Violencia política: Los lazos de los barrabravas con el poder nacen en los municipios

Violencia política: Los lazos de los barrabravas con el poder nacen en los municipios
El crimen de Mariano Ferreyra en manos de patotas sindicales reabrió la herida. La política y los gremios suelen tercerizar la violencia en los “pesados” del fútbol. Aquí, el mapa de esos vínculos.

Las imágenes se suceden unas a otras. Miércoles 20 de octubre, 12.45; en el corazón de Barracas es asesinado Mariano Ferreyra, militante del Partido Obrero, por una patota de la Unión Ferroviaria integrada, entre otros, por dos barrabravas: Cristian Favale, alias Harry, acusado de ser el autor material del hecho y miembro de la pesada de Defensa y Justicia, club de Florencio Varela. Y Gabriel Sánchez, alias El Payaso, que pisaba fuerte hasta 2008 en la barra de Racing y diversificó sus intereses hacia la de Dock Sud.

Sábado 21 de agosto, 23.45; en el restaurante El Pato, de Avellaneda se festeja el cumpleaños de Gastón Frutos, hijo del jefe del sindicato de los panaderos, Abel Frutos, hombre cercano a Hugo Moyano. No llegan a soplar las velitas que irrumpe un grupo de barras de Arsenal e Independiente a puro tiro. Entre los comensales están Gustavo Pereyra, El Oso, capo en Boca, y Pichón, barra de Independiente. La guerra mezcla temas de cancha, sindicales y drogas. Por milagro no hay muertos aunque sí muchos heridos, que son trasladados al hospital Fiorito.

Martes 24 de agosto, 21.20 horas. En Puerto Madero se escucha una ráfaga de tiros. Hace minutos terminó en el Luna Park el acto de Pablo Bruera, intendente de La Plata, y afuera las fracciones que pelean por la barra de Estudiantes muestran su poder de fuego. Tres heridos son cargados a un auto antes de que intervenga la Policía. Las facturas son por el dinero de la tribuna y los trabajos en Berisso y Ensenada para los gremios.

Se podrían enumerar miles de fragmentos hasta filmar una película de terror sobre la violencia de barras aliados a sindicatos y partidos, porque son hace tiempo la mano de obra que se usa para tercerizar la violencia política.

La historia, claro, no empezó el día que mataron a Ferreyra. Los barras siempre estuvieron vinculados al poder. En la dictadura, la de Quilmes era liderada por Carlos Alberto de Godoy, alias El Negro Thompson, y ayudaba en el aparato represivo criminal de los militares. Con apoyo de AFA, hasta se organizó un grupo comando para ir al mundial de España de 1982, para acallar en los estadios las manifestaciones de los exiliados, lo que se frustró por la guerra de Malvinas.

Con la llegada de la democracia, las barras comenzaron a trabajar como fuerza de choque para combates callejeros, pintadas de campaña y caja de resonancia en los estadios.

Genéticamente peronistas, con el triunfo del alfonsinismo llenaron las plazas camuflados con las boinas blancas. La Doce, la temible barra de Boca, fue la que más gente movilizó para el frustrado Tercer Movimiento Histórico, siempre con el radical Carlos Bello, titular de la Comisión de Deportes de la Cámara de Diputados, como escudo y mentor.

En los 90, la caída de las utopías produjo que muchos adolescentes sintieran a la barra como único lugar de pertenencia. El fútbol había explotado como negocio y los barras aumentaron su tajada y su presencia barrial, lo que los convirtió en un imán aún más poderoso para las dirigencias deportivas, políticas y sindicales. Así, muchos entraron como ñoquis a dependencias del Estado (Migraciones, el Registro de las Personas, el Congreso, legislaturas provinciales); otros manejaron planes sociales o engrosaron las patotas sindicales. Y entendieron la lógica de que a la impunidad la otorga el poder. Fueron a su tiempo alfonsinistas, ultramenemistas, delarruistas, duhaldistas y hoy son kirchneristas, teniendo como referente a un hombre muy ligado al poder: Marcelo Mallo, dirigente de San Francisco Solano que militó en la agrupación “Arturo Jauretche”, del jefe de Gabinete Aníbal Fernández. Mallo es hoy personaje clave de Compromiso K, agrupación del santacruceño Rudy Ulloa.

Su imagen se recortó el jueves 28 de octubre en la Casa Rosada, durante el velatorio del ex presidente Néstor Kirchner, al lado del ministro Alberto Sileoni, en un lugar sólo reservado para los funcionarios de primera línea.

