¿Aparece con Florencia Saintout un nuevo tipo de práctica y liderazgo, con las mujeres en el centro debate político?

¿Aparece con Florencia Saintout un nuevo tipo de práctica y liderazgo, con las mujeres en el centro debate político?

Es probable. Identidad política: kirchnerista y quizá – lo que afirmo a continuación cuenta con las tan pocas certezas que los discurso del análisis político permiten – la militante/dirigente de mayor potencia en ese espacio, en la capital bonaerense sin duda alguna, en la Provincia en eso anda, y a esperar para ver lo que el tiempo le depara por los más anchos territorios del país. 

 Sin pecar de clasicismo, la actual concejala, doctora en Comunicación y decana de Periodismo de la UNLP (¡atención que esos dos últimos datos encierran un significado especial!) es potencia que dependerá de su persistencia en el ser, más allá de la alternativas que le toque vivir, debido a las coyunturas y sus zancadillas, que en esta Argentina impregnan, para mal, la dimensión de lo político. Jugarán en ella y en el universo que viene construyendo – consigno universo y no espacio para evitar confusiones de la tan empobrecida retórica pública – un papel decisivo las derivaciones de su ADN cultural (capricho de falsa metáfora eso de lo del ADN cultural), marcado por el peronismo en tanto cosmogonía, por siempre contradictoria, puesto que su propia dialéctica es infinita, convulsionada y revulsiva; tumultuosa e irreverente como lo son los textos de su mejor poética: “Desempleado / buscando ese mango hasta más no poder / (…) busco ahora trabajo en la era atómica / dentro o fuera del ramo / si es posible./ Todos los días abro el mundo / un jardín de esperanzas / en la sección empleados / voy clasificándome atento / este aviso me pide. / Entonces a escribir con pasión y buena letra / adherido con lealtad —ser claro— / escucho el ruego del ruiseñor / uniendo lo primitivo a lo culto / la inspiración a la escuela / trato de seducir / con mis antecedentes (…)”. De “El solicitante descolocado” (Leónidas Lamborghini).Y también: “Desde que empieza a dar sus primeros pasos en la vida, el niño proletario sufre las consecuencias de pertenecer a la clase explotada (…) / Desde niño el niño proletario trabaja, saltando de tranvía en tranvía para vender sus periódicos. En la escuela, que nunca termina, es diariamente humillado por sus compañeros ricos. En su hogar, ese antro repulsivo, asiste a la prostitución de su madre, que se deja trincar por los comerciantes del barrio para conservar el fiado. / En mi escuela teníamos a uno, a un niño proletario (…) / Evidentemente, la sociedad burguesa, se complace en torturar al niño proletario, esa baba, esa larva criada en medio de la idiotez y del terror (…) / Nosotros quisiéramos morir así, cuando el goce y la venganza se penetran y llegan a su culminación. Porque el goce llama al goce, llama a la venganza, llama a la culminación (…)”. De “El niño proletario” (Osvaldo Lamborghini). ¿Y por qué no?: “Conocí a Evita en un hotel del bajo, ¡hace ya tantos años! Yo vivía, bueno, vivía, estaba con un marinero negro que me había levantado yirando por el puerto. Esa noche, recuerdo, era verano, febrero quizás, hacía mucho calor. Yo trabajaba en un bar nocturno, atendiendo la caja hasta las tres de la mañana. Pero esa noche justo me peleé, con la Lelé, ay la Lelé, una marica envidiosa que me quería sacar todos los tipos (…). Ella me contestó, mirándome a los ojos (hasta ese momento tenía la cabeza metida entre las piernas del morocho y, claro, estaba en la penumbra, muy bien no la había visto): “¿Cómo? ¿No me conocés? Soy Evita”. “¿Evita?” – dije, yo no lo podía creer– . “¿Evita, vos?” –y le prendí la lámpara en la cara. Y era ella nomás, inconfundible con esa piel brillosa, brillosa, y las manchitas del cáncer por abajo, que –la verdad– no le quedaban nada mal. Yo me quedé como muda, pero claro, no era cosa de aparecer como una bruta que se desconcierta ante cualquier visita inesperada. ‘Evita, querida’ –ay, pensaba yo–‘¿no querés un poco de cointreau? (…)’”. De “Evita Vive” (Néstor Perlongher). Citas todas que pueden ser susurros o de alaridos; o tal los sonidos de la furia para épocas urgentes, en los que los monólogos interiores pueden ser antesalas de la acción; y apuntes provisorios tras el premio Rodolfo Walsh a Dilma y la concreción de una serie de jornadas que pensaron el territorio de lo político desde las mujeres y sus agendas.

