Sin gataflorismo, JpC debería ir a las PASO

Sin gataflorismo, JpC debería ir a las PASO

A diferencia del entramado bonaerense, en Córdoba la polaridad entre la UCR y el PRO no es lo suficientemente clara para reducir el conflicto a una competencia entre partidos coaligados. Aunque en la presente coyuntura es muy probable que las fugas desde el radicalismo hacia la dupla Juez – Santos sean marginales, es posible imaginar un escenario muy diferente si se sustituyeran los nombres que auspicia Mauricio Macri.

En el mundillo opositor ocurren cosas extrañas. Una de ellas es el coqueteo con las PASO. Cuando el gobierno nacional hizo saber, allá por abril, que pretendía suspenderlas por motivos sanitarios, Juntos por el Cambio puso el grito en el cielo. Ahora que aquellas efectivamente se realizarán, tanto radicales como macristas titubean a la hora de competir, buscando acuerdos improbables.

Son auténticas actitudes de gataflorismo. Defender las PASO por motivos republicanos está bien pero mejor aun es utilizarlas, porque para eso están. Si hay proyectos encontrados dentro de un mismo partido o de una coalición electoral, pues el mejor remedio es someterlos al electorado y decidir quién terminará compitiendo contra los candidatos del gobierno. La ecuación no es tan difícil.

Sin embargo, dentro de JpC -especialmente el ala PRO- se las considera un recurso extremo y, por lo tanto, desaconsejable. Como muchos de sus cuadros provienen de la así llamada “nueva política”, las trifulcas internas se antojan como un resabio de conductas que deben ser exorcizadas en el altar de la novedad. Lejos están de comprender que, en una sociedad democrática, los consensos que tanto se desean no dan derecho a imponer su correlato forzoso, esto es, el pensamiento único.

Es, hasta cierto punto, un asunto lógico el que JpC tenga dificultades para ensamblar pacíficamente su oferta electoral. Mauricio Macri ha dejado de ser el macho alfa de la entente y Rodríguez Larreta -su aparente sucesor- todavía no cuenta con un explícito aval nacional para organizar a los desordenados. Además, el hecho de que muchos gobernadores y legisladores radicales se hayan lucido en los últimos años tanto como gestores como eficaces polemistas en el Congreso hace que exista una buena cantidad de dirigentes con expectativas sobre sus propias capacidades electorales. No es menor tampoco -y esto vale para la coalición en su conjunto- el hecho que la administración de Macri haya roto un ciclo aparentemente fatal de gobiernos no peronistas incapaces de terminar sus mandatos. Tal originalidad da alas a los sueños de muchos.

Las dificultades para adoptar la primarias obligatorias como una forma de canalizar los conflictos de la oposición se encuentran en todas partes, pero son particularmente visibles en las provincias de Buenos Aires y de Córdoba. En ambas jurisdicciones el radicalismo se siente lo suficientemente fuerte como para oponerse a los candidatos ungidos por el dedo del PRO. En la primera, especialmente, la irrupción de una figura interesante como la del neurólogo Facundo Manes hace suponer a los hombres de la UCR que tienen todo el derecho de retornar a los primeros planos. Por lo que se observa hasta el momento, serán los bonaerenses los encargados de decirles si esta presunción es correcta.

Pero es en Córdoba en donde las pujas internas de JpC son más fuertes, probablemente porque aquí la coalición es imbatible. Los antecedentes del conflicto local son más que conocidos, por lo que se impone, apenas, una módica reseña. Macri (al parecer hastiado de la UCR) pretende que Luis Juez y Gustavo Santos encabecen las listas de senadores y diputados respectivamente, mientras que Mario Negri, el radical mejor posicionado, exige que sea él quien lidere la boleta con destino a la cámara alta. Rodrigo de Loredo, en tanto, está dispuesto a jugárselas para el primer escaño de diputados a lo que de lugar. En las últimas horas, precisamente por esto, se alude a la inminencia de la conformación del eje Negri – de Loredo para hacer frente a la imposición macrista.

