Internado en Moreno se contagió Covid-19, murió y ahora sus hijos deben esperar 8 años para llevar sus restos a Tucumán

Internado en Moreno se contagió Covid-19, murió y ahora sus hijos deben esperar 8 años para llevar sus restos a Tucumán

Roque Gordillo vivía sólo en la provincia de Buenos Aires. Sus 6 hijos, en Tucumán. Debían operarlo de la vesícula cuando llegó la cuarentena. Los médicos decidieron esperar, se infectó de coronavirus en el hospital y falleció en soledad. Su hijo reclama que nunca pudo trasladarlo en ambulancia a su provincia en vida, y ahora ni siquiera puede hacerlo con sus restos

 

Después de más de 6 meses de pandemia, nadie puede desconocer que los ancianos integran el grupo de riesgo más vulnerable del COVID-19. Justamente, es a ellos a quienes hay que proteger especialmente y preservarlos de un contagio potencialmente mortal. Roque Gordillo tenía 77 años y vivía sólo en Moreno. Había nacido en Tucumán, donde viven sus 6 hijos, pero luego de separarse de su mujer se quedó en Buenos Aires, donde vivió durante 33 años.

Gordillo sabía que por su edad estaba dentro del grupo de riesgo, por eso evitaba salir a la calle. Sólo lo hacía ocasionalmente para comprar alimentos, a pesar de que sus hijos le habían puesto a una persona para que lo cuidara. A rajatabla, seguía todas las recomendaciones para evitar el contagio y jamás dejaba de usar su barbijo.

En una entrevista con Infobae, su hijo Hernán Gordillo recordó con dolor y angustia los duros meses que transitó su padre desde principios de 2020, ya que antes de la pandemia empezó con fuertes dolores abdominales y un gran malestar.

Los médicos le indicaron una simple operación de vesícula, pero la autorización del PAMI nunca llegó y el hombre permaneció internado durante meses, esperando que pasara la pandemia, ya que le habían dicho que antes no podrían intervenirlo quirúrgicamente. El enemigo tan temido llegó durante la extensa e innecesaria internación: Gordillo se contagió de COVID-19 y murió el 20 de agosto. Nunca lo operaron y su familia ahora pide que sus restos descansen en Tucumán, para al menos poder llevarle una flor. Pero la respuesta vuelve a ser otro “no”: ahora, deberán pasar 8 años para poder exhumar sus restos y trasladarlos desde Buenos Aires.

“Mi padre tenía 77 años, había nacido en Taco Ralo, Tucumán. Cuando se casó con mi madre se fueron a trabajar a Buenos Aires, donde nacimos 4 de los 6 hermanos. Era albañil, cuidaba el parquizado y también caballos en el campo. Cuando yo tenía 9 años se separaron y mi papá se quedó a vivir en Moreno, donde desarrolló gran parte de su vida durante 33 años. Allá tiene una hermana mayor, pero está dentro del grupo de riesgo, así que no lo pudo cuidar cuando se enfermó. Muchas veces lo quisimos traer a Tucumán, pero mi papá nunca quiso volver”, recuerda Hernán Gordillo. “Era un hombre muy simple, muy amiguero, que se crió con valores muy firmes y tradicionales. Hacía una vida tranquila y nosotros viajábamos seguido a verlo”.

-¿Cómo empezó todo este calvario?