Por Víctor Ego Ducrot (*) / Lo que están por leer, y ruego a dioses y demonios que así lo dispongan, digo, su lectura, es un intento de ensayo periodístico sin suerte o fortuna asegurada, aunque mi ilusión consiste en que sirva para debatir sobre algunas urgencias y gritos desesperados, porque entre las esperanzas que quedan, que por fuerza de la necesidad deben ser muchas -insistamos en ello -, creo que es cuestión de sobrevivencia colectiva disparar contra tanto neoliberalismo de vaya saber uno qué numero de autogeneración, contra tanto oligarco / fascismo líquido; y escribo líquido tomando ideas prestadas del polaco Zygmunt Bauman cuando plantea que vivimos en un siglo en el que NO se puede garantizar las permanencias y certezas de la Modernidad, que son inestables, que aparentan escurrirse entre las manos las expectativas de contrato social y también la lábil convivencia que de semejante disolvencia deriva; y que, en ese contexto, la ruptura con lo institucional parece dejarnos aislados, de ahí que falsamente el aparato de sentidos de las clases dominantes haya logrado que algunos distraídos entiendan que el sistema de poder de la derecha actual se traduce en el retiro del Estado como regulador social, cuando en realidad lo que sucede entre las burbujas de la liquidez es, primero la persistencia del Estado, pero regresivo para las grandes mayorías (Mauricio Macri dejar de cobrarle retenciones a los capitales concentrados de la economía extractivista agrícola y minera, a la vez que aumenta los precios del comer popular y baja los salarios); y segundo la ocupación directa del propio Estado por parte de las corporaciones globales, todas con múltiples tramas de diversidades domésticas (desde Richard Nixon y el retiro del respaldo en oro para el dólar, a principios de la pasada década del ’70, con lo que se expande estratégicamente la autonomía del mundo financiero dentro del planeta único llamada capitalismo global concentrado o Imperio Global Privatizado (IGP), hasta Donald Trump; y en Argentina su versión berreta con la CEOcracia de Cambiemos). Ante tantas calamidades, las clases y grupos subalternos, y las casi infinitas pertenencias etarias, de género y socioculturales, estas últimas sí que infinitas sin el cuasi, requieren de una práctica política emancipatoria o mejor dicho libertaria de nuevo tipo, con nuevos atributos y lideres distintos, para desafiar con gramáticas que aún se encuentran en estado de balbuceo a ese nuevo estatus de opresión que algunos denominan semiocapitalismo, o la otra cara del oligarco / fascismo líquido.