A diferencia del entramado bonaerense, aquí la polaridad entre la UCR y el PRO no es lo suficientemente clara para reducir el conflicto a una competencia entre partidos coaligados. De hecho, para las últimas elecciones provinciales JpC presentó dos ofertas diferentes y en una (la dupla Negri gobernador – Juez intendente) se mixturaron dirigentes de ambas agrupaciones con la inclusión, claro está, de lo que todavía restaba del juecismo. Aunque en el presente es muy probable que las fugas desde el radicalismo hacia la oferta del PRO sean marginales, es posible imaginar un escenario muy diferente si se sustituyeran los nombres en pugna.

En efecto, para buena parte del radicalismo (y también del macrismo, no obstante que todos lo callen) la figura de Juez es indigerible, especialmente cuando es impuesta, contra toda racionalidad, por el expresidente de la Nación. En esta repulsa tallan tanto cuestiones históricas como personales. Además, es obvio que quien lidere la boleta al senado quedará con las mejores chances para reclamar la candidatura a gobernador en el próximo turno electoral. Es este punto el que más mortifica a Negri, que imagina para sí esta responsabilidad.

Este, por su parte, tampoco las tiene todas consigo. Quien suponga que el radicalismo se encolumnará emocionado detrás del diputado nacional para dar batalla al denostado Luis Juez se equivoca de cabo a rabo. De hecho, algunas expresiones internas están decididas a ir a las PASO suceda lo que suceda con Negri, convencidas de que ni él ni, mucho menos Macri, las tendrán en cuenta a la hora de la repartija. Puede que el hombre no tenga las agachadas que pesan sobre el lomo del exembajador en Ecuador, pero esto no quiere decir que goce del afecto unánime del radicalismo.

¿Qué hubiera sucedido si Macri no se empecinaba en promover a Juez y a Santos a toda costa? Probablemente no existiría el grado de tensión que hoy se verifica. Tal vez hubiera habido un acuerdo, eso sí, privilegiando a la UCR y dejando en un segundo lugar a los hombres y mujeres del PRO, pero sin la necesidad de mirar a las PASO como la única solución al conflicto. Hasta es posible que el propio Santos hubiera sido aceptado, seguramente a regañadientes, por sus antiguos correligionarios a condición de que se les franqueara el acceso a los mejores lugares.

Es casi seguro que Macri sepa de todo esto por más que los radicales le nublen el juicio, tal como se comenta intramuros. Pero su obstinación tiene algo de patológica, especialmente al señalar invariablemente a Juez como su representante y contra toda lógica. Ya se lo ha señalado muchas veces desde esta columna. El actual diputado tiene más sombras que luces para ofrecer al propio electorado macrista. Desde su paso por la intendencia de Córdoba hasta su última grosería respecto a los penes de madera no ha dejado a nadie sin ofender. Muchos simpatizantes del PRO se preguntan porqué su líder máximo les obliga a votar por un personaje tan vulgar y sin ningún mérito en la gestión, habiendo tantos que satisfacen con mayor rigor el imaginario de una fuerza que promete, precisamente, cambiar una realidad tan lacerante como la Argentina.

Entonces, ¿porqué el expresidente hace lo que hace, a sabiendas de los riesgos que corre? Los escépticos pueden que se encojan de hombros, pero a los realistas esta posibilidad les está vedada. Tiene que haber algo más. Es en este punto donde todos miran a Juan Schiaretti y su Hacemos por Córdoba. El peronismo mediterráneo comparte electorado con el macrismo y, si la oferta de JpC fuese tan disonante como se la imagina, puede que muchos votos moderados fuguen hacia la dupla Vigo – De la Sota. No hace falta ser muy sagaz para concluir que una candidatura de Juez es una muy buena noticia para el Centro Cívico… ¿lo es también para Macri?

Son preguntas sin respuestas, más allá de las especulaciones. Y la política, que se nutre la mayor parte del tiempo de teorías y conjeturas, necesita, en ciertos momentos, de hechos concretos. Uno de ellos, quizá el más palpable, es el momento de presentación de listas ante la Justicia Electoral. Ese es el resumen más práctico de la dialéctica previa que ha tenido lugar dentro de una agrupación. Si, en el caso de JpC, la lista resultante es la que exige el expresidente, todo el arco político podrá derivar las conclusiones que mejor expliquen lo ocurrido. Por el contrario, si son dos o más, esto significará que, por fin, la coalición habrá de dilucidar, de una vez por todas, quién es el que manda en el distrito y poner fin a las contradicciones que asoman en cada elección.

 

Por Pablo Esteban Dávila

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