Plaguicidas en placentas de mujeres del Alto Valle: la vida expuesta a un riesgo silencioso

Plaguicidas en placentas de mujeres del Alto Valle: la vida expuesta a un riesgo silencioso

Una inédita investigación, liderada por expertos de la Universidad del Comahue, confirmó la presencia de residuos de agroquímicos en personas gestantes. Sorprendió que no solo se encontraron en mujeres rurales, sino también de zonas urbanas. ¿Qué generó el estudio?.

La placenta humana es objeto de estudio hace varios años, no solo en el mundo sino en la región. Lo que no se sabía es que ese órgano, origen de la vida humana, sería delator -y portador- de los efectos de la contaminación ambiental en Río Negro y Neuquén.

“Las mujeres embarazadas que viven en la Patagonia Norte están expuestas a una mezcla compleja de plaguicidas neurotóxicos y potencialmente peligrosos, los cuales podrían afectar a los neonatos a través de la transferencia placentaria”, explica la investigación que arrojó luz sobre un tema polémico en el Alto Valle.

En la región norpatagónica, existe una historia de uso intensivo de insecticidas para sustentar la producción de frutas de pepita, desde hace 50 años. Fue hace cinco años cuando un grupo de investigadores de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo) liderado por la doctora en Ciencias Químicas, Natalia Guiñazú, se propuso determinar si el uso de plaguicidas para el desarrollo de la actividad frutícola de la región afectaba a las personas gestantes.

Así surgió “Residuos de plaguicidas prohibidos y de uso actual en mujeres embarazadas de la Norpatagonia”, un trabajo avalado y financiado por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), el Centro de Investigaciones en Toxicología Ambiental y Agrobiotecnología del Comahue (Citaac) y la Universidad Nacional del Comahue (UNCo). Arrancó como “estudio piloto”, pero que ya tiene conclusiones y varias líneas de investigación a futuro.

El equipo de investigación encontró residuos de plaguicidas organoclorados prohibidos (POCs) en todas las placentas que analizaron, distintos compuestos. En total, procesaron muestras de 20 placentas de mujeres de Neuquén, Plottier y Cinco Saltos; de entre 18 y 42 años que habitan en zonas urbanas y rurales. Concretamente, se encontraron residuos de clorpirifos, trifluralina, clorotalonil, HCHs, HCB, endosulfanes, DDTs, clordanos y heptacloros. Clorpirifos (ingrediente activo de varios insecticidas comerciales) se detectó en el 95% de las muestras.

Las muestras fueron colectadas de de mujeres saludables que dieron a luz en la Clínica San Lucas de Neuquén, entre los años 2017 y 2018, quienes fueron invitadas a participar del estudio. Las placentas fueron obtenidas inmediatamente luego del parto, conservadas a -80 °C. Todos los compuestos fueron identificados y cuantificados a través del cromatógrafo gaseoso Shimadzu 17-A con detector de captura de electrones.

Una de las conclusiones clave de este estudio, único realizado en el país sobre esta temática, es que las personas que viven en zonas urbanas también están expuestas. “Esto nos está indicando que tenemos diferentes vías de exposición, que no solo la ambiental es una vía sino que probablemente la alimentaria también lo sea”, explicó Guiñazú.

“Nos sorprendió encontrar residuos en mujeres que viven en zonas urbanas porque en principio nuestra hipótesis era que íbamos a encontrar mayores niveles en las mujeres rurales”, explicó Natalia Guiñazú, coordinadora del grupo de trabajo. Reconoció que en el caso de algunos compuestos se encontraron mayores niveles en las mujeres del campo, pero había en todas, sin distinción geográfica ni social.

En estos 20 casos estudiados, los neonatos nacieron dentro de los parámetros normales de crecimiento, pero con menor peso o bajo peso al nacer. Eso pasó en este estudio, pero en otros lugares del mundo se demostró que a mayores niveles de exposición de Clorpirifos, los chicos padecían un déficit cognitivo. “Se comprobó por distintos estudios (internacionales) que la exposición en el desarrollo del niño dentro de la madre está asociado a un déficit cognitivo”, agregó la científica.

Fue un trabajo de muchos años en los que se fueron topando con indicios que los fueron acercando al hallazgo. En 2008 ya se estaba trabajando en la región sobre la exposición de mujeres embarazadas con otros parámetros, sin determinar los plaguicidas en la placenta.

“Esto es un trabajo de hormiga, muy meticuloso. Fuimos juntando indicios, investigando, hasta que terminamos midiendo los plaguicidas (diez años después)”, agregó Guiñazú.

La mirada obstétrica

Maria Celeste Muntaner, magíster en Salud Materno Infantil y especialista en diagnóstico prenatal y Embarazo de Alto Riesgo; aseguró que a nivel obstétrico esto “ha asustado mucho a las pacientes”, pero dijo que es importante llevar tranquilidad.

