Por qué el conflicto del neumático es un test para la izquierda, el sindicalismo peronista y el Gobierno

Por qué el conflicto del neumático es un test para la izquierda, el sindicalismo peronista y el Gobierno

El trotskismo sindical toma el paro salvaje del SUTNA como un emblema que, según cree, le permitiría crecer entre los trabajadores y en las elecciones de 2023. El viraje de la Casa Rosada y la doble reacción de la CGT

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Ricardo Carpena

Los dirigentes del sindicalismo peronista suelen ir a un conflicto laboral con la convicción de que deben solucionarlo, aunque tengan que ceder en sus demandas. Los del gremialismo trotskista, con la seguridad de que deben mantenerse inflexibles para obtener el 100% de lo que reclaman, aunque pierdan, que parecer débiles en una negociación en la que no logran todo lo que quieren.

En esta disyuntiva está atrapado el conflicto del Sindicato del Neumático (SUTNA), que se convirtió en un test para la izquierda sindical, pero también para el gremialismo peronista y el Gobierno.

La radicalización del SUTNA, liderado por Alejandro Crespo, un cuadro del Partido Obrero, parece el primer eslabón de una estrategia del trotskismo dirigida a tratar de capitalizar políticamente el malestar en las bases por el ajuste económico encarado por el Frente de Todos.

“El gremio viene mejorando paulatinamente la situación de los trabajadores, por eso las empresas quieren ir a una mayor flexibilización para derrotar al sindicato de los trabajadores”, dijo Crespo luego de la última y frustrada audiencia por las paritarias (la número 34) en el Ministerio de Trabajo. Da la sensación de que el SUTNA se cree la vanguardia iluminada del sindicalismo y que existe un complot de las patronales, el Gobierno, el sindicalismo tradicional y los medios para derrotarlos.

El dueño de Fate, Javier Madanes Quintanilla, aseguró que si el sindicato hubiera aceptado la propuesta empresarial, que elevaría la paritaria anual al 66%, un operario cobraría hoy un sueldo mensual de $400 mil bruto, más del doble del salario vigente. El SUTNA insiste con un reclamo que convirtió en un emblema que se resiste a bajar: el pago del 200% sobre las horas trabajadas durante los fines de semana, algo que no está contemplado en el convenio colectivo vigente.

El Gobierno viró de la pasividad ante la virulencia sindical por parte del Ministerio de Trabajo, que toleró la toma de una oficina pública por parte de 9 dirigentes del SUTNA, a la enérgica postura del ministro Sergio Massa, quien se dio cuenta de cómo el efecto dominó del conflicto de los neumáticos podía alterar sus planes de tratar de estabilizar la economía: a la paralización de la producción de cubiertas le va a seguir el lógico parate en la fabricación de autos. “Entendemos que comienzan a ponerse en riesgo 145 mil puestos de trabajo, casi 40 millones de dólares por día de pérdida y Argentina no se puede dar el lujo de perderlos. También se pueden perder 200 millones de dólares por exportaciones de acá a fin de año”, dijo Massa tras reunirse con las empresas automotrices, autopartistas y sindicatos del sector (SMATA y UOM) para analizar soluciones.

El líder del Frente Renovador también advirtió ante las empresas del sector que “no podemos ser de ninguna manera rehenes de situaciones de inflexibilidad y casi de capricho”, y apuntó contra el “grupo muy chiquito” de sindicalistas que mantienen los bloqueos en las fábricas de neumáticos.

Sergio Massa, en la reunión con el sector automotriz y fabricantes de neumáticos

Un día antes, un massista como el secretario de Industria, José Ignacio de Mendiguren, dio una señal clara del viraje gubernamental ante la protesta salvaje del SUTNA cuando aseguró que el del neumático “es un sector con muy buenos salarios promedios” y “hasta han tenido cláusulas de participación de los trabajadores en las utilidades de su compañía”.

La CGT pasó de apoyar su reclamo a través de Pablo Moyano, quien recibió a Crespo en la sede de Azopardo 802, a pedirle a Alberto Fernández más dureza para resolver el conflicto, tal como sucedió hizo el sector que maneja la central obrera en la comida de anteanoche en la Quinta de Olivos.

Crespo ya tiene más argumentos para endurecerse aún más: el establishment político y sindical se le puso en contra. Un escenario ideal para que un sindicato trotskista extreme su intransigencia. Si ya lo hizo cuando cruzó un límite hacia la ilegalidad al tomar un piso del edificio del Ministerio de Trabajo en la avenida Callao al 100, ¿por qué no lo haría ahora? ¿Puede bajarse mansamente el Sindicato del Neumático de sus reclamos incumplibles para las empresas y desdibujarse ante su platea?

Pablo Moyano y Alejandro Crespo, del Sindicato del Neumático

El SUTNA sobreactúa y se convierte en un símbolo de la resistencia ante “empresarios insensibles”, “el ajuste” del Frente de Todos y una CGT “cómplice” del poder político y económico. El escenario está montado para que todo termine de la peor manera. La izquierda sindical arrastra aún la traumática experiencia de los trabajadores del casino flotante de Capital, a quienes los delegados más radicalizados los llevaron en 2008 a un conflicto sin salida, que terminó con despidos y una derrota porque los empleados terminaron votando el retorno al trabajo tras 108 días de beligerancia.

