Las paritarias siguen sin arbitro

Las paritarias siguen sin arbitro

Lo demanda la Constitución, y había sido aprobado en el Senado. Sin embargo, el proyecto que crea el Tribunal Arbitral volvió a foja cero. La oposición de los sindicatos, del Ejecutivo y de los bloques políticos

Antes de que el Tribunal Arbitral comenzara a tomar forma, se esfumó en el camino. Al menos, el proyecto que había sido enviado por el Ejecutivo, y que en abril fue aprobado en el Senado.

La traba que hoy se presenta en la Cá-mara Baja no responde a diferencias entre los bloques, o a un conflicto interno del oficialismo, sino a una decisión de los gremios estatales. Unidos por primera vez, todos los sindicatos que contienen a los trabajadores de los tres poderes se plantaron contra la iniciativa del gobierno. Se trata de ATE, SOEME, UPCN, el Frente Gremial Docente, AJB, SOSBA-FEBEPPBA, AERI, AEMOPBA, SUPPTIOMA y APL.

El argumento fue que tanto la conformación como las atribuciones no eran las adecuadas para un ente que debía

oficiar como agente imparcial ante el conflicto.

“El proyecto dice que el tribunal actuará cuando esté agotada la conciliación obligatoria, cuando para los estatales no pueden dictar conciliación porque el Ejecutivo es parte del conflicto”, aseguró Hugo Blasco, titular de la AJB. “Además, el tribunal no puede estar integrado por el gobierno ni por los gremios, sino por gente del ámbito social, académico; según la OIT deben ser personas que merezcan la confianza de las partes”, añadió.

Pero la propuesta del gobierno también genera temores con relación a las armas con las que pueden contar los gremios al momento de encarar una paritaria. Básicamente temen que con esta nueva instancia se demore la posibilidad de aplicar medidas de fuerza.

“Nadie quiere limitar el derecho a huelga, aunque, lógicamente, los sectores gremiales pueden haberlo sentido de esa ma-nera, y así me lo expresaron”, indicó al respecto el presidente de la Cámara Baja, Horacio González, luego de reunirse con los responsables de todos los sindicatos. Diplomático, González les dejó la promesa de convocar a una mesa con todos los actores, donde se discutirán reformas o la confección de una nueva propuesta, esta vez, de consenso. La iniciativa, que había sido aprobada en el Senado apenas unos días después de haberse destrabado el conflicto con los docentes, establecía la creación de un “Organismo de Mediación y Arbitraje”.

La competencia que se le determinó fue para “entender en los conflictos colectivos que se susciten entre trabajadores estatales y el Estado provincial”, con la posibilidad de “intervenir a solicitud de las partes” una vez que se agote la conciliación obligatoria. El organismo estaría integrado por nueve miembros en total: “siete con-jueces, un abogado y un representante académico”.

Con la justificación de cumplir finalmente con la demanda constitucional (artículo 39 inciso 4) y dar algún tipo de respuesta a los interminables conflictos entre el gobierno y los gremios del Estado, todos los bloques políticos aprobaron el proyecto sin inconvenientes. Incluso los gremios, en medio del litigio, pujaron por tratar el tema. Pero en el camino a Diputados los sindicatos reaccionaron, molestos con la propuesta unilateral del Ejecutivo. Para el gobierno, el apuro tenía un primer motivo, que era la exigencia de la Justicia de cumplir con la Constitución. Y por otro lado, y más fundamental, lograba una herramienta formidable para destrabar un conflicto gremial. Sucede que, además de la conciliación obligatoria, podría con esta ley re-querir el arbitraje del tribunal, y quizá tener su voto favorable. En todo caso era una posibilidad más en juego.

Sin embargo, la presión de los gremios no alteró su semblante. El Ejecutivo los convocó, coordinó nuevos encuentros, pero dejó en manos de la Legisla-tura la posibilidad de aprobar, modificar o tratar otra ley. A esta altura nadie parece tener mu-cho apuro en darle tratamiento a la iniciativa, porque entienden que resultará difícil llegar a un acuerdo en el que cada parte perderá, inevitablemente, una cuota de poder.

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