Pero los barras tienen por dominio a todo el territorio nacional. En el conurbano, sus lazos son muy visibles. El crimen del militante Mariano Ferreyra sacó el velo sobre la relación de la barra de Defensa y Justicia con el peronismo de Florencio Varela. El dueño de esa tribuna en los últimos 15 años fue Héctor Alarcón, El Vaca, que solía arriar gente a los actos de Julio Pereyra, mandamás de la zona y jefe de la Federación Argentina de Municipios. Ferreyra negó la relación pero tiene empleados que pueden darle datos: Harry Favale, el acusado de matar a Ferreyra, subió a su facebook fotos que se sacó en la peña oficial que coordina el ministro de economía, Amado Boudou. En una de las imágenes, aparece con el ministro y con Darío Fariña, coordinador en Salud de Florencio Varela y pasajero del avión que llevó a la Selección argentina a Sudáfrica, junto a 23 barras, que alentaban al equipo al son de los bombos del sindicato Unión de Trabajadores de Entidades Deportivas y Civiles, que lidera Carlos Bonjour. Esos barras también tuvieron apoyo de Enrique Antequera, gerenciador de la feria La Salada y líder del movimiento peronista “Militancia y Lealtad”, que coqueteó con De Narváez y hoy milita en la Coalición Cívica.

Pero Florencio Varela no es la única zona del sur del GBA donde el lazo barras-sindicatos-políticos vive su romance. Adrián Socío, apodado El Gato, es uno de los líderes de la barra de Estudiantes y está investigado en el crimen de un policía en la estación de trenes de La Plata, el 3 de marzo de este año. Socío y su gente le han puesto el cuerpo en más de una ocasión a los mitines de Mario Secco, el intendente de Ensenada, y consiguieron planes sociales y puestos municipales. Además, su fracción, junto a la barra de Cambaceres, tiene ligazón con la seccional de la UOCRA que lidera Juan Pablo Pata Medina. Medina fue la fuerza de choque que se enfrentó a los camioneros de Hugo Moyano el 17 de octubre de 2006, el día del traslado de los restos de Juan Domingo Perón a la quinta de San Vicente, que terminó en batalla campal y con Madonna Quiroz, chofer del gremio de los Moyano, disparando a mansalva.

En ese acto, Moyano habló bien custodiado. Detrás suyo estaba El Polaco, número dos por entonces de la barra brava de Independiente, club en el cual el jefe de la CGT tiene mucha influencia. De hecho su hijo Facundo estuvo en el Mundial de Sudáfrica compartiendo tribuna y safaris con la barra del Rojo. Una barra que sabe trabajar para los sindicatos pero también para la política de Avellaneda: aún se recuerdan las banderas enarboladas con el logo de “Cristina presidente - José Alessi intendente”, haciendo referencia al concejal que hasta 2009 estuvo en el Frente para la Victoria, y ahora es referente de Felipe Solá.

Los barras además saben poner las piernas en varios lados al mismo tiempo. Por eso en el acto en el estadio de Arsenal del 9 de octubre pasado, engrosaron las filas que vivaban a Baldomero Alvarez, el hombre fuerte de la zona desde hace 20 años y actual ministro de Desarrollo Social del gobernador Daniel Scioli. La barra de Racing ya venía con gimnasia peronista: lució por años un telón con la inscripción “Kirchner presidente” y fue usada como fuerza de choque en 2007 durante una puja con trabajadores desocupados que habían tomado una planta de Repsol en Caleta Olivia.

También en La Plata se cuecen habas. Cristian Camillieri, alias El Volador, jefe de la barra de Gimnasia y Esgrima de La Plata, cobraba planes sociales cuando Julio Alak era intendente y manejaba una cooperativa con brazos dispuestos a pelear por su jefe político. Después, cuando Bruera se postuló para la intendencia, la barra del Lobo jugó para él. Y cuando ganó, sucedió un hecho insólito: como premio ocuparon un complejo del Plan Federal de Viviendas, ubicado en 19 y 526, y subalquilaron las casas que correspondían a diez familias de veteranos de Malvinas. No fue el único episodio insólito en La Plata. El 3 de septiembre de 2009, una marcha de taxistas paralizó la ciudad. Quien movilizó a la gente fue un histórico jefe de la barra de Estudiantes: Omar Alonso, apodado El Hache. Increíblemente, Alonso había salido de prisión una semana antes, tras cumplir una pena por el homicidio de un... taxista. En esa marcha, también estuvo el Volador Camillieri, porque a la hora de ser mano de obra sindical, los barras alientan por el único color que conocen: el del dinero.

El Sur tiene otros casos. Osvaldo Becerra es el líder histórico de la barra brava de Quilmes. Desde los 90, también era el encargado de hacer las pegatinas de afiches del Justicialismo y su influencia fue creciendo. El diario Perfil lo retrató comiendo con Sergio Villordo, cuando el delfín de Aníbal Fernández era el intendente de la comuna. La Justicia le inició una causa por incidentes en la campaña de 2005, cuando se enfrentó al duhaldismo por las paredes para las pintadas y lo puso en la mira cuando quedó involucrado en una pelea en la sede local de la UOCRA que terminó con un manifestante acuchillados. Becerra fue, también, uno de los nexos para conformar Hinchadas Unidas Argentinas, la ONG de barras kirchneristas.

Otras barras que hacen de las suyas son las de Banfield y Los Andes. La primera está dirigida por Miguel Angel Tuñinali, un ex preso que mete presión en las asambleas del club a favor del oficialismo, cuyo vicepresidente es Gastón Lasalle, ex director de Habilitaciones de la Municipalidad y hombre del PJ oficial en la zona. La de Los Andes se referencia en José Paz, que tuvo conchabo en el Concejo Deliberante y reclutó gente para el ex intendente Jorge Rossi, para el actual Martín Insaurralde y para el Sindicato de Trabajadores Municipales que lidera Aldo Castro.