-A principio de año, empezó a sentirse mal y tenía problemas de vesícula. Vomitaba mucho y la comida le caía mal. Cada ataque era tremendo, se doblaba de dolor. Lo internaron entre junio y julio porque estaba muy mal y se descomponía, pero no porque lo fueran a operar, porque la intervención se la pateaban para adelante por la pandemia. Al final, nunca pudo obtener la autorización del PAMI para poder operarse. En el Hospital Privado Mariano Moreno le decían que tenían que esperar a que pase la pandemia. Por eso, cuando se puso mal, hubo que internarlo porque no daba más de los dolores. No se podía ni mover. En julio de 2019, los médicos le dijeron que tenía que operarse de una hernia, pero los prestadores del PAMI de Moreno lo derivaban de un lado al otro. Después, le dijeron que había que operarlo de la vesícula pero, previo a la pandemia, el Hospital no le asignaba turno. Cuando mi padre lograba que un médico de cabecera o un cirujano lo derivaran para una operación, llegaba a esa institución médica, le hacían los estudios, pero nunca la intervención que necesitaba. Durante la pandemia, el cuadro de mi padre se llegó a agravar tanto que perdió 20 kilos. Mi hermana pudo viajar, pero terminó yendo y viniendo, porque no pudo conseguir que lo operaran. Entonces, cuando vimos que todo empezó a complicarse, dijimos que lo íbamos a traer a Tucumán para poder cuidarlo y atenderlo acá, donde vivimos sus 6 hijos. Con tanta distancia, no podíamos hacer nada con el PAMI: con su médico de cabecera solo podíamos comunicarnos vía mail, porque nunca nos dio un teléfono. En la clínica, tampoco nos pasaban el parte diario por teléfono, solo se lo daban a la persona que lo había acompañado. Entonces, era muy complejo poder ayudarlo, aunque hasta ese momento solo se trataba de un cuadro de operación de vesícula. En medio de la pandemia, lo mandaron a la casa. Estuvo tres días tirado sin poder ir al baño, ni asearse, ni comer, porque ya había perdido 20 kilos y estaba muy débil. Conseguimos que su médico de cabecera lo volviera a internar, pero casi por obligación, porque la clínica le había dado el alta y le había dicho que esperara que la pandemia terminara para poder hacerle la cirugía.

El drama que vivió una familia de Tucumán en medio de la pandemia

-¿Ustedes querían llevarlo en ambulancia privada hasta Tucumán, para poder hacerlo atender allá y que pudiera estar acompañado de su familia?

-Sí. Como no lo pensaban operar, hablamos con la clínica, les dijimos que lo íbamos a sacar y que lo íbamos a traer para Tucumán en una ambulancia privada pagada por nosotros. Claro, cuando les dijimos eso cambiaron de idea: nos dijeron que lo dejáramos y que le iban a hacer todos los estudios para operarlo. Sólo lo retuvieron una semana más, con algunas prácticas médicas. Ya habíamos iniciado el proceso para pedirle al médico de cabecera la derivación de carácter humanitario. Esto fue a fines de julio, que empezamos con el trámite para que nos permitieran traerlo en ambulancia a Tucumán. Llamamos al Comité Operativo de Emergencia de esa provincia (COE) hicimos las consultas y mandamos los mails pertinentes. Cuando hablo con el COE y le digo que sólo necesitábamos que permitieran el ingreso de la ambulancia para que quedara internado en una clínica, me dicen que cargara el trámite en la página web. Entonces, le adjunté el pedido médico e hice hincapié en la urgencia del caso. Eso fue el 6 de agosto pero recién me respondieron el 18 de ese mes, pidiéndome la historia clínica de mi padre. De inmediato, la mandé. Al rato, me piden que les diga qué personas lo iban a cuidar y dónde se iba a quedar. Rápidamente, les pasé también toda esa información. Sin embargo, nos seguían sin decir que podíamos hacer el traslado, que salía 100 mil pesos y que, por supuesto, teníamos que cubrirlo nosotros.

Hernán Gordillo le cuenta a Infobae el calvario que vivió su padre

-Hasta que llegó el diagnóstico de COVID-19

-En el medio de todo eso que le contaba, le hicimos un PCR en la clínica y le dio positivo, aunque mi padre estaba asintomático. Entonces, el 13 de agosto lo pasaron a Terapia Intensiva y le sacaron el celular: ahí perdimos todo contacto con mi padre. La única información que recibíamos no era nada fácil obtenerla, porque nos la daban sólo cuando lográbamos contactarnos con un enfermero o un médico de guardia, que nos daban el parte médico. Era un problemón hasta que nos atendían. Nos decían que estaba bien, que estaba estable, que había comido... Les pedíamos que le devolvieran el teléfono para poder comunicarnos con él, pero en toda la semana que estuvo en Terapia Intensiva, no pudimos lograrlo.

-Su hermana quiso viajar de Tucumán a Buenos Aires para poder hacer los reclamos pertinentes luego de tanta demora, pero tenía que hacer la cuarentena.

