Otros rostros del agua: más allá de la salud física e hidratación

Otros rostros del agua: más allá de la salud física e hidratación

El agua es esencial para la salud y mantener el equilibrio corporal, pero no para todos es un hábito frecuente. Disfrutar de sus beneficios y consumirla con frecuencia trae grandes beneficios.

Por: Ingrid Reyes.

El agua es indispensable en el diario vivir y no solo para beberla e hidratarse.  Es un gran elemento en el diario vivir que incluso ayuda a relajarnos y darnos energía.

El mínimo que dicen los expertos se  necesita beber es de ocho vasos al día.  Aunque estos parámetros varían en cada persona de su ritmo de vida, edad y movimiento, dice la nutricionista Fabiola Haeussler, asesora de Nipro .

Las National Academies of Sciences, Engineering, and Medicine (Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina) determinaron que el consumo diario adecuado de líquido es de 3,7 litros de líquido para los hombres y aproximadamente 2,7 litros de líquido por día para las mujeres.

Recuerde que el agua se pierde con acciones como respirar, sudar, orinar o evacuar los intestinos.  Eso hace importante el consumo frecuente de agua por medio de las bebidas y alimentos, entre ellos las frutas, vegetales, así como leche, jugos y tés también ayudarán a llegar a estos requerimientos de líquidos, agrega Haeussler.

Ana Margarita Wyss, promotora de Divulgación y Educación en Salud de Unaerc, agrega que parte del cuidado de la salud en general y de la salud de los riñones es tomar agua pura para mantenerse hidratado y también podrían ayudar sueros orales que se pueden hacer con limonadas, naranjadas o beber rosa de Jamaica u otras bebidas naturales sin azúcar o con poca cantidad de ella.  “Algo muy importante es no darle aguas gaseosas a un niño pequeño”, agrega.

Cuidado con la deshidratación

La deshidratación no permite que el cuerpo realice las funciones normales, disminuye la energía y provoca que la persona se sienta más cansada.

La pérdida del 20% del agua corporal puede producir la muerte, y la pérdida de solo el 10% produce alteraciones graves.

Entre los síntomas de deshidratación están la sequedad de boca y la  lengua, sed, dolor de cabeza, letargo, fatiga, sequedad de la piel, debilidad muscular, aturdimiento, mareos y falta de concentración.

Mientras las personas con deshidratación severa pueden presentarse con ojos hundidos, falta de lágrimas, fontanelas hundidas (especialmente entre bebés), hipotensión (presión arterial baja), taquicardia y, en el peor de los casos, inconsciencia.

Aunque es poco frecuente, también se debe evitar tomar demasiada agua.  Cuando esto sucede y los riñones no pueden eliminar el exceso de agua, el contenido de sodio en la sangre se diluye  produciéndose una hiponatremia, peligroso para el ser humano.

En la salud emocional

Uno de los síntomas de la ansiedad es la sensación de boca seca y beber agua se convierte en una herramienta para ayudar calmar ese estado de intranquilidad.  En las XX Jornadas de Nutrición Práctica que se celebran en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid se explicó que además, con la deshidratación aumenta la circulación de las hormonas del estrés, el cortisol, y se ponen en marcha unos procesos fisiológicos similares a cuando el cuerpo está en una situación de peligro o de inquietud.

Diferentes estudios demuestran que el estrés repercute en el rendimiento intelectual, afecta a la lentitud de pensamiento, a los reflejos y provoca errores en la resolución de conflictos.

Hay estudios que indican que una deshidratación del 2.7% puede hacer que tengamos una mayor sensación de esfuerzo para hacer las tareas unido a tristeza, cansancio y decaimiento.

Pero en general la deshidratación produce una disminución significativa en la percepción, atención, memoria, pensamiento, lenguaje y rendimiento psicomotriz. En resumen, de la función cognitiva en su conjunto, además de las repercusiones físicas.

El 30% de la población mundial tiene escasez de agua, según datos de las Naciones Unidas.

¿Un baño con agua fría?

El baño frío es una costumbre en distintas partes del mundo.   Desde la introducción del baño civilizado, los seres humanos han experimentado con la variación de la temperatura del agua para exponer el cuerpo a condiciones extremas. En la antigüedad, el baño romano se basaba en la práctica de moverse a través de una serie de habitaciones con calefacción que culminan con una inmersión fría al final.  Se ha afirmado que los baños fríos tienen múltiples efectos beneficiosos sobre la salud, como la mejora del sistema inmunológico, la circulación cardiovascular y la vitalidad, pero aún no está clara ninguna asociación real y los científicos insisten en que faltan ensayos para determinar su verdadero efecto.

En el estudio holandés El efecto de la ducha fría en la salud y el trabajo: un ensayo controlado aleatorio publicado en la  revista Plos One entre 3018 personas se les asigno una ducha entre agua fría y caliente durante 30, 60 y 90 segundos y otro grupo de 30 días consecutivos de 60 días de duchas frías.

Los investigadores determinaron que el tiempo de estar expuestos en la ducha fría no afectó los resultados, así que no importa el tiempo para recibir el beneficio.  Los participantes reportaron 29% menos el sentirse enfermos y para la mayoría, la ducha fría aumentaba el nivel de energía.  También se determinó como lado adverso una sensación persistente de frío.

Más que un aspecto de salud o económico

El Informe Mundial de Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos 2021 explica que algunas culturas poseen valores que son difíciles de cuantificar y en ciertos casos, de expresar sobre el agua.

El agua puede atraer a la gente por motivos espirituales o por su belleza visual, por su importancia para la fauna o el ocio, entre otros motivos, o por una mezcla de éstos.  La cultura influye directamente en cómo se perciben, derivan y utilizan los valores del agua.

Todas las sociedades, grupos e individuos existen en su propio contexto cultural, que se moldea por medio de un conjunto variable de factores como el patrimonio, la tradición, la historia, la educación, la experiencia de vida, la exposición a información y a medios de comunicación, el estatus social y el género, entre otros.

Además, la cultura cambia y evoluciona con el paso del tiempo, a veces muy rápido.  Existe una estrecha relación entre la religión o fe y la ética. Por ejemplo, con frecuencia los relatos populares de las zonas en las que escasea el agua presentan a personajes caracterizados, a menudo por la religión local, como honrados y moralmente correctos, que son recompensados con la lluvia y el acceso al agua. Por el contrario, la concepción económica moderna del agua se caracteriza por su abstracción del contexto social, cultural y religioso.

El documento refiere que al entender, clasificar y codificar los valores culturales es necesario identificar maneras y formas de incorporar dichos valores en el proceso de toma de decisiones. Estas herramientas, como la elaboración de mapas culturales, pueden ayudar a comprender mejor los valores culturales del agua, conciliar los valores antagonistas y forjar resiliencia de cara a los retos actuales y futuros, como el cambio climático.

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