Trabajo Infantil: Algunos monos nunca aprenden

Seguramente el amable lector, recordara la teoría de cambio social llamada “El centésimo mono” Ella habla sobre un estudio realizado por científicos japoneses en una colonia de monos “macaca fuscata” únicos habitantes en la isla de Koshima.

*Por Patricia Ocampo, Coordinadora de Un Sueño para Misiones

 En Dicho estudio se alimentaba a la colonia de monos con Camotes arrojándolos sobre la arena. A estos animales les encantaban los camotes, pero no así la arena pegada en ellos. Según el estudio, una mona joven llamada por los científicos, “Imo” resolvió el problema lavando el camote en el agua, poco tiempo después muchos monos jóvenes la imitaban y estos, a su vez, enseñaron a sus madres a hacer lo mismo. Sin embargo, a pesar del tiempo transcurrido, los monos adultos seguían comiendo este tubérculo dulce con arena. Estos científicos descubrieron con asombro que pasado un tiempo prudencial, de un momento a otro, digamos después de que 99 monos aprendieron a lavar el camote, el número cien rompió el equilibrio y a partir de allí la gran mayoría de monos había, casi por arte de magia, incorporado el cambio. Más increíble resulto para los científicos descubrir que sin que exista contacto de estos monos con los de otras islas, ellos a la distancia comenzaron a lavar su alimento. A esto se le llamo teoría de la masa crítica. Lamentablemente y aunque la historia sea ampliamente conocida y utilizada por personas reconocidas como Deepak Chopra, es una falacia.

Por supuesto que un cambio cultural es posible, pero generalmente requiere de un largo tiempo, porque el tiempo deja atrás a las viejas generaciones y abre paso a las nuevas. Habremos de morir nosotros y con nosotros nuestras creencias viejas, para que se abran paso creencias superadoras. Quizá nuestra mayor virtud radique ya no en esperar un cambio mágico, sino en no ser un estorbo para el desarrollo de nuevas conductas y paradigmas, como la igualdad de género, evitar el maltrato animal, la abolición de la esclavitud moderna, la igualdad de oportunidades para los niños, la erradicación del trabajo infantil, el hambre cero y muchas otras. Quizás aun antes de partir, podamos aprender nosotros a “lavar nuestro alimento”, y sembrar esa semilla para la próxima generación. Pero si decidimos no aprender, si sentimos que no podemos cambiar, al menos elijamos no interponernos ante la bondad que emerge.

Los que hacemos “Un sueño para Misiones” trabajamos sin descanso desde hace varios años para erradicar el trabajo infantil, tenemos la seguridad de que el cambio es inevitable, aunque fuimos muy ambiciosos al pensar que además de inevitable, ser rápido. Después de todo este tiempo, comenzamos a entender que quizá nuestra misión consista en mostrar lo que nuestro sistema de comercialización oculta. Hacer evidente que detrás de nuestra Infusión Nacional, el mate, existe trabajo esclavo, pobreza extrema y trabajo infantil, o que, en el campo argentino, a pesar de ser el principal motor de desarrollo y generador de divisas existe, en su escalón más débil, hambre, desnutrición infantil y esclavitud moderna ¿y porque no? dejar una ley, como la que elaboramos y presentamos en el Congreso en diciembre de 2015, que propone empoderar al consumidor brindándole la oportunidad de comprar un producto certificado libre de trabajo infantil y que al elegirlo en góndola, este sepa que está poniendo dinero directamente en el bolsillo del cosechero. Entonces nuestra tarea y la de los que como nosotros trabajan por un cambio, consiste en preparar el campo a los que vienen, a los más jóvenes, a los que se resistan a consumir un producto que contenga trabajo infantil, trabajo esclavo, dolor e injusticia, abrir el camino a los que estén deseosos de aprender que es más sabrosa la fruta sin arena o el mate sin trabajo infantil. El Biólogo evolutivo Richard Dawkins en su libro el Gen egoísta, escribió a modo de advertencia: “Tratemos de enseñar la generosidad y el altruismo, porque hemos nacido egoístas” y yo humildemente agrego: si no queremos o no podemos, al menos, no hagamos un arte el pisotear la bondad que emerge.

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