La derrota de Cristina Kirchner, señales al FMI y Alberto Fernández nuevo jefe peronista

La derrota de Cristina Kirchner, señales al FMI y Alberto Fernández nuevo jefe peronista

La vicepresidente tuvo que ceder en el Senado. Apuran el presupuesto antes de negociar con el fondo. El Presidente y las elecciones del PJ.

La estrategia de pinzas le funcionó a la minoría

La capitulación de Cristina es un gesto razonable para cumplir con la misión de manejar un Senado medianamente normalizado. Hasta ahora no lo ha podido hacer, pese a que el peronismo tiene una mayoría apabullante y controla la caja y la iniciativa política. El hostigamiento de la oposición la hiere cuando pone en evidencia que ella toma decisiones sin los 2/3 de los votos que exige el reglamento, amparada en una venia mansa de una Suprema Corte, que a la vez la desaira.

La acumulación de impugnaciones y presentaciones judiciales, y las desconexiones como protesta en medio de las sesiones, amenazan con exhibirla como arbitraria y desprolija. Además lesionan su autoridad. Un costo alto e innecesario, cuando el peronismo tiene los votos. Y es hiriente, además, para una persona que se sostiene en un pedestal de estilo casi monárquico. Cristina no habla con nadie que pueda mostrar capacidad de construir política, un aliado, un opositor, la prensa. Todos son gritos y susurros. El único interlocutor es su hijo Máximo, que aprovecha ese rol para levantar también su tarima, hecha de silencios más que de palabras.

Esto representa una limitación en la capacidad de cumplir la misión de cualquier sistema legislativo: construir consensos. Rendirse a la hora del atardecer ante Luis Naidenoff -como hizo el miércoles- es una prueba de debilidad, que premia la tolerancia del sector que representa el formoseño dentro de la oposición. Sin buscar la confrontación abierta y exhibiendo paciencia, Naidenoff rindió una prueba de las ventajas de la llamada estrategia "fabiana", modelo de estrategia de la aproximación indirecta, como la llamó Basil Liddell Hart. Se la conoce así por Quinto Fabio Máximo, general romano que inspiró la estrategia de eludir las grandes batallas y concentrarse en pequeñas acciones de desgaste, que le permitieron derrotar al cartaginés Aníbal -que tampoco era el Morsa-, que tenía sobre Roma una superioridad decisiva (205, a.c.).

Liddell Hart es el estratego predilecto del papa Francisco, y recomienda su lectura. Ese formato sostiene la conveniencia de lograr los objetivos sin grandes confrontamientos ni buscar la derrota final del adversario. Basta con hacerle guerrillas y debilitar al enemigo desestabilizando a la cabeza.

 

Orgánicos contra personalistas: Naidenoff vs. Lousteau

El sector interno del interbloque opositor que representa Martín Lousteau promovió una estrategia distinta cuando Naidenoff llevó a la reunión del interbloque, el jueves por la mañana, la noticia de que Cristina había levantado bandera blanca. Había cedido al reclamo de presencialidad rotativa y aceptaba que se discuta en Labor Parlamentaria la agenda de cada sesión. El senador porteño arrastró a algunos de sus colegas de la UCR y del PRO hacia el rechazo de ese camino. Pudo ser para preservar su proyecto de liderar a la oposición en el Senado. Hizo fuerza para que la bancada rechazase cualquier acuerdo.

La estrategia de la aproximación indirecta tiene su costado negativo. Liddell Hart dice que "es particularmente penoso para la masa popular ansiosa siempre de ver un final rápido y siempre inclinada a pensar que ello sólo puede significar la derrota del enemigo". Lousteau perdió la compulsa y quedó en claro la diferencia de métodos. Naidenoff es hombre de partido, y creyó que acordar era conveniente si Cristina le decía que sí a todo lo que pedía. Y sin condiciones, porque ni le mencionó el recurso judicial que había presentado Juntos por el Cambio contra las modificaciones del reglamento.

