La globalización contra la vida de los pueblos

La globalización contra la vida de los pueblos

Un golpe de estado planetario: Mientras aún no había dejado de sobrevolar el polvo levantado por la caída del Muro de Berlín, los grupos dominantes del planeta, "engordados” por una gran cantidad de cuadros integrantes de la inteligencia del mundo soviético (paga o vocacional), producían un golpe de estado planetario, para imponer un “pensamiento único”, “el fin de las ideologías” y “el mundo unipolar”, gobernado por los grandes conglomerados económico financieros mundiales.

Por:  Jorge Benedetti (*)

Este pensamiento (en realidad no-pensamiento) se presenta con un discurso neutro, que puede ser expresado desde “la derecha” como desde “la izquierda” sin diferencias, es a-valorativo y pretende eliminar las tradiciones, costumbres, historias, culturas y valores de todos los pueblos de la tierra.

Simplemente nivela para abajo y el único criterio es servir a las necesidades de los poderosos de articular supuestos razonamientos en función de sus conveniencias circunstanciales, a fin de profundizar -a la máxima potencia- la concentración de las riquezas y la liquidación de las identidades de los pueblos.

Por supuesto que los idearios culturales fuertes se convirtieron en enemigos de los poderosos y los pensamientos religiosos no escapan a esa condición, en particular las religiones con algún grado de “militancia” o acción misionera.

La religión musulmana, en su versión chiita en particular y la cristiana, en su versión católica, aparecieron como los puntos de resistencia más enemigos de este pensamiento único a-valorativo.

Para la religión musulmana chiita se encontró una solución, la invención o incentivación  de grupos ultra irracionales e híper violentos (que no casualmente matan musulmanes y cristianos), como un buen mecanismo para desprestigiarla y combatirla.

En el caso de los católicos, la denuncia de acciones financieras irregulares y de lamentables actos de pedofilia, que habían sido escondidos por la prensa mundial en el marco del combate del papa Juan Pablo II contra el comunismo, estallan, se multiplican y magnifican en forma considerable.

El resultado de esta nueva “modernidad” fue calificar a todas las tradiciones, costumbres y culturas de los pueblos como pensamientos antiguos y “de segunda categoría” y a los valores religiosos y sociales como arcaicos y medievales (inclusive llegando a considerar que todo lo que sucedió en el medioevo debe ser condenado en su conjunto).

La culpa la tiene un tal Moisés

De esta forma los pensamientos religiosos son descalificados “a paquete cerrado” e inclusive el Decálogo de Moisés, ley fundamental para las tres grandes religiones del planeta, cae en la volteada.

De esta manera, reglas naturales que han sido leyes inviolables en la historia de la humanidad, consideradas como el equilibrio social perfecto para la convivencia entre los hombres,  como por ejemplo “no mentir”, “honrar a los padres”, “no robar”, “no dar falso testimonio” o “no matar”, pasaron a ser cuestionadas.

La explicación es sencilla. El proceso de acumulación irracional de riquezas necesita de argumentaciones falaces, por lo que el “no mentir” entra en contradicción con el mismo. Lo vemos a diario en los medios, tanto en las argumentaciones económicas como éticas.

El desarrollo científico tecnológico, tanto para la producción como para la guerra, reduce necesidades de mano obra, razón por la cual o se acorta el tiempo laboral de cada trabajador o hay una parte de la población que al ser excluida de sus tareas no es apta para ser un consumidor, por lo que debe ser desechada, es decir eliminada.  Lo mismo pasa con aquellos que por diversas razones no sean aptos para la producción tecnificada, no estén en condiciones de consumir o su subsistencia tenga un alto costo para mantenerlos con vida.

Así aparece la eutanasia de viejos, enfermos o discapacidades, al igual que impedir el nacimiento de bebes con síndrome de Down u otros males similares. El ideal de la ecuación económica liberal es matarlos. Para ello es necesario borrar la idea de honrar al padre y a la madre o de considerar a los niños como los únicos privilegiados.

Pero como el proceso de concentración y apropiación de las riquezas de las comunidades es insaciable, el no robar o el no matar también se convierten en reivindicaciones molestas.

