Basurales a cielo abierto: un problema crónico

Basurales a cielo abierto: un problema crónico

Estamos de cara a un fenómeno emparentado con el descontrolado crecimiento poblacional y habitacional de no pocas localidades con limitada capacidad para brindar los servicios esenciales.

La erradicación de los basurales a cielo abierto figura entre las principales falencias de las distintas administraciones municipales de la ciudad de Córdoba. Pero el problema estriba ahora en que esa deuda pendiente se refleja también en varias localidades de Sierras Chicas. Un corredor de exponencial crecimiento poblacional que no fue acompañado por las obras de infraestructura y servicios necesarios.

Por la cercanía con la ciudad Capital de la provincia, algunos de esos parajes han pasado a formar parte del llamado Gran Córdoba. Sin soslayar que hace tiempo arrastran similares dificultades para encarrilar de una vez el inestable sistema de higiene urbana.

No queda a salvo de estas postergaciones ambientales el Gobierno provincial y los organismos que se crearon para dar previsibilidad al tratamiento y depósito de las miles de toneladas de basura que se generan a diario en la región.

Entre ellos, la Corporación Intercomunal para la Gestión Sustentable de los Residuos del Área Metropolitana de Córdoba (Cormecor), cuyas esperanzas de solución están cifradas en la ampliación del saturado predio de Piedra Blanca, ubicado al extremo sur del ejido capitalino, por vía de la expropiación de alrededor de 424 hectáreas.

Desde la Provincia, la Secretaría de Medio Ambiente tiene en agenda una iniciativa para la región de Sierras Chicas, anclada en el tan mentado reciclado y la separación en origen de la basura, para derivarla primero a un centro de transferencia común y luego al vertedero asignado, que no sería otro que Piedra Blanca.

Es de amplio conocimiento que la mayoría de estos depósitos de deshechos son alimentados desde la ilegalidad por carreros, por operadores de volquetes y hasta por el desapego a las normas de los propios vecinos, que arrojan escombros de distinto porte en estos depósitos de mugre nocivos para la calidad del medio ambiente. Pero supera la capacidad de asombro que en algunas localidades de Sierras Chicas funcionen todavía basurales municipales a cielo abierto. Es decir, con el visto bueno de las autoridades locales, que no tienen otra forma de disponer los residuos urbanos.

No es antojadizo concluir que se trata de un sistema de supina precariedad y marginalidad, que decanta en la proliferación de todo tipo de alimañas. Entre estas, los peligrosos alacranes que tuvieron en ascuas a los vecinos de Mendiolaza, por mencionar un caso que tuvo amplia repercusión pública.

Estamos de cara a un fenómeno emparentado con el descontrolado crecimiento poblacional y habitacional de no pocas localidades con limitada capacidad para brindar los servicios esenciales. Ni la Provincia ni los municipios estimaron que ese aluvión demográfico iba a detonar en una insuficiente prestación de rubros vitales. Con todo, la problemática de los basurales a cielo abierto no es novedosa y excede a Sierras Chicas. Es imperiosa la toma de conciencia ciudadana y la concreción de proyectos muy conversados pero que siguen acumulando años de improvisaciones.

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