Huertas urbanas: un recurso para conectarse con la naturaleza y cultivar alimentos en plena Ciudad

Huertas urbanas: un recurso para conectarse con la naturaleza y cultivar alimentos en plena Ciudad

El convenio para que la parrilla Don Julio cree una en una plaza generó polémica. Pero hay una ley que fomenta estas huertas. Y muchos vecinos tienen las suyas en terrazas, balcones y hasta en las veredas.

En una ciudad con escasos metros cuadrados verdes por habitante -6, contra los 10 promedio recomendados por la Organización Mundial de la Salud-, cada uno de esos metros es un tesoro. Este último año, y especialmente durante la cuarentena, quedó en evidencia la demanda que existe de los vecinos sobre los espacios verdes, parques y plazas de la Ciudad. Y la pandemia que atraviesa la humanidad generó en muchos la necesidad de acercarse a la naturaleza y a los cultivos; sí, aún en plena urbe. Por eso comenzaron a difundirse términos que remiten a la práctica de la agricultura en ciudades: huertas urbanas, agroecología urbana, huertas públicas-comunitarias.

Si bien el fenómeno no es nuevo, comenzó a tomar notoriedad. Las huertas se pueden ver al costado de las vías, en terrenos baldíos, terrenos fiscales, asoman desde las terrazas, e incluso en neumáticos transformados en macetas. En redes sociales se dictan cursos -la virtualidad acercó a muchos nuevos interesados- e incluso la Ciudad tiene su propio Manual de Agricultura Urbana. Y en sintonía con esta actualidad, en diciembre la Legislatura porteña votó una ley para darle un marco a estas prácticas.

Esta semana, una de estas huertas urbanas estuvo atravesada por una polémica: la parrilla Don Julio la gestionará en la plazoleta Luna de Enfrente, que antes fue patio de juegos. Lo producido será donado y utilizado por los vecinos, pero el convenio que se firmó con la Comuna levantó revuelo.

 Nicolás Borrelli es ingeniero agrónomo, investiga temas vinculados a la agroecología y está realizando un doctorado (INTA-Conicet) sobre el manejo sustentable de cultivos ornamentales. "Hay dos grandes tendencias vinculadas con las huertas urbanas -explica-. Una está relacionada con el cuidado y la mejora del ambiente y la idea de llenar las ciudades de plantas y flores. El fenómeno se conoce como 'green cities'. Cada vez más personas viven en ciudades, en viviendas cada vez más chicas. Y estas huertas vinculan a las poblaciones con la naturaleza y la posibilidad de tener sus propios cultivos en el espacio público. La otra tendencia tiene que ver con el hambre: para saciar las necesidades en las grandes ciudades, los gobiernos fomentan el autocultivo".

Borrelli pone como ejemplo la crisis de la década del 90 en la Argentina, cuando nace el programa ProHuerta del INTA, que promueve la producción agroecológica para el autoabastecimiento o para la comercialización en ferias y mercados alternativos.

Uno de los pioneros en estas prácticas es Carlos Briganti, con su proyecto El Reciclador Urbano. En la terraza de su casa de Chacarita tiene una huerta que armó a lo largo de más de diez años. Utiliza tachos de plástico de pintura de 20 litros u otro tipo de contenedores reciclados. Cultiva girasoles, albahaca, ajíes, limoneros, paltas, berenjenas, puerros, apio, plantas de tabaco (para espantar plagas), perejil, hinojo, zuchinis, kinotos, bananos, rúcula, aromáticas, stevia y chauchas, entre otras. Tiene frascos llenos de semillas.

"Arranqué solo y ahora este colectivo agrupa a más de 100 personas. Nadie pregunta qué pensás, sino qué ciudad querés para el futuro", le cuenta Briganti a Clarín marcando la heterogeneidad de quienes participan en el proyecto.

La acción de huertas de Briganti es muy reconocida porque ha colocado cubiertas pintadas de colores vibrantes en muchas veredas, con el acuerdo de los frentistas. Tienen 800 cubiertas distribuidas entre Ciudad y el Gran Buenos Aires. "La prioridad debe ser la comida, porque estamos ante una emergencia alimentaria. Necesitamos alimentos de cercanía, nutritivos, buenos, baratos, asequibles. Pero las huertas urbanas no son sólo los cultivos, sino una manera de recuperar la vinculación con los vecinos y reconstituir el tejido social", dice Briganti. 

En la puerta de su casa tiene dos composteras y en el patio, otra más. Sin olores, sin moscas, sin mosquitos. Los vecinos pasan y dejan sus residuos orgánicos y también retiran compostaje para sus plantas y cultivos. Pero muchos ya tienen sus propias composteras. Como le gusta decir a Briganti, "son residuos que no van al relleno sanitario de la Ceamse".