El robo es la apropiación de algo no propio por medio de la fuerza o el engaño y el asesinato es la eliminación de la vida por los mismos medios. Cuando usando una posición dominante se expropia de sus recursos a los más débiles no queda otra alternativa que llamar a esto por su nombre: es un robo y cuando la acumulación de riquezas, utilizando las armas del poder de decisión de pequeños grupos, impide la alimentación, salud, vivienda, etc. de miles o millones de personas, llevándolas a la muerte, no cabe duda que esto es un crimen. Solo por poner un ejemplo de la contradicción acumulación - vida recordemos que el Catecismo de la Iglesia Católica considera a la usura como una acción contra el mandamiento de no matar y no contra el de no robar.

Queremos decidir sobre nuestras vidas y sobre la de nuestra comunidad

Hoy vemos que desde los ámbitos de poder real (los grandes grupos económicos) y desde los grupos de poder formal (los poderes ejecutivos, legislativos y judiciales) condicionados por los primeros, se decide acerca de la concentración de la riqueza, la apropiación de los bienes de la comunidad, la no contribución de los más poderosos al bienestar general (paraísos fiscales, resistencia y/o judicialización de las contribuciones sobre los patrimonios, evasión, elusión, etc.) y sobre las costumbres, valores y vidas de nuestros hombres y mujeres, ancianos y niños (nacidos o por nacer) y que los medios de comunicación casi al unísono defienden estos delitos de lesa humanidad, los hombres y mujeres de nuestra patria (y de todas las patrias del planeta) nos resistimos a seguir siendo víctimas de los poderosos.

El grueso de la prensa defiende el accionar de las corporaciones, sus acciones monopólicas y su voluntad de no contribuir a una más justa y racional distribución de las riquezas. Frente a ello nos revelamos.

Cuando todos los medios en forma unánime, desde Clarín hasta Página 12, desde TN a C5N, etc. etc., se desacredita a la defensa de la vida, sin ningún razonamiento, des-calificándola por “religiosa”, “tradicionalista”, apegada a viejas costumbres, etc. (y sin dar lugar ecuánime a emitir otra opinión distinta a la impuesta por los grupos financieros y las grandes corporaciones), estamos convencidos de que se ha traspasado todo límite. Hoy se afirma que es un derecho eliminar a los chicos no natos, mañana serán los ancianos, los chicos pobres, los enfermos o discapacitados, es decir siempre contra los más débiles. Como afirmó el Ministro de Salud, si hay vida desde la concepción (hecho total e indubitablemente comprobado por la ciencia) el aborto es un monumental genocidio.

Un claro ejemplo de estas descalificaciones es que desde el portal El Cohete a Luna (Horacio Verbitsky) y desde el diario El Clarín (Héctor Magnetto), se realiza una condena sin ningún fundamento y por el mismo tema, a una persona reconocida no por sus capacidades oratorias sino por su coherencia de vida, como es el cura Pepe Di Paola. Mientras tanto otros creen que “se pueden salvar” sin luchar, o haciéndose funcionales y serviles a los que mandan, como manifestó en una oportunidad un ex gobernador de Bs. As., hoy ministro de la Nación, quien dijo que la manera de perdurar en política “es haciéndose el boludo”.

Reclamamos por nuestros derechos, queremos opinar, queremos ser escuchados, queremos que no se nos descalifique por enfrentar a los poderosos.

La Constitución Nacional de nuestro país prevé el llamado a plebiscitos para la resolución de cuestiones fundamentales que hacen a la vida y a la convivencia de nuestra comunidad.

No queremos que la justicia o un grupo de representantes presionados por los poderosos, resuelvan por nosotros. Exigimos un plebiscito para definir políticas impositivas y normas económicas que permitan una justa redistribución de las riquezas, no queremos apropiarnos de los bienes de nadie, sino recuperar algo de lo que se ha sustraído a la comunidad, impidiendo la vida de muchos hombres y mujeres.

De igual manera, frente a los intentos de imponer el aborto, la eutanasia, etc., queremos que se plebiscite, el derecho inalienable a la vida.

Exigimos una justa participación democrática, por el bien de la patria, de nuestra comunidad y de la vida misma.

(*) Empresario, dirigente Pyme. Integrante de Generación Francisco.

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