-Sí, le dijeron que tenía que hacer la cuarentena. Mi hermana quería viajar para poder traerlo, me preguntaba cómo iba el tema del permiso del traslado y yo le decía que ya estaba por salir, porque era lo que ellos me decían a mí. Era ella quien lo iba a cuidar en Aguilares, aquí en Tucumán y donde mi padre iba a tener que hacer la cuarentena de 14 días. En el medio de eso, mi prima de Buenos Aires me llama el 20 de agosto para decirme que le acababan de avisar que mi padre había fallecido de un paro cardíaco. Le dijeron que toda la noche había estado vomitando y que a las 9 de la mañana había muerto. El médico nos decía todos los días que estaba estable y había comido. Dos días antes, nos habían dicho que lo iban a pasar a sala común y que aún no lo habían hecho sólo por falta de lugar... Y el 20 de agosto nos dicen que murió. Esto no hubiera pasado si el 6 de agosto, el COE nos hubiera dado el OK para que la ambulancia lo trasladara hasta Tucumán. Entonces, cuando yo paso en limpio lo que pasó me doy cuenta que, por habernos ajustado a un protocolo que ellos armaron, tuvimos que pedir permiso para que mi padre circule en ambulancia por una ruta nacional... Una persona mayor que tenía una derivación médica de carácter humanitario... y nunca lo autorizaron.

-¿Qué pasó después del deceso?

-El mismo 20 de agosto, el día que mi padre murió, le escribí al COE para decirles que ya no hacía falta que me autorizaran el ingreso a Tucumán, porque había fallecido: ahora necesitaba saber cómo hacía para poder traer sus restos. Me respondieron que lo sentían mucho y que tenía que mandar un mail a la misma dirección de siempre ¡donde jamás me respondió una persona y me aparecía un mensaje genérico! ¡No había manera de comunicarse con una persona! Así que, solamente por hacer lo que la normativa nos pedía, nos quedamos aguardando la autorización y, en el medio, la desidia y la impericia de la clínica lo terminan matando mientras esperaba. Mi padre empeoró, porque le dijeron que lo operaban después de la pandemia, que ya lleva 6 meses. Quedamos encerrados en una normativa armada por el COE, que estaba totalmente fuera de la Constitución y de los Tratados Internacionales, porque no se cuándo una ambulancia tuvo que pedir permiso para circular con un paciente.

Roque Gordillo en su casa de Moreno

-¿Qué pasó con los restos de su padre?

-A mi padre lo cuidaba un vecino, que era amigo de nuestra prima que vive en Moreno. Fue Vanesa quien me avisó de su muerte, porque la llamaron de la clínica y le pidieron que -como máximo- había que retirar el cuerpo en tres días. Contratamos el servicio fúnebre para que lo entierren en el Cementerio Municipal de Moreno. Pero la normativa es que, con una orden judicial, el cuerpo se puede retirar a los 4 años, pero sin ella, hay que esperar 8 para poder exhumarlo y trasladarlo. Nosotros lo queremos traer a Tucumán y nos dicen que no se puede.

-¿Qué siente después de todo lo que pasó con su padre y que ni siquiera ahora pueda llevarle una flor al cementerio?

-Sentís que a la gente que nos gobierna no le importa absolutamente nada. No hay humanidad atrás de la gestión. Te enfrentás a un silencio enorme: de parte de los organismos de Derechos Humanos, quienes jamás nos llamaron; y también desde la Legislatura de Tucumán, ya que le pedimos informes para la Comisión de Salud y de Derechos Humanos, pero nos cajonean los papeles. Sentís que la corporación política se tapa hasta que el tema se acabe en los medios y cuando nosotros dejemos de molestar. Sentís que a nadie le importa absolutamente nada. No logré que el delegado de Derechos Humanos de la provincia, ni de la Nación, me atendieran. No hay manera que te den una respuesta. Sentís mucha impotencia, porque ves que la democracia no funciona y que los mismos órganos de contralor son manejados por el Poder Ejecutivo de Tucumán. Podés perder la vida como si nada, porque a nadie le importa nada: absolutamente nada. Nadie nos pidió una disculpa y ahora ni siquiera me dan una mano para que podamos traer sus restos. Lo queríamos traer acá, porque tenemos una casa disponible con todas las comodidades y había una clínica en Aguilares con todo listo para la operación... y todos sus hijos viviendo aquí. Fuimos dos veces a Buenos Aires y no conseguimos nada. Todo se hubiera solucionado con el traslado de mi padre a principios de agosto, donde nosotros no le pedíamos nada al Estado: solo que dejara pasar a la ambulancia -que nosotros íbamos a pagar- para poder hacerlo operar de la vesícula en Tucumán y cuidarlo acá. Mi padre no murió por COVID-19: murió por la desidia de la gestión estatal del PAMI y del COE, que no nos permitieron ayudarlo con una operación simple. A mi padre se le fue la vida queriéndose curar de algo curable. No tenía algo terminal o complejo pero, institucionalmente, no nos dejaron hacer nada. Que no nos permitieran poder curarlo fue gravísimo, pero ni hablar de lo que siguió después, donde no pudimos ni despedirlo... y ahora no nos dejan traer sus restos por 8 años.

