Kicillof, el día después: gobernabilidad, reelección y proyecto presidencial

Kicillof, el día después: gobernabilidad, reelección y proyecto presidencial

Apuesta a tomar el control del Senado para allanarse el segundo tiempo. Una buena performance le despeja el camino: cuatro años más o salto a la cima en 2023.

 

El gobernador Axel Kicillof empezará a jugar en las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) del domingo su apuesta política para tomar el control del Senado y retener el de la Cámara de Diputados y, así, allanarse el camino en los dos años que le restan de gobierno. Pero, además, el resultado del proceso electoral que se abre el domingo y se cierra en las generales de noviembre marcará para el gobernador el punto de partida hacia el 2023, con el destino presidencial como una variable que no se descarta.

La del domingo será una jornada electoral especial para Kicillof. Por primera vez votará en La Plata, en la Escuela Superior de Formación en Salud, a pocas cuadras de la Residencia oficial, donde vive desde diciembre de 2019 con su familia. Lo hará antes del mediodía y después se concentrará en seguir un operativo electoral inédito por los protocolos de pandemia. Por la tarde, irá al búnker del Frente de Todos (FdT) en Chacarita, donde esperará los resultados.

Pasadas las 23, cuando empiecen a llegar los cómputos oficiales, empezará a dilucidarse el principal interrogante en la contienda bonaerense: por qué margen se impondrá la boleta del oficialismo a las dos de Juntos que se enfrentan en interna.

El dato importa y mucho. En el Gobierno repiten que un triunfo aun por un solo voto será de todas formas un triunfo a celebrar. La última victoria oficialista en una elección legislativa fue en 1985, con el Raúl Alfonsín del Tercer Movimiento Histórico y el Juicio a las Juntas en la presidencia. En el FdT se preparan para pintar de épica una victoria -aunque ínfima- en una elección de medio término y después de una pandemia.

 

Pero no es lo mismo hacerlo por un margen de diez puntos (el máximo que proyectan en el mejor de los escenarios) que por un margen de tres o cuatro, como estiman los más agoreros de quienes manejan números de sondeos.

En el conurbano, los intendentes esperan confiados una victoria holgada, incluso en la Primera sección, con todo el caudal que en 2017 fue para el Frente Renovador. Por eso en la gobernación miran con especial atención el interior, donde se concentraron todos los esfuerzos en el último tramo de la campaña.

 

Ahí están los votos que Kicillof necesita para revertir la desventaja en el Senado bonaerense. El gobernador y su círculo político cercano creen que en buena parte del interior bonaerense hay un escenario económico que podría favorecer un voto por la continuidad más que un voto ideológico hacia Diego Santilli o, incluso, Facundo Manes. Pero es un desafío muy complejo, porque en esas secciones electorales (Cuarta, Quinta, Séptima) siguen teniendo mucho peso las posturas más duras contra el kirchnerismo, más allá de lo que puedan impactar los planes de obras viales para caminos rurales o los créditos para productores del Banco Provincia.

Hacer una buena elección ahí le permitirá a Kicillof recortar las distancias con la oposición en el Senado. Los cálculos más optimistas hablan de un hipotético escenario de empate de 23 contra 23 bancas en la cámara que preside Verónica Magario, quien en ese caso tendría el voto definitorio.

 

La apuesta de Kicillof en este plano tiene particularidades. Busca gobernabilidad en la Legislatura sin haber puesto (casi) nombres propios en las listas. Apenas Teresa García, que dejará de ser ministra de Gobierno a principios de diciembre para mudarse nuevamente al Senado como principal interlocutora con la oposición en una cámara crucial.

Más allá de la gobernabilidad para la segunda parte de su mandato, Kicillof también empezará a recorrer con el resultado del domingo su propio camino político hacia 2023, con dos variables en el horizonte: la reelección o un proyecto presidencial.

 

“Soy parte de un proyecto político. El lugar que ocupe va a ser el que mi fuerza política, de manera colectiva, decida cuál es el mejor. No tengo aspiración de ser una cosa u otra. Donde convenga que esté, lo voy a hacer”, dijo hace algunos días, en una de las últimas entrevistas antes de la veda.

La teoría del Kicillof presidenciable se apoya en varias patas, pero la principal tiene que ver con la mirada que sobre él tiene Cristina Fernández, socia mayoritaria de la alianza gobernante. Para la vicepresidenta, Kicillof es uno de los mejores intérpretes de su visión de la economía y la política argentina. Por eso, lo considera uno de los que puede proyectarse en la carrera hacia 2023, en un escenario en el que la hipótesis de la reelección de Alberto Fernández parece alejarse cada vez más en el horizonte, más allá de las manifestaciones públicas de dirigentes cercanos a la vice, como el ministro Jorge Ferraresi.

En su círculo más cercano esquivan las preguntas. No hay proyecto presidencial a la vista, aseguran. La provincia necesita al menos ocho años de medidas como las que se vienen tomando para que pueda tener una transformación, dice el jefe de Gabinete, Carlos Bianco, cuando lo consultan por este tema.

Con qué capital político llegará Kicillof al momento en que se defina su destino por alguno de esos dos caminos es el gran interrogante que empezará a resolverse en las urnas bonaerenses el próximo domingo.

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