El público del formoseño es su partido. Es un orgánico. Lousteau tiene otra clientela, en la que tiene que afirmarse para ser candidato en 2023, a presidente o a gobernador. Es un entrepreneur serial de la política. Para eso necesita al partido, pero también a la calle, que hace banderazos pidiendo una derrota estridente al oficialismo. Cada cual tiene su racionalidad. Error creer que es una pulseada de temperamentos. Entre los dos ganaron, porque Lousteau cerró la otra pinza de acoso a Cristina, arrinconada entre la línea de la aproximación indirecta de Naidenoff y la agresividad de Lousteau. Le sacaron al oficialismo lo que querían, desde una extrema minoría.

Lousteau admitió la funcionalidad de este debate: "Si vos estás en minoría y lo que querés es imponer desde la minoría una agenda de acuerdos, sin que haya discusión interna, eso te lleva a la debilidad. Eso al interbloque le da más fuerza para negociar hacia afuera" (Infobae, este domingo). Naidenoff actuó según el libreto de "Borgen", la miniserie que describe intrigas minimalistas, nórdicas, frías y calculadas. Lousteau avanzó con la violencia hollywoodense de "House of Cards”. ¿Cómo no le iban a ganar entre los dos a la trama de Intratables, que parece dictarle el libreto a Cristina? Era Netflix contra el canal Volver.

 

Massa asegura sesiones presenciales para el presupuesto

Este final provisorio de la pelea en el Senado pone en observación la estrategia general de la oposición en el Congreso. La aceptación del Senado de un protocolo que no les asegura presencialidad plena en algunas ocasiones, como sí lo lograron los diputados en sus negociaciones con Sergio Massa, les debilita las impugnaciones judiciales sobre votaciones en sesiones cuestionadas. El oficialismo no ha conseguido que la oposición retire esos reclamos. Lo pidió Massa a Cambiemos, y le dijeron que no. Cristina ni le mencionó el tema a Naidenoff. Pero Sergio no vuelve atrás en el compromiso de que haya presencia libre de todos los diputados cuando se traten leyes que necesitan de un debate face to face.

El viernes dijo en Misiones que esa presencialidad está asegurada, aunque no será fuera del recinto del Congreso. La idea era llevar esas sesiones a un estadio abierto o al CCK. Ante los siete diputados de Misiones, con quienes estuvo el viernes junto a Mario Meoni, aseguró presencialidad plena, pero en el espacio del palacio. En esa reunión, en la que estuvo Luis Pastori, una de las estrellas de la oposición en materia financiera, adelantó que el Gobierno tiene prisa para aprobar el Presupuesto, al menos en la Cámara baja, como una señal de normalidad ante el FMI.

Quieren despacho en comisión cuanto antes, para llevar al recinto el proyecto la semana que viene, y aprobarlo por unanimidad. Esto apura una cumbre que está organizando Mario Negri, jefe del interbloque, con los cuatro gobernadores de Juntos por el Cambio, las autoridades de presupuesto y hacienda del oficialismo y la oposición (Carlos Heller, Luis Pastori y Luciano Laspina) y con Massa para negociar un debate pacífico de la ley de leyes. Va a haber algún gasto.

 

Peronismo: mayoría en Diputados, pero ganó votación por sólo dos votos

Massa no tiene mucho margen para juguetear con la oposición porque le cuesta imponer el número en debates de fondo. Una prueba es la votación que promovió en la última sesión el diputado radical por Chubut Gustavo Mena, para tratar sobre tablas un proyecto de auxilio a su provincia. Chubut está administrada por el massista Mariano Arcioni, y debe dos meses de sueldo y un aguinaldo a los empleados públicos. Mena perdió la votación para auxiliarlo, con el voto en contra del peronismo, que logró sólo 122 sobre 120 de la oposición. Otra vez una mínima diferencia que exhibe la fragilidad de un empate, que debe tolerar un oficialismo que, aunque ganó las elecciones por una diferencia notable, le cuesta traducir en poder legislativo.

En esa votación hundieron el proyecto los votos del bloque massista, en quien se referenció hasta ahora Arcioni. Se abstuvieron los tres de Unidad y Equidad, Pablo Ansaloni, Antonio Carambia y José Luis Ramón. Si no lo hubieran hecho aparecían junto a Cambiemos dándole una mano a un gobernador peronista, a quien abandonaron, claro, los tres diputados del Frente de Todos de Chubut, Estela Hernández, Santiago Igón y Rosa Muñoz. La situación de Chubut es grave, pero aun así dominó el internismo. Pasa por la zozobra de la industria del petróleo, que todos los años le reportaba unos USD 100 millones de regalías. Una picardía que en el distrito donde tienen sede grandes marcas como Aluar, PAE o Indalo, la mala administración no pueda asegurar alguna normalidad.

