Coronavirus y presencialidad: un nuevo marco para discutir la reducción de la jornada laboral, el desafío constante

Coronavirus y presencialidad: un nuevo marco para discutir la reducción de la jornada laboral, el desafío constante

El tiempo de trabajo juega un rol central, desde que es la unidad de cálculo para los salarios, pero a su vez, también define las necesidades de horas/personas que se requieren para producir. Por Daniel Koszter.

La duración de la jornada laboral es un tema que emerge y se desvanece en las discusiones de manera reiterada, y sin dudas ocupa un lugar central en el análisis del mercado de trabajo. Fue crucial en las protestas de comienzo del Siglo XX, cuando parecía que las ocho horas de trabajo eran una especie objetivo utópico.

Las normas internacionales del trabajo y la ley Argentina

Como dice Andrés Marinakis, Especialista de la Oficina de la OIT para el Cono Sur de América Latina, la limitación de la jornada de trabajo esta presente en la constitución de dicha organización, En su Convenio Nro. 1(1919) establece el límite de 48 horas semanales y 8 horas diarias para lo que denominan “Industria”, pero que en realidad incluye también a transporte, construcción, minería, etc.

En el año 1935, se adopta el Convenio Nro. 47 denominado “Sobre la 40 horas” y que promueve la limitación a la jornada semanal como un modo de atenuar los efectos de la recesión global. Posteriormente en 1962 se emite la Recomendación Nro. 116 simplemente titulada “Sobre la reducción de la duración del trabajo”.

En nuestro país la Ley 11.544 desde 1929 establece este límite de 48 horas semanales y 8 diarias para todas las actividades, aunque sean sin fines de lucro, con la sola excepción del trabajo rural y el servicio doméstico.

Conceptualizando el problema

Ahora bien, la idea de las jornada de 8 horas, que dividía la vida del trabajador en tres partes iguales: sueño, ocio y trabajo, se impuso de manera global. Abusando de la frase -posiblemente apócrifa- de Einstein, esculpió el modo en que pensamos. Pero claro, en función de un modelo de producción típico de la revolución industrial, denominado comúnmente “fordista”, que solo parcialmente refleja los cambios productivos de la actualidad.

La idea del control del tiempo está solo reservada a los organizadores de la producción, y no a los trabajadores. La tecnología y sus frutos son apropiados por el empleador. El trabajador solo puede aspirar a la unidad para conseguir mejoras.

El tiempo de trabajo juega un rol central, desde que es la unidad de cálculo para los salarios, pero a su vez, también define las necesidades de horas/personas que se requieren para producir, y los niveles de ocupación de la fuerza de trabajo. La jornada es la unidad de medida que se utiliza para definir los salarios: mes, quincena, jornada, hora. Inclusive en los casos del trabajo por unidad o a destajo, es fundamental adaptar las unidades de cálculo al tiempo que llevarían normalmente para ver si se adecuan o no a las normas.

En nuestro afán de vernos como los mejores o los peores del mundo, sin media tintas, trátese de deportes, comidas, paisajes, gobiernos, educación o lo que sea, es muy común oir que aquí nosotros deberíamos dedica más tiempo al trabajo, tener menos feriados, etc. etc.

Claro que cuando uno realiza comparaciones globales se observa que los países de menor desarrollo relativo, tiene mayor número de horas trabajadas, o al menos, un mayor porcentaje de la población trabajadores haciendo semanas de más de 49 horas. Por ejemplo, Emiratos Arabes tiene una semana laboral promedio de 52.6 horas, y a su vez casi la mitad de su población trabaja más de 49 horas por semana. Qatar muestra 48 horas semanales en promedio -el máximo permitido en la mayor parte de los países del mundo- pero en 2017 el 88% de los trabajadores lo hacía más de 49 horas semanales.

En el otro extremo, Holanda tiene una jornada semanal promedio de 31.7 horas semanales, y solamente un 6.7% de los trabajadores lo hace más de 49 horas por semana; Canada 32.1 horas y 10.6% trabaja más de 49 horas.

En realidad, los países con menos de un 5% de su población trabajando mas de 49 horas, a su vez tienen semanas laborales promedio de menos de 40 horas, y muchos como Alemania, Noruega, o Suecia que tienen menos de 35.

En definitiva, los países de menor desarrollo tienen mercados más heterogéneos con mucha sub ocupación pero también mucha sobre ocupación.

En nuestra región en general todos los países rondan las 38 horas como promedio que se observan en Argentina, aunque aquí el 20% de los trabajadores lo hace más de 49 horas semanales, y más de la mitad más de 40.

Experiencias como la de Francia de fines de los 90´s con reducción a 35 horas semanales, casi 60 años luego de haber impuesto la semana de 40 horas, demostraron que si bien su impacto sobre el empleo es marginal, los beneficios son claros y forzaron a muchas empresas a adecuar sus esquemas productivos a las modalidades que las tecnologías proveen, a la vez que permitieron a los trabajadores a tener mayor tiempo para si mismos y sus familias.

Estas iniciativas destacan la baja en los niveles de los accidentes de trabajo, producidos por el cansancio y el estrés de los trabajadores; reducción en los niveles de ausentismo y rotación del personal; mejoras en la productividad por horaria (seguramente como resultado de mejor manejo del tiempo por parte de la dirección de la empresa); y menor deseo de cambiar de trabajo por parte de las personas.

Hay experiencias de países que sin el despliegue legislativo y propagandístico de Francia, lograron ir reduciendo en sus convenios laborales la jornada, lo cual se traduce en jornadas que se acercan al número deseado de 35 horas semanales, como se menciona en los ejemplos.

Como hacer un debate razonable sobre el tema

Discutir el tema de la jornada laboral reduciéndolo a solo el problema de las horas puede llevar a caminos equivocados. La experiencia de Francia así lo muestra y las discusiones en otros países divide las tribunas entre los que están a favor o en contra, pero sin un contexto analítico razonable.

Para la OIT en su Guia para la Ordenación del Tiempo de Trabajo, hay 5 dimensiones de la discusión que deben ser consideradas:

• promover la salud y la seguridad;

• aumentar la productividad y la sostenibilidad de las empresas;• ser conveniente para la familia para mejorar el equilibrio entre el trabajo y su vida privada;

• promover la igualdad de género; y

• facilitar la elección y la influencia del trabajador en sus horas de trabajo.

En este sentido hay una serie de artilugios del decálogo de la flexibilización o la desprotección de los trabajadores que deben ser abandonados, tales como los bancos de horas y todas aquellas que fuerzan a hacer durante períodos mas cortos, jornadas extendidas, para luego compensar los descansos.

La pandemia trajo al debate algunos temas adicionales a la discusión acerca de la jornada de trabajo, y estos se refieren, además de la jornada y la semana laboral, a la presencialidad en el local. Hay un número de actividades -seguramente ayudadas por las nuevas tecnologías de la información y comunicación- que han podido desarrollarse sin mayores dificultades en un contexto diferente, sin presencialidad, o con alternativas mixtas.

Hay que superar la coyuntura para debatir estos temas. Posiblemente sea necesario pasar las restricciones sanitarias, y empezar a un debate de largo aliento acerca de cambios que definirán el perfil del trabajo en las próximas décadas.

 

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