La buena onda duró poco

Pérez y Cornejo volvieron a las rispideces cuando ya se disparó la transición. Los radicales se reunirán con cada uno de los proveedores del Estado para blanquear la deuda, que no baja de los $3.000 millones, y el Gobierno se resiste. 

Menos de una semana después de los ampulosos gestos de institucionalidad que intentaron mostrar, Francisco Pérez y Alfredo Cornejo retomaron rápidamente el camino de la rispidez política en el que se manejaron durante los últimos dos años.

 

El clima de cordialidad un tanto forzada que ambos impusieron en el desayuno del día después de la sentencia de las urnas, podría terminarse pasado mañana cuando los funcionarios de Hacienda digan que no a las exigencias medulares de los radicales en la transición que ya se disparó

 

Mendoza se enfrenta en los próximos meses a un problema fenomenal cuya resolución hoy es incierta. Son las cuentas impagas de la actual administración, que el gobierno electo quiere blanquear y que, sin demasiadas expectativas, es cierto, además pretende que Pérez se haga cargo y las cancele antes de irse.

 

Nadie sabe con exactitud a cuánto asciende la deuda que se acumuló con proveedores, municipios o por retenciones salariales, entre muchas cosas que se dejaron de afrontar hace tiempo, aunque cálculos extraoficiales estiman que ese paquete no baja de los $3.000 millones.

 

Algunas de las espadas gastadas a esta altura de Paco, como el presidente de la Cámara de Diputados, Jorge Tanús, salieron a vociferar por el pedido de los representantes de Cornejo en la negociación de poder instalarse en una oficia de Casa de Gobierno desde aquí hasta diciembre.

 

“De ninguna manera vamos a permitir el cogobierno”, bramó Tanús en público ante la solicitud de los radicales Martín Kerchner y Enrique Vaquié .

 

Uno aceptó. Fue Juan Gantus, el titular de Hacienda, quien reconoció que el planteo le pareció lógico, aunque quien decidiría finalmente sería Pérez.

Cornejo apunta a convocar a uno por uno a los proveedores del Estado a los que se les debe plata, para comenzar a armar el rompecabezas de los acreedores y llegar a una estimación real de las facturas impagas.

 

Kerchner y Vaquié le plantearon a Gantus que la mejor opción era que los funcionarios de Pérez también estuvieran sentados en esa mesa y que participaran del operativo de blanqueo.

 

“Lo mejor para ustedes es que participen y que de manera ordenada y sin escándalos vayamos afinando los números con los proveedores”, le dijeron al jefe de Hacienda.

 

“Porque de otro modo lo vamos a hacer igual. Si no es en Casa de Gobierno, será afuera. Pero con los proveedores nos vamos a reunir para saber cuánto les deben”, lanzaron a modo de advertencia.

 

El martes habrá una reunión cuyos protagonistas ya están convocados desde el jueves: Hacienda y los delegados de la UCR hablarán con el Tesorero General de la Provincia y con el Contador General y se desprende que allí tendrán acceso al sistema de información contable de la provincia (Sidico) para enterarse de información fidedigna acerca de las deudas internas.

 

El Sidico no mentirá, pero tampoco dirá toda la verdad. Lo que allí está registrado es la deuda que ya está imputada (es decir que ya tiene el expediente en marcha) pero no dirá nada de la descomunal “deuda pinche” que no está ingresada aún al sistema.

 

Un registro más que evidente del estado de cosas los tuvieron los propios opositores el día que se entrevistaron con Gantus. Antes de ingresar al encuentro con el ministro, se cruzaron con uno de los tres grandes proveedores de Salud que acababa de terminar uno de sus tantos peregrinajes para poder cobrar.

 

La descripción que les hizo fue precisa: la deuda con él es de $27 millones, de los cuales solo $5 millones están imputados. Los otros $22 millones, son deuda en negro todavía.

 

Esto podría poner en graves problemas a futuro a buena parte del actual gabinete que gastó sin el respaldo legal correspondiente y es la clave para entender por qué podría fracasar la rosca de la transición esta semana.

 

El Tesorero y el Contador hablarán, con datos ciertos, que la deuda consolidada con los proveedores es de $650 millones aproximadamente.

 

Pero es una incógnita si informarán cuanto le deben a la OSEP, a las comunas, al IPV, al Casino, a los hospitales o a los medios de comunicación, por caso, a través de facturas que aún no han sido cargadas.

 

Pero aquí no acabarán todos los problemas. Cornejo, entre el café con leche y la chocotorta que sirvió el lunes pasado cuando lo recibió a Pérez, pidió que se frenen las licitaciones de obra pública nueva y que además que no se defina la continuidad del convenio con el Banco Nación, cuyo privilegio de ser el agente financiero de la provincia vencerá en diciembre.

Hasta aquí nada de ese convenio se hizo público. Pero se sabe un dato: lo que firmó el gobierno es casi una réplica del convenio original de 1999 y solo se plantearon algunas modificaciones a la relación través de “addendas”.

 

- Quiero ver ese acuerdo, le exigió Cornejo a Pérez.

 

- No hay problema, pero primero le tengo que preguntar al Nación, respondió el invitado.

 

 

 

Pérez es, en cierta forma, rehén de la entidad financiera de quien depende para el pago de los sueldos desde hace tiempo a través de los anticipos financieros transitorios que le permiten, mes a mes, hacerse de $600 millones. De cara a la nueva campaña electoral que se viene y sin un peso en la Tesorería, nada hace prever que vaya a firmar otra cosa que no sea la renovación de ese vínculo.

 

 

 

La sangre en el PJ correrá recién en octubre

 

A decir verdad, el peronismo no está enfocado ni cerca en cómo satisfacer las demandas de Cornejo. Lo único que los ocupó en serio tras la debacle electoral del 21, fue en que las peleas internas por la derrota no salten ahora para no perjudicar la campaña nacional que se avecina.

 

Pérez se entrevistó con los intendentes, desde Emir Felix hasta Luis Lobos, durante toda la semana y ayer estuvo con los candidatos a legisladores nacionales para discutir cómo seguir.

 

En los próximos días quedará definida a nueva mesa de conducción de la campaña, que anticipa algunas modificaciones importantes. Es casi un hecho que Carlos Ciurca, uno de los responsables de la derrota, no participará.

 

La baja de línea fue clara ayer: ahora todo el mundo deberá concentrarse en la campaña y jugar fuerte en favor de Daniel Scioli, conscientes de que toda la chance de los candidatos locales está atada a la figura del candidato presidencial del Frente para la Victoria.

 

“Imaginate que empecemos a pelearnos todos contra todos ahora. En la Nación se van a preguntar si somos boludos o nos hacemos los boludos”, graficó sin pruritos un dirigente del PJ a este diario.

 

En una remake de la escena que se vive puertas adentro del Gobierno desde hace tiempo, todo el mundo tolera (aunque cada vez menos) la distorsión de la realidad del gobernador que buscó, tras la derrota, buscar culpas afuera y seguir mostrándose como el conductor del PJ.

 

Para él, el revés electoral se debió a que esta vez el peronismo no pudo imponer en la oferta electoral otro candidato opositor que le terminara robando a Cornejo a menos 10 puntos.

 

La mirada, sujeta solo una cuestión de error de estrategia, es muy corta. El peronismo perdió no solo porque esta vez no logró financiar un candidato radical disidente o a uno del Partido Demócrata como lo hizo en 2007 o en 2011.

Pero todo eso quedará tapado por ahora y todos decidieron “guardar el conflicto”. La sangre en el PJ no correrá por el momento, aunque el dique que la contiene seguramente se romperá después de octubre.

 

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