Hoy, la izquierda dura necesita ponerse a la cabeza de los reclamos contra el ajuste porque agitar los conflictos es la herramienta ideal para dejar en evidencia al Gobierno y a la CGT, y, en definitiva, es una forma de crecer entre los trabajadores. “La única convicción firme que tiene la CGT es la de ser el canal de transmisión del ajuste del Gobierno sobre los salarios y las jubilaciones, garantizando que la inflación licúe todos los ingresos de la población”, sostiene Prensa Obrera, el periódico del PO.

Pero también hay un componente electoral detrás de la radicalización de este conflicto. Todos los encuestadores coinciden que la izquierda captará más apoyos en las elecciones del año próximo porque se espera que aumente el voto antisistema, de la misma forma que la bronca por la crisis económica y los efectos de la pandemia provocarían el ascenso del libertario Javier Milei.

Alejandro Crespo, en una asamblea del Sindicato del Neumático

En 2021, el Frente de Izquierda se convirtió en la tercera fuerza más votada a nivel nacional, con el 6% de los votos, lo que le permitió ampliar de dos a cuatro las bancas de diputados nacionales y el ingreso de varios concejales en municipios bonaerenses. El resultado mejoró incluso en la provincia de Jujuy, donde quedó tercero. Si la izquierda sale bien parada del conflicto de los neumáticos, creen sus estrategas, favorecerá las chances de multiplicar el electorado que se opone al “ajuste peronista”.

La tendencia en los votos de las elecciones de 2021 no se repitió en los sindicatos y comisiones internas, donde el crecimiento del trotskismo no fue proporcional, por ejemplo, en los comicios de SUTEBA ni tampoco en el Sindicato de Alimentación de Capital y GBA, uno de los bastiones del PTS, que se hizo fuerte luego del violento conflicto de Kraft: allí, en los comicios de septiembre pasado, el peronista Rodolfo Daer (hermano del cotitular cegetista Héctor Daer) consiguió una nueva reelección con el 71% de los votos ante una lista del Partido Comunista Revolucionario y otra del PTS.

Aun así, y pese a la división permanente de la izquierda, cada una de sus fracciones mantiene su poder de fuego en algunos sindicatos clave mediante agrupaciones opositoras o una presencia en comisiones internas y cuerpos de delegados de importantes empresas de todo el país. Como siempre, crecen en caso de crisis económica, ebullición social y división del peronismo. Es lo que pasa hoy.

Alejandro Crespo, con Néstor Pitrola y Eduardo Belliboni, dirigentes del Partido Obrero

Una fracción disidente como Política Obrera, fundada por Jorge Altamira, visualiza la oportunidad de entablar una lucha casi épica: “Lo que está en juego en la lucha del SUTNA ha superado el interés de un sindicato. Un lock out patronal en medio de una crisis inflacionaria es equivalente a un golpe de mercado contra todo el movimiento obrero”. Y por eso propone que “sindicatos y movimientos sociales, de derechos humanos, de la mujer y de la juventud, tenemos la oportunidad de infligir un golpe decisivo a la ofensiva patronal y del Gobierno reuniendo a un millón de personas en todo el país, como ocurrió contra el 2x1 que pretendió imponer la Corte Suprema”.

El SUTNA encontró una vidriera privilegiada para convertirse en un ariete de la izquierda en el mundo sindical. ¿Seguirá siendo respaldado por los trabajadores? La huelga les resta días de sueldo. No puede eternizarse. Los sindicalistas más experimentados advierten que es tan importante saber cómo entrar en un plan de lucha que saber cómo salir. El laberinto del neumático está sellado. Massa amenazó con liberar las importaciones de neumáticos si no hay acuerdo en la audiencia de hoy en el Ministerio de Trabajo. Crespo advirtió que seguirá el paro y lo acusó de “extorsión”.

Dirigentes del SUTNA tomaron una oficina del Ministerio de Trabajo

Un prestigioso intelectual de izquierda como Horacio Tarcus describió alguna vez de manera descarnada el comportamiento del sindicalismo combativo, tal como lo destacó el historiador Alejandro Belkin en un artículo en el que analiza el conflicto del casino flotante:

“Una izquierda que le tiene horror a la palabra negociación muy difícilmente pueda llevar adelante un conflicto. Porque lo impulsa y se sacrifica en el momento heroico de la lucha, pero imposibilita la negociación -afirmó-. Teniendo en cuenta la derrota que se vive, en el retroceso en que estamos, con la desocupación que tenemos, en la crisis que vivimos, se necesitan conflictos que se resuelvan positivamente. Aunque no se consiga el ciento por ciento de las conquistas. Hoy los trabajadores no necesitan derrotas heroicas sino victorias parciales. Pero los generales de esta izquierda son los generales de las derrotas heroicas. Yo tengo más confianza en la sensatez de los sujetos sociales que están dentro de los conflictos que en las líneas que bajan las organizaciones. Cuando las organizaciones políticas capturan a un dirigente, la sensatez de ese dirigente, su experiencia, su credibilidad, su sentido de la solidaridad, se ven mediatizados por esta influencia. En vez de politizarlo, lo que hace es aislarlo de sus compañeros. En ese sentido, la intervención de la izquierda es negativa. Pongo en la balanza las dos cosas: ponen el cuerpo heroicamente, se bancan la cana, la represión, pero embrutecen el conflicto”.

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