 

Alberto: 30 días para remediar un poder fragmentado

El peronismo que gobierna -no es el único- tiene un mes para desplegar un intento de reunificación que pacifique las tensiones, que fracturan los espacios en el vértice del poder. El próximo 16 de noviembre cierra la inscripción de listas para competir en las elecciones internas de autoridades del PJ nacional del 20 de diciembre. Decir elecciones en este partido es sinónimo de lista única. Nunca hubo puja por autoridades desde la fundación del partido, siempre se eligieron por dedo o consenso.

Hacer una lista es fácil, lo que importa hoy es el contexto: un Gobierno invertebrado necesita construir una plataforma de unidad que supere la pelea heredada, entre el peronismo del interior, que manda en la mayoría de los territorios, y el peronismo metropolitano, que tiene los cargos nacionales -Ejecutivo y Legislativo, en manos de los Fernández y Massa, quienes dominan sólo en la provincia de Buenos Aires con gobernador designado, Axel, no construido de abajo hacia arriba, como ocurre con los gobernadores en serio-. Encima está tupacamarizado entre el cristinismo, el peronismo ortodoxo y la oposición.

Alberto es un perdedor serial en su distrito, la CABA, donde dinamita lo poco que tiene, con la agresión a los fondos de Larreta, que es socio objetivo del presidente local del PJ, Víctor Santa María. Aquí está el interés de los próximos 30 días, hasta el cierre de esa nómina que describirá el borrador de una estrategia para el 2021. Será encabezada por Alberto Fernández, que está obligado en el mes que resta hasta la fecha de entrega de la lista, a concertar con todas las tribus. Es la manera de asegurarse que lo van a dejar sentar en la mesa de decisiones para las elecciones del año que viene, y que podrá mejorar el perfil con el cual desempeña un poder loteado.

Es un presidente designado, y lo someterán ahora al esfuerzo de llegar a un pacto para completar la nómina de los 75 integrantes de la mesa nacional del Consejo. Es una prueba de poder que no le van a hacer fácil sus socios en el manejo de la cúpula, Cristina de Kirchner y Sergio Massa. Pero también tiene que aceitar los acuerdos con el verdadero poder del peronismo, que es la liga de gobernadores. Buenos Aires está en manos de Cristina y Sergio, pero puede lograr acuerdos con algunos intendentes y legisladores, que no ven su futuro asegurado con ninguno de éstos, y que juegan a que se mantenga la ley que les prohíbe una tercera elección en sus cargos. Los jefes de las dos cámaras confían en que su futuro mejorará si esa ley, urdida por María Eugenia Vidal y Massa cuando eran chicos, produce una purga generacional del peronismo del principal distrito.

 

Para qué le sirve presidir el PJ

Córdoba, Santa Fe y Tucumán están en la lista de los siete distritos que más votos aportan por tamaño. Están en manos de gobernadores que tienen al Gobierno nacional bajo examen, y serán la materia principal de negociación para armar esa unidad del peronismo en la mesa del PJ. Admiten que Alberto sea presidente del partido, y les conviene porque sus relaciones con él son mejores que las que tienen con Cristina y Massa. Es donde Alberto va a cosechar apoyos que pueden darle arranque a su carrera política en el partido. Los otros grandes distritos de esa lista de siete son CABA y Mendoza, en manos de la oposición.

En Entre Ríos, el año pasado Juntos por el Cambio derrotó al peronismo en las categorías nacionales (presidente, senadores y diputados) por una diferencia de menos de un punto. En cualquier especulación es un distrito empatado. En la última sesión del Consejo Nacional, José Luis Gioja propuso a Alberto presidente y lo acompañó la barra. ¿Para qué quiere ser presidente de un partido congelado en el tiempo? Simple, para que lo no agarre otro y le haga ruido, como dicen los locutores, que cuando critican algo dicen “me hace ruido”. Para un presidente como Alberto, miembro de una cúpula de debilidad extrema, tener el partido es una chapa y un reconocimiento de precedencia. Aunque sea un partido de formato viejo.