“Lo que se encontró es que la placenta que más residuos de plaguicidas tenía, se correlacionaba con el menor peso al nacer. No eran bebés patológicamente restringidos, sino recién nacidos que tenían un índice ponderal más bajo”, explicó la médica. La evolución posterior de los bebés de esas mujeres que fueron parte del estudio todavía está en estudio, no se ha concluido el análisis.

“Esos residuos no se sabe de donde provienen porque hay residuos de plaguicidas que hace 50 años no se aplican, por lo tanto lo que sigue es el análisis del aire, del agua, de la verdura y de la fruta para ver de dónde proviene la contaminación”, aseguró Muntaner.

Además, dijo que si bien está en curso la ampliación del estudio, es posible pensar en enfatizar los cuidados en el hogar, con las fumigaciones y en las chacras los días de aplicación.

El equipo de trabajo

Natalia Guiñazú es neuquina, doctora en Ciencias Químicas egresada en Córdoba, investigadora de Conicet y profesora de la Universidad del Comahue en la Facultad de Ciencias del Ambiente y la Salud (Facias). El trabajo es parte de la tesis doctoral del licenciado Piuque Rodriguez, becario de Conicet y egresado de la UNCo. Ambos conforman el equipo junto a Berta Vera, Karina Miglioranza, Celeste Muntaner, Paola Ondarza.

La mayoría de quienes trabajaron en este inédito proyecto tienen un lugar común y es la Universidad Nacional del Comahue. Dos profesionales son de la Universidad de Mar del Plata.

El trabajo conlleva un gran despliegue de recursos humanos y financieros, ya que para ser posible necesita de los sueldos de los becarios, de los investigadores, subsidios, gastos operativos como combustible para traslado de muestras, recolección, entre otros. En muchas ocasiones, cotidianamente, terminan poniendo plata de sus bolsillos y algunos realizan colaboraciones ad honorem.

“Hay muchas personas involucradas. Esto no es un logro unipersonal, son logros colectivos”, concluyó la doctora en Ciencias Químicas.

Según los autores, es el único estudio desarrollado de este tipo en Argentina sobre plaguicidas clorados y de uso actual. No así a nivel internacional, donde hay solo un trabajo de España que mide la placenta con los microcompuestos que mide el grupo argentino. “No hay muchos trabajos que midan contaminantes en la placenta”, afirmó la directora.

Nuevos desafíos e investigación en curso

Este trabajo publicado el año pasado a fin de año se está ampliando. Los investigadores están analizando 85 muestras más e indagando qué otras alteraciones se pueden estar produciendo en la placenta, como cambios epigenéticos, es decir, alteraciones que activan o inactivan los genes -sin modificar la secuencia del ADN- por exposición a factores ambientales. “Es algo que se está estudiando mucho”, dijo la profesional.

Por su parte, Muntaner dijo que hay varios pendientes que resultan de este estudio, como por ejemplo estudiar muestras de residentes de Roca y Regina, zonas con más desarrollo de fruticultura y cultivos. “Una limitante del estudio es la obtención de la placenta. A futuro si se arman otros equipos de ginecólogos que tomen muestras en esas zonas podríamos tener un panorama más acabado de cómo es la contaminación placentaria”, concluyó.

Antes y después: una resolución que prohibe

Los resultados de esta investigación llegaron a las autoridades y ya tuvieron efectos. A partir de estas conclusiones, y luego de una consulta pública, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) decidió prohibir la importación, elaboración, fraccionamiento, comercialización y uso de Clorpirifos etil y Clorpirifós metil, mediante la Resolución 414 del 4 de agosto de 2021, cuyos artículos ya están todos en vigencia.

“Gracias al informe que se hizo en el laboratorio, están prohibidos. Las autoridades están trabajando en esto que produce efectos masivos”, comentó Guiñazú consultada sobre el antes y el después del proyecto.

En 2022, se hicieron presentaciones en la Legislatura de Neuquén de la mano de un grupo de científicos denominado “Ciencia en Acción” que también permitieron avances. “Estamos trabajando para preservar la salud de las personas”. A su vez, el Ministerio de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible de Nación mostró interés en el informe.

“Creo que este estudio es un aporte importante a distintos niveles”, expuso la directora. Por un lado, ayuda -o se espera que- autoridades y gobernantes, quienes tienen poder de decisión, tomen resoluciones en beneficio de la salud humana. Por otro lado, permite la formación de profesionales preocupados por lo que pasa en el ambiente con los perfiles productivos regionales y su vinculación con la salud de la comunidad.

Un poco de historia

Argentina se adhirió al Convenio de Estocolmo, que prohibió el uso de los POCs en 1998. En 2013 se restringió al insecticida endosulfán. Como consecuencia del uso intensivo histórico y actual de plaguicidas en esta zona, se ha determinado la presencia de sustancias prohibidas.

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