En la Ciudad, el clima y la tierra ayudan. Borrelli aconseja: "Lo ideal es no forzar la naturaleza, sembrar acompañando el calendario y no utilizar agroquímicos para controlar las plagas. Se pueden plantar lechuga, repollo, espinacas, rúcula y radichetas todo el año. En verano, tomates, berenjenas, morrón y zapallitos. Legumbres en invierno. No hay que tener un elevado nivel de conocimiento para arrancar, existen muchas herramientas disponibles. Y especialmente, no hay que frustrarse en el camino"

El experto da otra clave: "Ayuda mucho organizarse entre varias personas. Y por otra parte, lo que se cultiva, puede compensar el bache económico que genera la inflación y el costo de los alimentos en muchas familias".

El legislador porteño Roy Cortina (Partido Socialista) impulsó el año pasado la ley sobre agrocultivos urbanos que se aprobó en diciembre. Entre otras cosas, indica que el Gobierno porteño debe identificar los espacios de tierra disponibles para ser utilizados como huertas. 

"Sólo en escuelas porteñas, hay más de 400 huertas. Recorriendo los barrios, se ven por todos lados, pero se necesitaba un marco. El proyecto de ley hace hincapié en el círculo virtuoso que se puede generar entre el Estado, las organizaciones sociales y vecinales, la intervención de expertos y también de privados. Porque sin todos estos protagonistas, la agricultura urbana se queda sin una pata, siempre falta algo. Son modelos que ya se aplican en el mundo, con la colaboración de empresas que desde sus planes de RSE (Responsabilidad Social Empresaria) apoyan estas huertas o bien de universidades o centros de investigación. Creo que con estos actores se puede lograr la masividad", sostiene Cortina.

En Villa Lugano, los vecinos de la Villa 20 cultivan y cosechan en una huerta aterrazada de casi 150 m2. Además de aprovechar los saberes de los pueblos del norte de la Argentina y de los países limítrofes, como Bolivia y Perú, esta terraza les permite aprovechar mejor el espacio disponible. Los vecinos concurren durante la semana a trabajar la tierra y sacar las malezas, y los domingos, a cosechar.

El viernes bien temprano Lidia, Guadalupe, Juan e Isabel trabajaban entre los cultivos. Isabel, de 84 años, es la especialista en luchar contra las hormigas. "No usamos químicos, así que las combatimos con arroz, levadura, purines, cascaras de naranja, plantas amargas o los frutos del paraíso, con lo que tengamos a mano", cuenta y suelta una sonrisa. Juan estudia Agronomía en la UBA y aquí lleva al territorio todo su aprendizaje.

Lidia cuenta que lo que cosechan ayuda mucho en la economía familiar: tomates, calabazas, zapallitos, hojas verdes. Además, cultivan una hierba que se consume mucho en el barrio, el huacatay, con un aroma delicioso, mezcla de menta, albahaca, limón y estragón. Se usa en la receta del ají de gallina. "Es la hermana aromática de la albahaca. También cultivamos quirquiña, que es el ingrediente principal de una salsa picante, la llajwa", cuenta Juan. La quirquiña huele como una combinación de cilantro, rúcula y ruda. 

Miguel Funes trabaja para la Ciudad y ayudó a gestar esta huerta, pero ahora el manejo está en manos de los propios vecinos. Cuando arrancaron, el lugar era un basural y a los primeros cultivos los hicieron en cajones. Las terrazas ya tienen tres años y hasta lograron cultivar quinoa y papas andinas. Funes cuenta que la cosecha se reparte entre quienes colaboran con el cuidado. Ahora los vecinos planean hacer foco en las hierbas aromáticas y medicinales, para producir y vender. 

La Agencia de Protección Ambiental de la Ciudad es la encargada del fomento de estas huertas y desarrolló un Manual de Agricultura Urbana, en donde se pueden encontrar consejos y un calendario de cultivos y cosecha. Además tiene a cargo la reglamentación de la ley, en la que se encuentran trabajando. Desde esa oficina confirmaron que las comunas también estarán involucradas en el relevamiento de los espacios disponibles para las huertas.

En 2020 hubo 56 talleres virtuales, 33 de ellos enfocados en los primeros pasos de una huerta. "La capacitación sobre huertas tiene varios años pero a partir de la pandemia hubo un boom -afirma Eduardo Macchiavelli, secretario de Ambiente porteño-. Hay muchos vecinos que están desarrollando sus propias huertas hogareñas y facilitan la incorporación de conceptos ambientales muy sencillos, como la generación del compost o aprender a consumir alimentos de estación. Pero sobre todo, esto sirve para ir tomando conciencia sobre el impacto de las acciones individuales".

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