Alberto no le ha dado juego a proyectos de reforma del partido, como el que le llevó Jorge Capitanich apenas asumió, para convertirlo en una herramienta más que electoral. En ese esquema, el PJ sería parte de una nueva institución, hoy el Frente de Todos, a cuya cabeza podría ir Alberto, pero no al PJ. El presidente lo derivó a que hablase con el intendente de Zárate Osvaldo Cáffaro. Una vía muerta porque Cáffaro es socialista y es difícil que aporte algo a un nuevo peronismo. Pero con el mismo método, Alberto manda a peronistas a hablar de relaciones exteriores con Marco Antonio Enríquez-Ominami Gumucio, que es chileno; o de presupuesto con Carlos Heller, que es comunista.

Por eso va a estar el sábado en el Zoom vistoso que organiza Javier Grosman para recordar el 17 de octubre. Nadie asegura que esté Cristina, que sabe la tercera estrofa de la marchita, que algunos dudan que conozca Alberto -poderla cantar es una prueba en cualquier examen de peronismo ("Imitemos el ejemplo/De este varón argentino...", a ver, seguí vos; ahí te quiero ver). Raro verla por ahí si el miércoles se ausentó durante todo el informe de Santiago Cafiero en el Senado. Lo presentó y se fue.

 

El otro peronismo, juntos pero sin cambio

El otro peronismo, el que no gobierna, va por el repechaje después de aquel proyecto de la Mesa de los 4 que no resistió a la unificación electoral del PJ detrás de los Fernández. Aprovecha también el 17 peronista y hará una testimonial: un mensaje para llamar a los que quedaron afuera del Frente de Todos. Lo firmará sólo Miguel Pichetto, bajo la sigla “Peronismo Republicano Federal”. Es una solicitada que se publicará en medios el mismo sábado 17. Sigue la táctica de construir un peronismo que juegue como la cuarta fuerza dentro de una alianza de la que podrán ser parte los tres que hoy están en Juntos por el Cambio (el PRO, la UCR, la Coalición de Elisa Carrió, que reaparece en la noche de este domingo por TV). Ese diseño propone usar las PASO como arbitraje de posiciones.

Pichetto participó de un zoom con Luis Juez con peronistas de Córdoba. Juez se anota para las elecciones a senador nacional del año que viene. Es uno de los grandes torneos del turno 2021 porque diputarán el peronismo y los caciques de Cambiemos en el distrito mágico para el macrismo. Pichetto insistió en que las PASO tienen que decidir. Ese proyecto también intenta retoques de marketing, como eliminar la palabra “cambio” y que la alianza de 4 se llame sólo “Juntos”. El año pasado, cuando aceptó ser candidato a vice de Macri, Pichetto puso una condición: no puedo ser candidato de la sigla “Cambiemos”. Ahí nació “Juntos por el Cambio”, que ahora entra a boxes como marca partidaria.

 

Al oficialismo le falta una Patricia

Capitanich parlamenta con frecuencia con Alberto, pero dejó de escuchar señales sobre el partido hace rato. Por eso hay que imaginarlo lejos de este esquema. Cree que el partido tiene que ser funcional al Gobierno, y convertirse en un think tank, con una sede que imagina, por ejemplo, en un predio abierto, con espacios abiertos -no las oscuras oficinas de la calle Matheu, de las que cree el PJ debe deshacerse, para liquidar un esquema viejo-. Ese partido nuevo, que por ahora Alberto no quiere (y menos Cristina, para quien el PJ no existe, salvo cuando lo necesita a modo de un SAME como herramienta electoral), tendría que cumplir una función de descarga, en términos futbolísticos. Tirar una pared es en este juego una función de descarga, que nadie cumple en el Gobierno, salvos los voceros espontáneos como Heller o Moreau, que son extra-partidarios y salen en los medios a defender a Alberto, ante el silencio de los peronistas que tienen cargos.

