Asoma una "mesa de enlace" de las tres CGT

Por Ricardo Carpena

No sólo la fe mueve montañas. También la preocupación de los sindicalistas logra mover lo que parecía inamovible. 

Como la generalizada inquietud por el crecimiento del desempleo, que está empujando uno de los principales argumentos por los cuales algunos gremios se mantenían adheridos al kirchnerismo: el jefe de la UOM, Antonio Caló, siempre salió al cruce de quienes le cuestionaban su obsecuencia al Gobierno con los datos de cómo habían aumentado sus afiliados al calor de la reactivación económica que se produjo a partir de 2003. Hoy, sólo en Tierra del Fuego, hay 3.000 trabajadores metalúrgicos que quedarían en la calle por el final de sus contratos.

El dilema actual del sindicalismo peronista es que nadie consigue nada de un gobierno que no escucha ni solucionaalgunos problemas palpables. No lo logra el sector oficialista de Caló sobre la base de una permanente, y a veces claudicante, vocación para el diálogo. Ni tampoco la fracción opositora de Hugo Moyano, que ya probó con paros y movilizaciones para tratar de conmover a Cristina Kirchner, pero que sigue rebotando contra una armadura presidencial de acero.

Ese es el principal motor de una unidad sindical que avanza y que está alimentada por el combustible de este final de ciclo kirchnerista.

El jueves pasado, en un almuerzo, se hizo la tercera de las charlas secretas entre dos sectores antagónicos y todos descubrieron que tienen más coincidencias que diferencias. Moyano fue con sus aliados Juan Carlos Schmid, Guillermo Pereyra, Gerónimo Venegas, Amadeo Genta y Abel Frutos, mientras que sus interlocutores fueron los independientes de la CGT Balcarce, Gerardo Martínez, Andrés Rodríguez y José Luis Lingeri.

De un lado y del otro hablan de “preparar el camino” hacia la reunificación mediante “señales graduales”. El próximo paso será una reunión ampliada a la que invitarán a otros sectores (Luis Barrionuevo, Omar Viviani y los “Gordos”). No será fácil: el gastronómico rechaza la tregua social que traen aparejadas estas tratativas y Moyano detesta a Viviani desde que éste lo dejó para pasarse a las filas K. El objetivo esredactar un documento que justifique la unidad y condense tanto críticas como algunos reconocimientos al Gobierno. Será todo un desafío.

Todos dan por seguro que el camionero no estaría al frente del proceso final que llevará a la reunificación cegetista ni tampoco Caló, al que sus allegados perciben con ganas derenunciar cuanto antes a una CGT que nunca lo sintió como líder. Sin los actuales jefes, el resto definirá una transición que no sería tan breve como predijo Gerónimo Venegas, para quien habrá unidad “a lo mejor dentro de un mes”. La idea es seguir y profundizar estos contactos hasta fin de año y, quizá en 2015, crear una suerte de mesa de enlace de las tres CGT que convoque a un congreso unificador. A partir de allí, si logran consensuar el nombre del sucesor de Moyano, habrá un nuevo líder o, en todo caso, una conducción colegiada de tres o cuatro miembros La idea predominante hasta ahora es seguir y profundizar estos contactos hasta fin de año y recién en 2015, probablemente, crear una suerte de mesa de enlace de las tres CGT que convoque a un congreso unificador. A partir de allí, si logran consensuar el nombre del sucesor de Moyano, habrá un nuevo líder cegetista o, en todo caso, una conducción colegiada de tres o cuatro miembros.

¿Qué dijo el Gobierno sobre estos contactos? “Por ahora, nada”, afirman los dirigentes K, aunque deslizan que la Casa Rosadahabría empezado un diálogo fluido con algunos dirigentes del moyanismo, en otro giro pragmático debido al deterioro socioeconómico. Sólo por ese motivo, y como un gesto hacia sus interlocutores sindicales K, puede entenderse la sugestiva moderación de los popes de la CGT Azopardo en el plenario de delegaciones regionales del martes pasado.

Sin los gremios barrionuevistas, el debate transcurrió con apelaciones a la unidad sindical y hasta esbozos de autocrítica por la estrategia de confrontación. “Hay que apoyar un plan de lucha pero con inteligencia, porque hemos hecho paros y movilizaciones a este gobierno y no le entran las balas”, sintetizó Venegas. Para cerrar el plenario, Moyano, con un discurso muy contenido, interpretó que “debates como los de hoy también forman parte de un plan de lucha”.

Hay otros que también priorizan la pacificación. Al frente de una única lista, Lingeri será reelegido pasado mañana en el Sindicato Gran Buenos Aires de Obras Sanitarias, que encabeza desde 1984. Y en busca de un nuevo mandato en el Sindicato de Comercio Capital, Armando Cavalieri llegó a un sorpresivo acuerdo con su principal opositor, Oscar Nievas, que iba a competir en los comicios del 9 de diciembre. Así podrán disiparse las rebeldías en la federación, que renovará autoridades el año próximo, y se consensuará una “dirigencia de recambio” que heredará el poder en 2019.

El legendario Cavalieri demostró estar por delante de muchos de sus colegas en materia de audacia e iniciativa. Y logró disipar los eventuales riesgos de sufrir lo que sucedió en la Federación de Trabajadores de Luz y Fuerza, donde los disidentes del interior le ganaron al poderoso Sindicato Capital. Afuera del pacto de unidad mercantil, por ahora, quedó el sector camporista que lideran Sergio Ortiz y Christian Giménez, que, luego de una señal de la Casa Rosada, oficializarían mañana la única nómina opositora tras haber integrado la conducción porteña desde hace cuatro años.

La gran duda es cómo se consolidará ese esquema de paz interna en la CGT y en algunos sindicatos con la guerra que desatan los problemas económicos. El Gobierno les advirtió a los principales dirigentes que no aceptará la reapertura de las paritarias, pero sí homologará los bonus si no se presentan como aumentos directos. La presión sindical empieza a insinuarse con más fuerza y no sólo por las fuentes de trabajo: el que salió primero a marcar la cancha es el gremio bancario, dirigido por Sergio Palazzo, que marchará este jueves contra el Impuesto a las Ganancias y en reclamo de un adicional salarial. Si no lo consiguen, antes de fin de mes harán un paro nacional.

Será la primera señal clara de que las paritarias 2015 vienen complicadas. Con una inflación en alza y el desempleo como un ingrediente disuasivo, los sindicalistas prevén que el Gobierno tratará de impedir que los reclamos salariales del año próximo se encarrilen en el 40%, como imagina la mayoría.

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