Para abundar en algo sobre la idea de semiocapitalismo, antes de retomar a Florencia Saintout, quien es el verdadero qué de esta columna, me permito ir a un artículo que el diario Página 12 publicara el 12 de noviembre de 2007: “La felicidad es subversiva”, en la que el italiano Franco Berardi, creador de la expresión desgrana algunas consideraciones al respecto: “semiocapitalismo es el modo de producción en el cual la acumulación de capital se hace esencialmente por medio de una producción y una acumulación de signos: bienes inmateriales que actúan sobre la mente colectiva, sobre la atención, la imaginación y el psiquismo social. Gracias a la tecnología electrónica, la producción deviene elaboración y circulación de signos. Esto supone dos consecuencias importantes: que las leyes de la economía terminan por influir el equilibrio afectivo y psíquico de la sociedad y, por otro lado, que el equilibrio psíquico y afectivo que se difunde en la sociedad termina por actuar a su vez sobre la economía (…). Los efectos de la competencia, de la aceleración continua de los ritmos productivos, repercuten sobre la mente colectiva provocando una excitación patológica que se manifiesta como pánico o bien provocando depresión. La psicopatía está deviniendo una verdadera epidemia en las sociedades de alto desarrollo y, además, el culto a la competencia produce un sentimiento de agresividad generalizado que se manifiesta sobre todo en las nuevas generaciones. Recientemente la Durex, la mayor productora mundial de preservativos, encargó una investigación al Instituto Harris Interactive. Fueron elegidos veintiséis países de culturas diversas. Y en cada país fueron entrevistados miles de personas sobre una cuestión simple: qué satisfacciones experimentaban con el sexo. Sólo el 44 por ciento de los entrevistados respondió que experimentaba placer a través de la sexualidad. Esto significa que ya no somos capaces de prestarnos atención a nosotros mismos. Pero tampoco tenemos tiempo suficiente para prestar atención a aquellos que viven alrededor nuestro. Presos de la espiral de la competencia ya no somos capaces de entender nada del otro (…). La deserotización es el peor desastre que la humanidad pueda conocer, porque el fundamento de la ética no está en las normas universales de la razón práctica, sino en la percepción del cuerpo del otro como continuación sensible de mi cuerpo. Aquello que los budistas llaman la gran compasión, esto es: la conciencia del hecho de que tu placer es mi placer y que tu sufrimiento es mi sufrimiento. La empatía. Si nosotros perdemos esta percepción, la humanidad está terminada; la guerra y la violencia entran en cada espacio de nuestra existencia y la piedad desaparece. Justamente esto es lo que leemos cada día en los diarios: la piedad está muerta porque no somos capaces de empatía, es decir, de una comprensión erótica del otro (…). Creo que tenemos que tener en cuenta la relación entre ciberespacio –en constante ampliación y en constante aceleración– y cibertiempo, es decir, el tiempo de nuestra mente entendida en sus aspectos racionales y afectivos. El capitalismo empuja a la actividad humana hacia una aceleración continua: aumentar la productividad para aumentar los beneficios. Pero la actividad es hoy, sobre todo, actividad de la mente. Quien no logra seguir el ritmo es dejado de lado, mientras que para quienes buscan correr lo más velozmente posible para pagar su deuda con la sociedad competitiva, la deuda aumenta continuamente. El colapso es inevitable y de hecho un número cada vez más grande de personas cae en depresiones, o bien sufre de ataques de pánico, o bien decide tirarse debajo del tren, o bien asesina a su compañero de banco. En Inglaterra, la violencia homicida se está difundiendo en las escuelas, donde en los últimos meses ha habido una verdadera hecatombe: decenas se suicidaron con un tiro de revólver. La guerra por doquier: éste es el espíritu de nuestro tiempo. Pero esta guerra nace de la aceleración asesina que el capitalismo ha inyectado en nuestra mente (…). La cuestión de la felicidad no es sólo una cuestión individual, más bien es siempre una cuestión de lo más colectiva, social. Crear islas de placer, de relajación, de amistad, lugares en los cuales no esté en vigor la ley de la acumulación y del cambio. Esta es la premisa para una nueva política. La felicidad es subversiva cuando deviene un proceso colectivo (…). El medioactivismo es la acción autónoma de los productores semióticos liberados de las cadenas de la sumisión al trabajo. La nueva generación ha adquirido competencias de producción semiótica, técnica, informática, comunicativa, creativa, que el capital quiere someter a su dominio. Pero los productores semióticos pueden organizar sus competencias por fuera del circuito de la producción capitalista y pueden crear espacios de autonomía de la producción y también de la circulación cultural. Los centros sociales, las radios libres, los blogs alternativos, la televisión de calle (TV comunitaria) son esos espacios de autoorganización del trabajo semiótico)…La acción política de organización de los trabajadores precarios es nuestra tarea principal. La derrota social que hace treinta años obliga a los trabajadores a la defensiva y permite al capital chantajear a los trabajadores depende propiamente del hecho de que el trabajo precario parece, hasta este momento, inorganizable. Pero verdaderamente aquí está el punto: ¿cómo es posible organizar el trabajo precario no obstante la falta de puntos de agregación estables? ¿Cómo es posible conquistar autonomía no obstante la dependencia que el precariado provoca en el comportamiento de los trabajadores? Hasta que no logremos responder a esta pregunta, hasta que no encontremos la vía de organización autónoma de los trabajadores precarios, el absolutismo del capital devastará la sociedad, el ambiente, la vida cotidiana”.

