De no creer. Y al final era el Frente de Todos contra Todos

El video más visto de la semana fue el del gato que cuelga del techo en un estadio de Miami; miles de personas contienen el aliento, temiendo lo peor. La historia termina bien: el gato cae, pero cuando está por estrellarse contra el piso lo atajan con una bandera desplegada. Visto con ojos argentinos, resulta una metáfora: ¿es el Presidente el que está a punto de precipitarse al vacío? ¿O es su vice? En realidad, es el Gobierno. Y no sabemos si lo espera una bandera.

Por: Carlos M. Reymundo Roberts.

 

Tampoco hay que dramatizar. El primero en comparar a los peronistas con los gatos fue el propio Perón, al aludir a que lo que parecen peleas entre ellos son, en verdad, juegos amorosos tendientes a la procreación. No nos estamos matando, nos estamos reproduciendo, dijo el General, teoría biológica que retomaría, muchas décadas después, Vicky Tolosa. De la guerra entre Alberto y Cristina hay que esperar, pues, nuevos gatitos. Un primor cómo evoluciona la especie.

No solo la especie; la crisis avanza a un ritmo tan trepidante que las cosas se ponen viejas enseguida. El domingo, entre el festejo del estado mayor del kirchnerismo en La Plata, bailando y abrazándose felinamente, y el velatorio en el búnker de Chacarita (la locación anticipaba el resultado), pasaron cuatro horas. El domingo era el Frente de Todos; tres días después, de Todos contra Todos. El lunes, las acciones de Alberto cotizaban a precio de liquidación, el martes se calzó los guantes y el miércoles pidió que reabrieran el Luna Park. En las redes ya no saben ni siquiera cómo llamarlo: pasó de Albertítere a Albertitán, y para algunos su osadía lo convertirá, tarde o temprano, en Almuerto. Nunca un nombre ha sufrido tantas alteraciones, tremenda paradoja cuando para muchos ha pasado a ser un innombrable. Por eso la diputada Vallejos prefiere identificarlo por sus atributos.

Ajeno a esas nimiedades, él disfruta de sus primeros días como presidente. ¿Disfruta realmente? Creo que sí; llama y le contestan, pide un café y no se lo llevan frío, habla y como que lo escuchan. Imaginemos las palpitaciones y el rubor adolescente al escribir aquel tuit: “La gestión de gobierno seguirá desarrollándose del modo que yo estime conveniente. Para eso fui elegido”. Estará viviendo horas de vértigo, a pura emoción. ¡Tiene que hacer un gabinete sin convalidarlo con ella! Fabiola prepara una ceremonia íntima para colgarle la banda.

"Cristina esta vez calculó mal: pensó que podía doblar a Alberto sin romperlo"

Cristina, en cambio, querría detener el tiempo, o volverlo atrás. Ingrato destino, de reina de los desposeídos a desposeída; de organizar el futuro a añorar el pasado. Alberto ya no se inclina a sus pies, el peronismo clásico la desprecia en público, gremios y movimientos sociales migran hacia la Casa Rosada; el café le llega tibio. No hay imperio hotelero ni fortuna que compensen el portazo en la cara de tu criatura más dócil. ¿Cuántos siglos pasaron desde que lo retaba en público por tomar del pico de la botella, le arrancaba el micrófono de las manos y le enseñaba a atarse los cordones de los zapatos? ¿Cuándo fue que lo llamaba a poner orden –a no enfiestarse– y le explicaba que uno más uno es dos? ¿Pero este muchacho no había jurado sobre los Santos Evangelios que jamás la traicionaría? Pobre Cris, votos y poder se le escurren entre los dedos. Aquella idea genial, ser vicepresidenta, le está deparando el peor de los finales: es vicepresidenta.

Le pidió ayuda al Papa porque se ve, como el gato del estadio, de cara al abismo. Un abismo de senadores rebeldes, de ajustes pactados con el Fondo Monetario, de Massa volviendo a recalcular, de funcionarios suyos que ya no son suyos o ya no son funcionarios, de jueces; ¡de jueces! Por las noches sufre horribles pesadillas: pierde la mayoría en el Consejo de la Magistratura, se reaniman los juicios contra ella, Beraldi desiste de defenderla por fatiga moral, el procurador Casal es declarado ciudadano ilustre y Alberto se pone a la cabeza del lawfare macrista. Un espanto. Felipe Solá rompe relaciones con Venezuela, Cuba y Nicaragua, un decreto proscribe a La Cámpora, Lilita Carrió es nombrada interventora de Santa Cruz. La peor alucinación: de buenas a primeras, Meme Fernández ya no designa más al profesor: se muda de Fernández.

Por favor, señora, no se me angustie. Nada está definitivamente perdido. OK, calculó mal, creyó que podría doblar a Alberto sin romperlo. Lo sobrestimó al elegirlo y lo subestimó como rival. Está a tiempo de retroceder y negociar un armisticio más o menos digno, o de sentarse a esperar; sí, esperar: ¿cuánto tiempo puede tardar Alberto en mostrarse más Alberto que nunca? ¿Se imagina un país manejado por él y sus amigos? Mire las dificultades que tiene para armar un gabinete: cuando ofrece cargos ya no le contestan con un “no”, sino con “tampoco”. Como pasó con Macri, ¡la van a extrañar, mi reina!

Otro camino, Cris, es quemar las naves: presentarse en Olivos (antes avise, por si hay visitas), no para parlamentar, sino al grito de “¡Alberto, vengo a que me devuelvas lo que es mío!”.

Él va a entender perfectamente que usted por primera vez está viendo amenazado, más que el poder y el dinero, el lugar que le reservará la Historia.

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