7 de cada 10 personas asalariadas empleadas en las actividades esenciales para combatir el virus fueron mujeres

7 de cada 10 personas asalariadas empleadas en las actividades esenciales para combatir el virus fueron mujeres

Informe de la Universidad Nacional de Avellaneda.

La pandemia generada por la Covid19 ha evidenciado la importancia del trabajo de las mujeres en la sociedad, no solo por realizar la mayor parte del trabajo del cuidado en el hogar, sino también por estar en la primera línea de batalla para combatir el virus. Según los datos de la Encuesta Permanente a Hogares que elabora el INDEC, en el tercer trimestre de 2020, 7 de cada 10 personas asalariadas empleadas en las actividades esenciales para combatir el virus fueron mujeres. Se destacan las ocupaciones de salud y la sanidad donde ellas representaron el 72,6% y las ocupaciones de investigación donde participaron en un 60,4%.

A la carga adicional de trabajo remunerado en las actividades esenciales, se sumó la extensión del trabajo doméstico y de cuidados no pago – según la encuesta elaborada por INDEC (2013) sobre el trabajo no remunerado y el uso del tiempo, el 76% de estas actividades es realizado por mujeres – frente a la imposibilidad de contar con espacios del cuidado fuera de los hogares, la multiplicación de las tareas de limpieza para no contagiarse del virus, y al hecho de que parte de la población que acudía a trabajadoras de casas particulares para resolver las tareas del hogar tuvo que asumir estas trabajos de manera no remunerada, provocando que las jornadas laborales para las mujeres no tuviera límites.

En este marco, según las estimaciones realizadas por la Dirección de Economía, Igualdad y Género (2020), la importancia del trabajo doméstico y de cuidados no pago en nuestra economía se incrementó en 5,9 puntos porcentuales con respecto a la medición “sin pandemia”, pasando de representar el 15,9% del PBI al 21,8% del PBI. El mayor peso del trabajo doméstico y del cuidado no remunerado en nuestra economía se explica por dos motivos: el incremento en las tareas de cuidado y la caída de la actividad en 14 de las 16 actividades restantes consideradas. Si bien estas estimaciones se realizan en base al peor momento de la pandemia, hay que considerar que estos resultados continúan presentes, aunque algo suavizados.

A pesar de la mayor importancia que adquiere, en el marco de la pandemia, el trabajo realizado en su mayoría por mujeres, son ellas quienes asumen los mayores costos de crisis agravada por la Covid-9. No solo en Argentina sino en el mundo, son las personas más pobres quienes más sufren el impacto socioeconómico de la pandemia, y estos sectores están conformados mayoritariamente por mujeres. El informe de distribución del ingreso del INDEC correspondiente al tercer trimestre de 2020 muestra que el 10% de la población con menores ingresos del país (decil 1) está integrado predominantemente por mujeres, siendo ellas 7 de cada 10 personas. A esto se denomina feminización de la pobreza, un fenómeno estructural vinculado a la división sexual del trabajo y a la inequidad del mundo laboral.

La feminización de la pobreza indica que son ellas quienes enfrentan situaciones más desfavorables a la hora de sobrellevar la crisis, encontrando más obstáculos para contener el virus. La situación de hábitat detectada por el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales (marzo 2020) expone que un 49% de personas que vive en hogares en situación de pobreza lo hace en situación de hacinamiento y un 17% viven en viviendas inadecuadas con problemas de techo o piso o sin acceso a servicios básicos como la red de gas o el agua. En esta realidad son en su mayoría mujeres, quienes no tienen acceso a servicios de saneamiento, agua potable, cloacas, etc., o si lo tienen es ineficiente y/o discontinuo, imposibilitando conseguir las condiciones de aseo, ventilación y distanciamiento social requeridas para contener el virus.

La feminización de la pobreza se explica principalmente por la pobreza del tiempo. Al dedicar el doble de tiempo a realizar el trabajo doméstico y de cuidados no pago, las mujeres disponen de menos horas para ofrecer por el trabajo productivo remunerado, lo que las lleva a obtener empleos más precarios y peor remunerados en el mercado. Los datos de empleo de la Encuesta Permanente a Hogares (EPH-INDEC) para el tercer trimestre de 2020, nos muestran que como consecuencia las brechas por género en la tasa de actividad y empleo rondan en torno a los 19 y 18 puntos porcentuales, respectivamente. Estas diferencias se redujeron en el marco de la pandemia en 2 puntos con respecto a igual período del año anterior, ya que las actividades a las que se dedican las mujeres son consideradas esenciales para la vida, y por lo tanto no fueron suspendidas en el marco del aislamiento obligatorio.

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