-Si pudiera hablar con el presidente, Alberto Fernández, ¿qué le diría?

-Le diría que si el mensaje era hacer todo esto para cuidar a los viejos, entonces, acá no funciona nada. Cuando el Presidente le dio a los intendentes y a las provincias la posibilidad de hacer protocolos para traslados, los gobernantes se olvidaron de la Constitución: porque no se entiende que haya que llegar al punto de que una ambulancia tenga que pedir permiso para circular con un paciente grave. No es entendible desde ningún punto de vista humano, porque mi viejo no estaba de paseo. Se estaba muriendo y así terminó. Siento que le hubiera gustado tener otro final y estar cerca de su familia, pero quedó enredado en un problema simple de salud por la obra social que tenía.

-¿Qué siente ahora después de tanto esfuerzo en vano y qué cree que habrá sentido su padre a lo largo de todo estos meses?

-Mi padre habrá sentido mucha angustia... se habrá sentido abatido estando totalmente solo, sin tampoco poder comunicarse por teléfono. Esa semana de incomunicación debe haber sido terrible... Cuando mi hermana pudo hablar, mientras mi padre podía usar el teléfono, le dijo que lo tenían preso, que no le daban de comer y que el servicio de atención era malo. Mi papá andaba siempre con barbijo y se cuidaba mucho. Siento que fui bastante inocente en querer hacer las cosas bien porque, si hubiéramos sabido que lo suyo era grave clínicamente, no hubiéramos esperado el permiso del COE: lo hubiéramos subido igual a una ambulancia y habríamos hablado con la policía de la frontera hasta que nos dejaran pasar. No hubiera hecho la formalidad y hubiera asumido el riesgo de decirle a la ambulancia que se subiera a la ruta y que pasara como pudiera. Pero se lo repito y me lamento: siento que fui muy inocente por haber querido hacer las cosas bien.

Su estado de salud se agravaba cada vez más, al punto que perdió 20 kilos. Sin embargo, nunca lo operaron

-¿Quiénes considera que fueron los responsables de lo que le pasó a su padre?

-En primer lugar, el PAMI con el sistema de médicos de cabecera. Cada filial del PAMI, tiene su sanatorio u hospital o médico de referencia y creo que ese sistema es perverso: te tienen cautivo y no te pueden atender en otro lugar donde no esté tu médico de cabecera. Ese sistema mata a los viejos, porque los tiene de rehenes. No pueden resolverlo en otro lado, ni tramitar un reintegro, como puede pasar en cualquier otro lado. Y después el prestador del PAMI: el Hospital que nunca lo operó y mi padre tenía una derivación. Creo que para ellos sería menos negocio tener a un paciente para operarle la vesícula, que tener un paciente de COVID-19. Hoy los viejos son los más afectados, cuando se supone que su salud es la prioridad en esta pandemia. Muchísimos no murieron de COVID, sino que fallecieron de otras patologías, porque era imposible que te atendieran por algo que no fuera coronavirus. Creo que falló absolutamente todo para los viejos. La prioridad del PAMI debería ser cuidar y sanar en serio a los ancianos. Tener un sistema de auditores que se encarguen de mejorarles la calidad de vida y no como pasa ahora, que está naturalizado que mueran por falta de atención de un prestador del PAMI... No hay camas, no hay turnos. Tienen que enfocarse en cuidar en serio a los viejitos: les piden que hagan las recetas digitales, cuando saben que no tienen idea de cómo manejarse con eso. O que se trasladen, cuando para ellos es un problema. El sistema no está para mejorarles la calidad de vida: deben rodearse de gente más humana porque deben cuidarles la vida. No puede ser que sea imposible comunicarse con los que tienen que darte una respuesta. ¿Qué nos queda ahora? Pedirle a un juez que nos autorice a trasladar los restos de nuestro padre a Tucumán, para que podamos llevarle una flor al cementerio. Por lo menos, queremos que descanse en paz y cerca de sus hijos.

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