¿Se trata de certezas? No. ¿Suscribo todo o en parte lo formulado por Berardi? No se trata de eso sino de pensar, preferentemente sobre los bordes del error, y en ese sentido resultaría útil señalar algo que el italiano deja en el aire y seguro que desde la experiencia argentina es capital; ¿en qué consistirá esa “organización autónoma de los trabajadores precarios”?: es de toda urgencia determinar si se insiste en el movimientismo social surgido en lo ’90 y resucitado tras la llegada de Mauricio Macri al gobierno – y la palabra gobierno aquí estampada no es obra de la casualidad, porque la derecha, que en nuestro país es lumpen, en el poder siempre estuvo, desde la gran “rosca” roquista que redondeó el modelo liberal oligárquico de la Generación del ’80 – consagrando un modelo clientelar “asociado” al sistema de poder, tan deseado por la Iglesia Católica y las propias corporaciones (ahí está el nudo Papa Francisco – Ministerio de Desarrollo Social de Macri – “movimientos sociales”, tan peligrosamente cerca en muchos casos de las sotanas encubridoras y de la Embajada, (y no aclaro de qué país; ¿para qué?). O si esa “organización autónoma de los trabajadores precarios” puede ser pensada como instancia de orgánica política emancipatoria y libertaria, reconociendo la naturaleza y el carácter que sus actores tienen como sujetos claves del actual proceso histórico. “Liberación o dependencia”, decíamos; más capitalismo concentrado o predador, o un sociedad que se piense a sí misma y actúe de forma tal que el poder pase a mano de la clases y grupos subalternos, dominados.

Ahora sí vuelvo a Florencia Saintout. Desde su empiria kirchnerista fue tejiendo, y opto por pararme en un acontecimiento, no porque fuera el único ni siquiera sé si el más importantes pero sí seguro uno de los pensados y ejecutados por ella de mayor espesor o carnadura política; cuando abrió las puertas de la Facultad de Periodismo de la UNLP para solidaridad con los inundados en La Plata, provocando un hecho militante de tal envergadura que la por entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner se hizo presente y acuñó una expresión con la cual intentó semantizar cierta experiencia de orgánica, que, estimo, no llegó a fraguar como supongo que ella esperaba – los por qué de aquella NO fragua son muchos y algunos tan dramáticos que contribuyen a explicar en algo el triunfo de Cambiemos en 2015. “La patria es el otro”, había dicho Cristina aquella vez, con deseos de poderosa formulación.

Quizás el tejido y la trama con la que se comprometió Saintout fue más allá de su vocación original – no puedo afirmarlo ni negarlo porque no lo sé- pero sí que se lanzó objetivamente a un recorrido virtuoso que recogió una de las más contundentes tradiciones democráticas de nuestro país, la Universidad pública como ámbito para pensar y ejecutar lo político a partir de los claustros como generadores de conocimiento – y no hay conocimiento que no tenga matriz y consecuencias políticas – hacia los tejidos sociales más complejos y profundos.

Intuyo que desde allí está pensando al país, y también que está decidida a actuar en consecuencia, y para darle forma a una instancia participativa capaz de interpretar y modificar aquello que, sólo a título de posibles convulsiones, intenté sintetizar en los párrafos anteriores de citas y referencias. Intuyo también que en ese esfuerzo pueden ayudarla, entre tantos otras las poéticas de los hermanos Lamborghini y de Perlongher; reitero, entre tantas otras.

Desde esas intuiciones es que propongo para la controversia las siguientes observaciones en torno al hacer político de Florencia Saintout. Primero: su cuerpo, por eso es que, hace meses, cada semana camina las calles y los barrios de La Plata, en un tipo de militancia que apela al descongelamiento tecnócrata de la redes sociales, sin que por ello vaya a dejarlas de lado; porque, segundo, desde su ámbito intelectual original, la Universidad Pública y la Comunicación, tiene presente, siempre, que buena parte de las esperanzas libertarias dependen de nuestra capacidad parea quebrar el orden de los sentidos opresores, que – ¡pavada de desafío entonces! – tiene en el llamado Occidente más de dos milenios de pensamiento mágico religioso y textos, textos malditamente sagrados, que han sabido convertir a los delirios de una secta en ética y estética oficial desde la caída de Roma hasta nuestros días, y a una patología psico-siquiátrica (la fe) en teofilosofía sistémica. Y tercero: su capacidad para entender que la contundencia de la mujer, el movimiento de mujeres y las corrientes emancipatorias de la agenda de género son presente y futuro, tanto en términos cuantitativos como cuantitativos, sobre el tablero de la disputa por el poder (en el complejo sistema de poderes institucionales y de biopoderes) por un sociedad, y no puedo con mi genio, en la que los pobres coman pan y los ricos mierda mierda; en la que los negros, los mendicantes y los desocupadas, los vilipendiados y los que quedamos del otro lado del alambrado, los presos por robar comida, las putas por vender su cuerpo para comer, los discriminados por sus decisiones de goces diferentes y un sinfín de diversidades; en fin, los condenados de la tierra, escribió Frantz Fanon, podamos dar vuelta la tortilla. Y me acuerdo de un tango que no es de Discépolo pero es discepoleano, sin saber si a la protagonista de este intento de ensayo le apasiona o no la música del arrabal: “Se viene la maroma” (1928; Enrique Delfino y Manuel Romero) dice “Cachorro de bacán, / andá achicando el tren; los ricos hoy están / al borde del sartén. / El vento del cobán, / el auto y la mansión, / bien pronto rajarán / por un escotillón. / Parece que está lista y ha rumbiao / la bronca comunista pa’ este lao; / tendrás que laburar pa’ morfar. / ¡Lo que te van a gozar! Pedazo de haragán, / bacán sin profesión; / bien pronto te verán / chivudo y sin colchón (…) / Los orres ya están hartos de morfar salame y pan / y hoy quieren morfar ostras con sauternes y champán. / Aquí ni Dios se va a piantar / el día del reparto a la romana / y hasta tendrás que entregar a tu hermana / para la comunidad. / Y vos que amarrocás / vintén sobre vintén, / la plata que ganás / robando en tu almacén./ Y vos que la gozás / y hacés el parisién, / y sólo te tragás / el morfi de otros cien / ¡Pa’ todos habrá goma, no hay cuidao! (…)”. ¡Que así sea!