Esas intervenciones en medios no agregan mucho, porque los programas de esa especialidad tienen baja audiencia, pero los políticos se mueren por unos segundos de pantalla. Ilusiones. El juego se agrava cuando hay que plantearse una estrategia. En el oficialismo y la oposición las conducciones son colegiadas. El Gobierno cohesiona voluntades porque gobernar ordena la tropa. Pero le cuesta definir una estrategia, algo que le es más fácil a la oposición. El Gobierno es un club de cuentapropistas y cada cacique tiene objetivos y estrategias diversas. En la oposición el objetivo es más simple: lograr que el peronismo no aumente legisladores -en especial diputados en Buenos Aires-, no discutir liderazgos y mantenerse unidos como coalición legislativa. Capitanich reconoce que a ellos les falta una Patricia Bullrich, que no le deja pasar una al gobierno. Todo gobierno, en este punto, sueña con un Jaroslavsky, el látigo del radicalismo en los ’80.

 

Jueces condicionan funcionamiento virtual de los partidos

La cercanía de esta disputa interna explica que la Cámara Nacional Electoral dictase esta semana la acordada 51 que regula las sesiones virtuales o remotas de los partidos políticos. Los jueces Santiago Corcuera y Alberto Dalla Vía ya dieron antes un primer paso para asegurar que haya elecciones, con vacuna o sin vacuna, cuando convocaron a los partidos y al Poder Ejecutivo a integrar una mesa que organizase los protocolos, para que pueda haber elecciones bajo las restricciones que impone la peste. Se adelantó a los estudios que tenía muy elaborados el Gobierno, para avanzar con una suspensión de las PASO de agosto de 2021.

Ahora dieron un segundo paso adelante, con la aprobación del protocolo para regular el funcionamiento de los partidos con mecanismos remotos. La acordada 51/2020 establece las condiciones que deben cumplir los partidos para tomar decisiones, sesionar en consejos directivos y congresos, etc. Los argumentos son que las actividades de todos los poderes del Estado se ajustan a las condiciones sanitarias para funcionar, y que los partidos deben adaptarse a ellas para asegurar la legalidad y legitimidad de sus actos.

Es un problema que se plantea hoy también en las empresas, y el regulador, en este caso la Inspección General de Justicia, estudia medidas también para que queden pruebas de la identidad de quienes toman decisiones, que después pueden ser impugnadas por accionistas. El protocolo incluye mecanismos de certificación de identidades, registros de actas y videos, y hasta un control de las plataformas que se usarán. Clave, porque también se adelantan a la posibilidad de que el tema sea objeto de algún proyecto de ley.

Los protocolos sanitarios que funcionan en los tres poderes han sido aprobados por resoluciones y decretos. No por ley. El funcionamiento de los partidos es privativo de organizaciones de derecho público, y no faltará quien diga que podría afectarse la ley electoral. Pero un proyecto de ley es una caja de Pandora. Puede entrar por razones de la gripecita, y puede salir la ley más benigna, que siempre están esperando los forajidos de la vida.

 

Manda lapicera más fuerte

En el país de los gobiernos débiles es razonable que la lapicera más fuerte, en este caso la de los jueces, deba asumir responsabilidades que caminan por el borde de sus atribuciones. El plan es vigilar las decisiones de los partidos, y sigue las mismas rutinas que ya aplican el Congreso nacional y algunas legislaturas provinciales, con ayuda del Registro Nacional del Personas, para acreditar la identidad de quienes participan en la sesiones. Ya hubo un congreso del PJ de la provincia de Buenos Aires y funcionó con un protocolo elaborado por el apoderado Jorge Landau, que usó el mismo mecanismo del Senado de la provincia de Buenos Aires, también con la ayuda del ReNaPer.

La virtualidad es un atajo para los manejos autoritarios, y la CNE busca prevenirse de denuncias por decisiones amañadas. El sindicalista Luis Barrionuevo denunció en 2009 que el Consejo del PJ sesionó en la quinta de Olivos y decidió intervenir el PJ de Catamarca, en donde quería ser candidato. Néstor Kirchner era "primer caballero" de Cristina, fue acusado por Barrionuevo de llevar al Consejo a su casa, y dijo que esa reunión había sido ficticia. Es uno de los extremos más recordados de ficción partidaria. Los jueces electorales intentan con este protocolo impedir que la virtualidad, condenada por el Papa Francisco como forma de relacionarse, sirva para aumentar esos casos.

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