En Merlo, los hermanos Caio y Cuni Salazar manejan la barra del equipo del partido y arreglaron con los popes del municipio que lidera Raúl Othacehé que la tribuna sea una extensión del Justicialismo. Y cuando hay manifestaciones opositoras, ahí están para “poner orden”. Otro caso es el de la barra de Ituzaingó, cuyos líderes participaron de marchas organizadas por el presidente del Concejo Deliberante local, Juan Carlos Romieux, que responde al intendente Alberto Descalzo. Ni hablar de la histórica relación entre el sindicalista Luis Barrionuevo con la barra de Chacarita, cuyo viejo líder, Horacio Turi Ginés, llegó a ser candidato a concejal por el duhaldismo en 1999 y hoy está en el espacio kirchnerista “Proyecto San Martín”, que tuvo su lanzamiento en agosto en un acto que contó con la presencia de Juan Carlos Zabaleta. Rival histórico del diputado Martín Sabatella, Zabaleta es hombre de confianza de Amado Boudou y su base de trabajo es Morón, donde se lo vinculó a la barra de Deportivo Morón. Y en Ezeiza, la barra de Tristán Suárez es brazo ejecutor del patrón eterno del partido, Alejandro Granados.

En el Interior, la relación es igual. En Rosario, el año pasado hubo una pelea entre la filial local de la Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera, en manos de la CTA y la conducción nacional que está bajo el ala de Hugo Moyano. Hubo un muerto y el acusado de hacer el disparo fue Raúl Cazón, alias El Chino, de la barra de Newell’s. Esa barra era liderada por Roberto Caminos, Pimpi, cuyo poder creció a límites insospechados bajo la presidencia de Eduardo López, cuyo segundo era Julio Nudemberg, ex abogado de la UOM de Villa Constitución. La barra estaba también ligada al Sindicato de la Carne: Pimpi se internó en una clínica del sindicato cuando lo hirieron en una trifulca.

También en Tucumán hay relaciones espurias: la barra de San Martín está liderada por Sergio Flay Roldán, uno de los violentos que deportó Sudáfrica durante el Mundial. Roldán trabaja para el Justicialismo en el barrio Nueve de Julio, identificándose con el diputado Gerónimo Vargas Aignasse, hombre del gobernador Julio Alperovich. Y en Mendoza, la Justicia logró escuchas tres años atrás entre Daniel Aguilera, el jefe de la barra de Godoy Cruz, con Omar Pérez Botti, ex titular de Seguridad Deportiva de la provincia que respondía al vicepresidente Julio Cobos. En Jujuy una fracción de la barra de Gimnasia y Esgrima lleva por nombre “La banda de la Flaca” por la líder piquetera Milagro Sala, y participan de todas las acciones de Sala en la política provincial.

En Capital las relaciones también son carnales. Los líderes de la barra de Nueva Chicago, Ariel Pugliese y Javier Miranda, suelen hacer bulto para el sindicato del personal del Mercado de Hacienda cuyo secretario general es Fabián Ochoa. Y fueron conchabados en el INDEC tras la intervención del Secretario de Comercio, Guillermo Moreno. Políticamente responden también a Andrés Rodríguez, el secretario general de UPCN, y pasaron a segundo plano tras el escrache que sufrió en la feria del libro Gustavo Noriega, autor de un libro crítico sobre el organismo.

Moreno, además, tiene otras relaciones con barras. Joe, el nexo político de Los Borrachos del Tablón, los dueños de la popular de River, hizo su militancia en la Unidad Básica de las Cañitas del Secretario de Comercio, antes de pasarse a las filas de Federico Saravia, el hijo de Matilde Menéndez, del PJ local. Joe fue uno de los que gestionó con la agrupación “La Cámpora” los telones contra el Grupo Clarín en el superclásico del Clausura 09. Por Boca, ese trato lo cerró su jefe, Mauro Martín, vinculado hoy al kirchnerismo casi tanto como su predecesor, Rafael Di Zeo, lo estaba a Mauricio Macri. No parece casual que Macri haya nombrado a Marcelo Rochetti, abogado del famoso Di Zeo, como jefe de Seguridad de la Legislatura Porteña. Eso sin contar los “trabajos” que históricamente los barras consiguieron en dependencias oficiales: Adrián Rousseau, jefe de la barra de River, entró a la Municipalidad y trabajó bajo las órdenes del ex diputado Daniel Bravo, mientras que el propio Di Zeo fue empleado del Gobierno porteño hace cerca de una década, en el área de señalización de calles. Fuera de la tribuna, los hombres de Rafa buscaron trabajo y lo consiguieron rápido: hoy son fuerza de choque del Sindicato de la Carne, quedando al descubierto en la última batalla a pura violencia que hubo, tiempo atrás, en la sede del sindicato en Capital.

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