Y termino. Por todo eso y desde ahí hay que entender que hace dos meses más o menos, quizá algo más o algo menos, reunió a cuántas, a unas dos mil mujeres en una cena donde se debatieron todos los argumentos que intento describir en el texto que ya se aproxima a su fin. Por eso y desde ahí hay que entender el premio Rodolfo Walsh otorgado en impresionante acto a la presidenta legítima de Brasil, Dilma Rousseff. Y por eso y desde ahí que lo hizo en el contexto de una jornada que denominó Encuentro Internacional de Mujeres por la Emancipación: La lucha contra la desigualdad, la explotación, la opresión colonial y el neoliberalismo, que reunió a las legisladoras, Cristina Álvarez Rodríguez (Argentina) y Tania Díaz (Venezuela), a la ex ministra de Política para las Mujeres de Brasil, Eleonora Menicucci, a la encargada de asuntos políticos de la embajada de Cuba en la Argentina, Gretter Alfonso Guzmán, y a la titular de la Federación de las Entidades Argentino Palestinas (FEAP), Tilda Rabi. También otros paneles con juezas y ex juezas y académicas: en el centro del debate, siempre, la mujer y el poder de nuevo tipo.

Por todo eso y desde ahí hay que entender lo dicho por la propia Saintout el 8 de mayo pasado al inaugurar esas jornadas: “la emancipación de las mujeres es un hecho de justicia social”, para trazar entonces un recorrido por la historia de los movimientos de mujeres y el surgimiento de las primeras organizaciones feministas, destacando tres grandes corrientes: una radicalizada, otra de tradición socialista y finalmente una corriente liberal. “La primera, lo que plantea es la radicalidad de ser mujeres y pareciera ser que no está dispuesta a tomar el poder porque concibe al poder como un elemento del patriarcado; entonces es algo de lo que ellos se tienen que hacer cargo. La segunda tradición feminista anuncia que con la idea de igualdad que plantea el socialismo no alcanza y que se debe luchar por una igualdad donde entren las mujeres; finalmente, la corriente liberal pone énfasis en la lucha por la diferencia, que habla de igualdad de oportunidades y no de igualdad de posición, es la que más claramente ha trabajado el neoliberalismo (…)”. Y luego dejó rondando algunas de las apreciaciones, que, con poca posibilidad de error, ella debe considerar fundamentales; las leemos: “La unidad en la movilización del movimiento de mujeres en Argentina, donde conviven esas tradiciones es un territorio más donde debemos luchar (…). Hablar de peronismo y kirchnerismo es redundante para hablar de feminismo; como peronistas peleamos siempre por la emancipación de las mujeres y somos feministas aun sin decirlo (…). Las mujeres, más allá del feminismo, siempre hemos luchado por la libertad y la igualdad porque a lo largo de la historia hemos sido oprimidas y hemos ocupado el lugar de aquello que está olvidado (…). El patriarcado es esta cultura, esta estructura histórica que asume que las mujeres pueden ser relegadas al lugar de esclavas u objetos (…). Hemos aprendido de Evita que las mujeres tenemos que luchar, luchar por un aborto legal para que nuestras compañeras no se sigan muriendo en los barrios por abortos clandestinos; que tenemos que luchar por la paridad, pero que tenemos que pelear organizadamente y esa pelea tiene que tener una traducción política que le dispute poder a esta oligarquía salvaje que tenemos en Argentina y nuestra Patria Grande”.

