer que integró la cúpula de la CGT. Conduce el gremio de Sanidad en Santa Fe. Susana Rueda antes de divorciarse, cree que hoy las cosas habrían sido más fáciles para ella.

Por INGRID BECK.

“Sindicalismo con perfume de mujer”, “La primera dama sindical”, “La dama de la CGT”. Así titulaban algunos medios de comunicación cuando Susana Stochero (antes, Susana Rueda) asumía en la conducción de la CGT en un triunvirato con Hugo Moyano José Luis Lingieri y se convertía en la primera (y única) mujer en estar al frente de la central obrera. Santafesina y peronista, también fue la primera mujer de Santa Fe que ocupó el cargo más alto en un sindicato: en 1987 fue elegida, contra viento, marea y operaciones que hoy serían claramente miradas como de discriminación por motivos de género, en secretaria general de la Asociación de Trabajadores de la Sanidad Argentina (ATSA). Ese lugar al que volvió después de la experiencia en la CGT, cuando tuvo que luchar, entre otras cosas, para tener un baño sin verse obligada a atravesar las oficinas del Moyano y bancarse defender su espacio de rosca sin masculinizarse ni pretender ser “uno más”.

La regional Santa Fe de ATSA es una de las más numerosas (el 83% del total son mujeres) y el gremio es uno de los más poderosos. De hecho, quien ocupa su lugar en Sanidad en Buenos Aires es Héctor Daer, actual líder de la CGT. Stochero también es secretaria gremial de la Federación de Trabajadores de Sanidad (FATSA) y está convencida de que, con Macri en el Gobierno, esta pandemia hubiera sido “un desastre”. “Tenemos un gobierno que se preocupa por la gente, que prioriza el dar sustento a la gente y que tiene un ministro de la capacidad de Ginés González García”, le dice a Letra P desde Santa Fe.

Sus días de emergencia sanitaria transcurren en recorridas por diferentes centros de salud monitoreando las condiciones sanitarias y laborales de los trabajadores y las trabajadoras de la salud. “Valoramos la salud cuando la perdemos y ahora está muy claro con la pandemia. Pasamos a ser noticia, pasamos a ser preocupación de los gobiernos, pasamos tener una mirada amigable y cariñosa de la sociedad, en tanto y en cuanto somos los que estamos en el frente de batalla tratando de evitar que los demás se enfermen y que los demás se mueran”, reflexiona. “Hoy nos tienen presentes, dios quiera que, una vez que pase todo esto, nos sigan teniendo presentes.”

Susana Stochero decidió ser Susana Rueda en los 80 (sin el “de” porque no le gustaba la idea de propiedad). Entonces, prefería el apellido de casada porque era más fácil, pero, desde su divorcio, en 2006, decidió volver al original, en lo que describe como “un momento de inflexión”. Y se relaciona “con una deconstrucción de una sociedad que cambió el Código Civil y que creció en muchos aspectos”. Desechar el Rueda, dice, forma parte de la deconstrucción de todos sus mandatos.

La del baño propio no es una anécdota más, porque ilustra la tensión que existía y crecía en 2004 entre el líder camionero y la dirigente de Sanidad. Su despacho –heredado de Carlos West Ocampo, secretario de Prensa y también de Sanidad- había quedado fuera de la órbita de los baños. Ella quería los mismos derechos que sus colegas varones y lo contó públicamente: “Baños para mujeres hay en todos los pisos. Pero en este, el de los secretarios generales, el toilette queda del otro lado de la puerta. Hay que cruzar el pasillo, pedir permiso para entrar en la oficina de Hugo Moyano, ser observada por los guardaespaldas y el circuito cerrado de televisión y, finalmente, pedirle la llave a su secretaria”.

Sus compañeros de la cúpula de la CGT "no estaban acostumbrados a discutir con mujeres, no estaban acostumbrados a considerar a una mujer, a una dirigente, par de ellos, entonces ni siquiera escuchaban”.

También tenía que pelear para que la escucharan en las reuniones. “Cuando trataba de hablar en una reunión o de dar una idea, no se me consideraba. Me decían ‘eso no sirve’. Y a los diez minutos, la misma idea la proponía un compañero y le decían ‘ah, mirá qué buena idea’”, contaba en una entrevista con un canal de Santa Fe en 2014. “Primero pensé que me querían provocar, pero después me di cuenta de que el problema que tenían era que no estaban acostumbrados a discutir con mujeres, no estaban acostumbrados a considerar a una mujer, a una dirigente, par de ellos, entonces ni siquiera escuchaban”.

En su libro "La marea sindical", de Editorial Octubre, la periodista Tali Goldman cuenta que Susana “no quería disfrazarse de varón, no necesitaba campera de cuero ni patovicas alrededor; reivindicaba su condición de mujer: se peinaba, se maquillaba, se pintaba las uñas y se ponía algunas joyas. Quería ponerle otra cara al sindicalismo y eso le costó caro. Así, de la boca de Moyano tuvo que escuchar frases como ‘menos mal que no sos hombre, si no ya te llevo afuera y te cago a trompadas’, ‘a vos te falta mucho para ser sindicalista, querida’, ‘¿y qué querés que haga?, si las únicas mujeres que tengo yo son mi mamá, mi mujer y mis hijas’”.

Su salida de la CGT formó parte de una renuncia colectiva, aunque la acusaban a ella de romper una unidad que no había sido respetada. Esa experiencia la marcó tanto, que la hizo volver a su territorio, a su sindicato y a la militancia provincial.

Está segura de que hoy las cosas habrían sido diferentes. “Siempre fue una rara avis y hoy es importante reivindicarla como pionera”, sostiene Goldman. Stochero está de acuerdo: “Quiero pensar que pude rajar el techo de cristal y que eso haya sido el punto de partida para que muchas compañeras sindicalistas puedan acceder a la conducción de sus gremios y también a la representación institucional de sus organizaciones en la Confederación General del Trabajo”. Aunque reconoce que todavía su paso por la conducción cegetista es una “historia rara”, los reclamos del feminismo a nivel nacional y mundial abren paso a que cada vez más mujeres accedan a los espacios de poder, con las dificultades de un tipo de construcción alejada de los mecanismos del “bravío hacer masculino”, como lo describe.

Habla de la pelea contra el patriarcado con la misma vehemencia con la que habla de la pelea contra algunos empresarios que no protegen a las trabajadoras y los trabajadores de la salud (“no son la mayoría”), porque su lucha está en varios planos a la vez. En este tiempo hay dos preocupaciones que la desvelan: “Primero, que todos los argentinos y todas las argentinas tengan qué comer y dónde dormir todos los días, abrigados, porque se viene el invierno, y la segunda es que protejamos a los trabajadores y las trabajadoras de la salud, porque se viene el invierno”.

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