El plan para escapar a la figura del pato rengo

El plan para escapar a la figura del pato rengo

La lava hirviendo marca aún senderos de ira tras el volcánico tratamiento del presupuesto 2022. Ha dejado esculpida que la relación política entre el gobierno nacional y la oposición está quebrada.Quedaron varios heridos en el camino. No obstante, en ese marco de tempestades y con un 72.5% de imagen negativa, según el encuestador Jorge Giacobbe, Alberto Fernández encontró una veta de supervivencia política. En su entorno creen que “las elecciones demostraron que Cristina es frágil. Y la discusión por el Presupuesto puso en la misma escala descendente a Máximo y a Sergio Massa. Nadie puede prescindir de nadie”. En este marco, Alberto saca pecho y se reinventa para escapar a su máximo perseguidor: la figura del pato rengo.

Por: Jorge Joury *

En falsa escuadra por otra "derrota victoriosa", el Jefe de Estado está obligado a revisar sus planes y promesas esbozados en una agenda que tenía puntos básicos como la aprobación del presupuesto, la presentación de un plan plurianual y el cierre (aunque no la firma) de un acuerdo con el FMI antes de fin de año. Nada de eso se cumplirá. 

Sin embargo, a su alrededor se entusiasman con reflotar el esquelético proyecto de un albertismo que nunca terminó de nacer.“Si Alberto venía dando señales de que estaba dispuesto a ejercer poder después del 14 de noviembre, ahora lo confirmó. No es el mismo que el de hace unos meses", sostienen.

Después del cachetazo parlamentario, el oficialismo redobló la apuesta y acusa a la oposición de intento de desestabilización financiera, "golpe blando" y boicot al acuerdo con el FMI. El rechazo al presupuesto de Martín Guzmán no le cae del todo mal al oficialismo. Le permite un uso mucho más discrecional de los recursos tributarios que el que le criticaba la oposición. Y, a juzgar por las declaraciones de Kristalina Georgieva, este revés parlamentario no pondrá en riesgo la negociación futura para una refinanciación con el Fondo Monetario Internacional.

En cambio, sí le permite retomar el discurso sobre un "golpe blando" que se organiza desde la oposición en confabulación con las grandes empresas, consistente en un ahogo financiero al Gobierno y una presión para la devaluación.

Es un discurso que ya había sido puesto sobre el tablero durante la campaña electoral y que ahora, con la oposición haciendo valer por primera vez su mayoría en el Congreso, aparece en modo reforzado por parte de políticos y medios de comunicación afines al kirchnerismo.

Lo que realmente ocurre en la entretela del poder, es que el kirchnerismo desconfía de Fernández. Al Presidente le pasa lo mismo con sus socios, aunque el sábado Máximo Kirchner le haya dicho que se ponía a su disposición. El fracaso de la negociación en el Congreso sembró la alarma en su entorno. Fernández les había pedido a Máximo Kirchner y Sergio Massa que sacaran el presupuesto. Lo que hizo el hijo de la vice fue dinamitarlo.

Alberto estaba muy enojado con Máximo, no obstante barajó, dio de vuelta y fue el sábado a su asunción al frente del PJ bonaerense. Quiso mostrar que es el padre de la unidad y está viva dentro del espacio, lo que no se vio en la discusión en Diputado y dejar en claro que él es el dueño de la lapicera. Y es más, en el reportaje que le hizo el periodista Jorge Fontevechia y que se publicó en Perfil, se encargó de dejar en claro que, “si están dadas las condiciones”, se presentará a una reelección en 2023" .Y como si fuera poco, señaló además que no está “sometido” a Cristina Kirchner. “No lo estuve, no lo estoy y no lo estaré”, indicó.

En ese plano, el Jefe de Estado destacó que “no piensa igual” que la vicepresidenta, que “nunca se sintió un esclavo” y remarcó: “No tengo ninguna jefatura, el último jefe político que conocí se llama Néstor Kirchner, nunca más tuve un jefe político. Con Cristina somos compañeros de ruta en un escenario muy complejo”.

La realidad marca que frente a las peleas internas, el Presidente dio señales de empoderamiento para tratar de llegar como sea al 2023 sin sufrir heridas en el camino.

Alberto ya tiene decidido prorrogar el Presupuesto de este año y tiene margen hasta el 31 de diciembre. Es una opción que se puso sobre la mesa hace dos semanas, cuando en la piel del peronismo ya se presumía compleja la negociación, voto a voto, para conseguir aprobar el Presupuesto y dar una señal de previsibilidad al FMI.

En la Casa Rosada descartan la posibilidad de convocar a la oposición para discutir la modificación de algún artículo previo a la prórroga. Aún está en carne viva el enojo por la sesión de alto voltaje.Tratan de irresponsables a todos los sectores opositores, pero no se hacen cargo de que fallaron las proyecciones. Las gestiones de los acuerdos no prosperaron y era clave que eso sucediera para poder mostrar, de cara a Washington, un avance en uno de los puntos claves para la negociación como es la sanción del Presupuesto.

A este clima enrarecido se sumó en las últimas horas la advertencia del presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, a los gobernadores. Según un informe que publicó el tigrense en sus redes sociales, el rechazo del presupuesto implica “mermas significativas” en los ingresos coparticipables. Esa merma obligará a las provincias a “repensar sus propios presupuestos”. La pérdida de recursos superaría los $180.000 millones “entre los impuestos de bienes personales y ganancias” que la oposición se opone a votar. 

La advertencia de Massa levantó olas. El que primero que hizo notar su fastidio fue el cordobés Juan Schiaretti, que a través del bloque de legisladores que lo representan en la Cámara de Diputados disparó.“Llama la atención que Sergio Massa tenga una actitud de advertencia con tono de amenaza para con todos los gobernadores. El presupuesto debió ser enviado hace cuatro meses al Congreso. No se tolera más que todas las provincias tengan que agachar la cabeza ante un modelo porteño centrista, que tanto daño le hace al sistema federal”, exclamaron los cordobeses.

Massa no respondió y quiso evitar entrar en el fuego cruzado. El cruce expone el nivel de sensibilidad que hay en el trato actual entre el oficialismo y la oposición y que parece difícil de reconstruir en el corto plazo.

Si a ese clima espeso le faltaban condimentos, fue la reacción de la oposición luego de que Alberto Fernández anunciara que está decidido a buscar su reelección en el 2023. Esa decisión volvió a subir la temperatura, ya que los opositores consideraron que falta mucho para el 2023 y el Presidente está “disociado de la realidad” y le “falta de respeto a la sociedad”.

Las próximas semanas serán decisivas para un gobierno debilitado, sin credibilidad y carente de los votos para acompañar en el Congreso su agenda. Alberto Fernández tiene por delante un desafío tremendo. Si vuelve a fracasar en encontrar el rumbo, su palabra volverá a devaluarse peligrosamente. Las actitudes dentro de su propio frente, como las de Máximo, no hacen más que exponer en público las grietas que crujen en privado. El panorama nacional luce cuanto menos dramático, presagiando un verano de arenas calientes. En medio de una crisis que hoy exige por lo menos responsabilidad de duelo, resulta casi delirante ponerse a hablar de una reelección presidencial que no tiene sustento. 

*Jorge Joury es licenciado en Ciencias de la Información, graduado en la Universidad Nacional de La Plata. El 22 de noviembre de 2017, el Concejo Deliberante de La Plata lo declaró "personalidad destacada en el periodismo".

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