Y seguro sabe Saintout que entre todos los tópicos de la agenda de género que ella piensa en términos de centralidad y sin la cual todo proyecto libertario apenas si quedará en aspiración metafísica, hay uno que es desgarrador, asesino, que va contra el propio cuerpo y el ser de la mujer, actora central del debate por un poder de nuevo tipo.

Para el poder del macho la emergencia colectiva de la mujer es un desafío intolerable, quizás por eso su cultura predadora haya optado por la muerte, la eliminación física de ella, tanto como su bestialidad y la complicidad silente del aparato estatal-mediático le permita. Por eso lo siguiente, y antes de concluir: el 7 de mayo último el diario La Nación, publicó el artículo “El femicidio, la reacción contra el fin de una era” en el que Emmanuel Taub, doctor en Ciencias Sociales (UBA), magister en Diversidad Cultural (UNTREF) e investigador del CONICET plantea que “en el siglo XX, el genocidio se impuso contra las identidades nacionales; en el XXI, la reacción es contra las identidades individuales”; y pasamos a citar algunos párrafos de ese texto: “el asesinato sistemático de mujeres se ha convertido en un hongo que crece y se multiplica sobre la superficie de la Tierra. Y como todo hongo, estamos ante el peligro de leerlo como algo normal, cotidiano, natural. Este peligro nos exige pensar el femicidio desde nuevas categorías de análisis. Micaela García, Belén Rivas, Claudia Lima, Silvia Castañera, M. Estela Torres, Florencia Di Marco, Silvina Núñez, Ornella Dotori, Antonia Ríos, Lucía Hoyos, Karina Catalano, M. Adela Duarte, Gabriela Barceló, Noemí Salvaneschi, Cielo Torres, Paulina Portillo, Cristina Sandoval, M. Esther Ramírez, Tamara Olguín, Alejandra Polizzi, María Vedia Durán, Malvina Noelia, Silvia Morales, Carmen Solís, Tamara Córdoba, Mayra Díaz y Analía Núñez: 27 mujeres asesinadas, violadas y abusadas en 27 días, en abril de 2017.¿Por qué todo indicaría que el femicidio se ha convertido en una práctica social? ¿Cuál es la lógica que se esconde debajo del asesinato sistemático de mujeres en todos los continentes? (…). Debemos pensar el siglo XX como el siglo del estallido de las identidades nacionales con la respuesta genocida de los Estados. Hoy vemos el estallido de las identidades individuales (…). Como bien explica Michel Foucault en su curso del Collège de France de 1975-1976, el Estado nazi hizo que coincidieran el campo de la vida disciplinaria y reguladora característico de todo Estado nación con el derecho soberano de matar a cualquiera por sobre el contrato social que inauguró el tiempo moderno (…). El siglo XXI se enfrenta a una nueva realidad: mientras el problema de las identidades nacionales fue girando hacia el problema del “otro diferente y terrorista”, hacia el interior de los Estados nuevos discursos sociales implosionan las viejas identidades. Las categorías no son suficientes para ir a la par de las configuraciones humanas: ni hombre/masculino ni mujer/femenino, agénero, intergénero, demigénero, género fluido, pángenero, queer, trans, cisgénero, pluriamor, nuevas familias. Y en la punta del iceberg, estamos frente a la ruptura de una matriz de pensamiento que saca a la mujer del lugar del objeto, de la cosificación, de la sumisión. En este contexto, el femicidio se ha multiplicado, se ha vuelto una práctica cotidiana y nos convoca a pensar (…). Un hecho alarmante es que el femicidio, a diferencia de las prácticas genocidas, ya no se dirige desde el poder del Estado hacia sus ciudadanos, sino que nace en el propio estrato social”.

En la negación libertaria de que la violencia contra la mujer, de la discursiva a la física, y el femicidio se conviertan en “hechos naturales”, para avanzar hacia su erradicación como paradigma Siglo XXI del genocidio, radica el huevo de la serpiente a destruir. Esa negación libertaria deberá ser, en términos objetivos, la tarea de toda iniciativa política como la piensa Florencia Saintout, con los varones dentro por supuesto, pero con la responsabilidad dura de la autocrítica activa.

Y por eso insisto y vuelvo al título para cerrar el círculo: ¿Aparecen con ella un hacer colectivo y un liderazgo de nuevo tipo, con las mujeres como sujetos insoslayables del debate político?

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